Ignacio Urbina Trebuco / Natasha Trebuco

Por NELSON RIVERA

-Comienzo por someter una idea a su criterio: mi sensación es que el diseño ya no es externo a las cosas, sino que cada vez más, las cosas son, en esencia, diseño. ¿Podría comentar esta afirmación?

En el largo camino hacia una definición del diseño aparecen los artefactos como las evidencias del pensamiento, sin hablar únicamente de las manifestaciones tridimensionales. Lo que conocemos de “las cosas” a través de su superficie es fundamentalmente el resultado de su funcionamiento y conectado con los chorros de significados que comunica: cómo se usa, de que material está construido, cómo y cuándo fue fabricado.

La evolución de los objetos, en su transformación física y simbólica, ayuda a entender que estos cambios ya no habitan exclusivamente en la idea de lo fenotípico, en la pieza aislada y muda, sino que se trata de una nueva de ecología de los productos.

-Otra idea que posiblemente sea necesario revisar, es la que asocia diseño a lo meramente estético. ¿Estamos en un tiempo donde es indisociable de la ingeniería, puesto que el diseño hace posible la funcionalidad, la habilidad de las cosas?

El espectro de la belleza no se limita a su apariencia física, en sus aspectos meramente formales o en aquellos relacionados con la decoración. El diseño opera en esa línea difusa donde se crean las tensiones entre la eficiencia y la belleza. De tal manera que establecer las diferencias entre funcionalidad y estética ha sido un recurso con el que han intentado de manera fallida explicar el fenómeno del diseño. Un argumento que sabotea esa característica indivisible de los objetos.

Desde el proyecto, en la construcción del lenguaje de la forma, están implícitas todas las variables de la creación de los objetos. En el diseño se modelan las formas bien resueltas en términos de su belleza y se optimizan los asuntos del uso y la función, en un proceso guiado por la comprensión del sistema técnico de producción.

-Deseo preguntarle por el vínculo entre diseño y sentidos. Existe una percepción que asocia el diseño al ojo. Pero el diseño parece haberse expandido y estar ahora relacionado con todos los sentidos, sin excepción. ¿Es así?

Las manifestaciones del diseño son en gran medida percibidas por el sentido de la visión, seguidos por el tacto cuando se crean los momentos de interacción física, cuando usamos las cosas. Como no podemos desactivar nuestros sentidos, las experiencias con objetos y productos son básicamente multisensoriales. En el espacio acústico hay importantes oportunidades para el diseño, especialmente en términos de comunicación: ¿cuál será el sonido de los vehículos eléctricos cuando desaparezcan los centenarios y ruidosos motores de combustión interna? El sonido de la ciudad habrá que diseñarlo nuevamente.

Con el auge de la Gastronomía y las nuevas experiencias que exploran los sentidos del olfato y el gusto, aparecen otros espacios de actuación del diseño, más allá del desarrollo de ‘olores funcionales’, como el olor del gas de la cocina que es totalmente artificial o de la milenaria cultura del perfume. Los olores despiertan los recuerdos de la memoria profunda en las personas, como el olor de la casa de la abuela o del salón de clases de la escuela primaria.

-La conferencia que dictó en Caracas se titulaba ‘Diseño para el Contexto”. Quisiera relacionar ese enunciado con el tema de las ciudades inteligentes, cuyo avance parece indetenible. ¿Cuál y cuál será el papel del diseño en el futuro de las ciudades?

Ciertamente la tecnología va permeando cada milímetro del paisaje de la ciudad, en un proceso no solamente imparable pero fundamentalmente impredecible. El diseño facilitará la compresión, operación y control de ese proceso, pero también será responsable de crear un balance justo en el uso de las tecnologías que moldearán ese futuro. El recalentado uso de la expresión ‘inteligente’ pareciera referirse únicamente al desarrollo técnico y su implementación digital, lo que simplemente propone nuevos enfoques en el campo del diseño. El impacto de la incorporación de la tecnología en las actividades humanas no ha dejado de ser parte central en el discurso del diseño. El tiempo de preparación para la ‘revolución digital’ de los años noventa estuvo lleno de hallazgos y decisiones, como el uso de ‘la metáfora del escritorio’ en la concepción y diseño del ambiente digital en los computadores. Todavía tenemos en nuestras pantallas una pequeña papelera con la misma forma del cesto de basura, pero que recibe desperdicios digitales. Buena parte del trabajo del diseño será ofrecer las metáforas con la que se construirá ese futuro.

-En su conferencia hace mención al cuerpo como un ámbito de oportunidad para el diseño. ¿Podría explicar a qué se refiere?

El reloj de pulsera, un producto inventado por el aviador brasileño A. Santos-Dumont a principios del siglo XX y fabricado por el joyero francés Cartier, es un buen ejemplo de los objetos y el cuerpo. Diseñado para llevar el tiempo en un lugar privilegiado y accesible, este fantástico objeto casi desapareció con la revolución digital, cuando la gente comenzó a tener la hora en el teléfono celular, en la pantalla de un dispositivo integrado, portátil, no adherido al cuerpo. Aunque el diseño se mueve dentro de un vasto territorio, los objetos que pueden ser identificados como íconos del diseño industrial son de pequeña escala, digamos que entre un alfiler y una cabina telefónica. Con el largo y vertiginoso proceso de miniaturización de la tecnología, una gran cantidad de nuevos productos pueden seguir los pasos del reloj de pulsera en otros lugares de la topografía corporal.

Por un lado, el diseño industrial se acerca a las disciplinas del diseño de moda y a la joyería donde la superficie del cuerpo es el espacio de trabajo. En el otro extremo, la perdida gradual del temor en la profanación del cuerpo, con la cultura masiva de los tatuajes y las implantaciones artificiales, abre el camino para las tecnologías que desbordan los límites de la piel. Las consecuencias éticas y las secuelas en el ámbito de la seguridad pública subyacen en estos nuevos espacios de intervención del diseño.

-¿Podría comentar de qué modo el diseño y la inteligencia artificial interactúan?

El momento tecnológico para la implementación de la inteligencia artificial, en los productos de la vida cotidiana, marca los primeros pasos hacia las llamadas ciudades inteligentes. La creación de algoritmos con la capacidad de aprender, que nace a mediados del siglo XX y se refina hacia finales del siglo, comienza a instalarse lentamente en una infraestructura de dispositivos que forman hoy parte de nuestra parafernalia cotidiana. No será sino hasta que mi nevera me envíe un email diciéndome que es el momento de comprar carne, que podremos hablar de futuros inteligente. Todo esto llevará a una nueva epistemología del diseño. Hacia allá vamos.

-Hasta hace una década, aproximadamente, era común escuchar que Venezuela tenía muy buenos diseñadores gráficos. ¿Esta afirmación tenía fundamento? ¿Cuál es el estatus hoy de la formación de diseñadores en Venezuela? 

Podría decir que algo de eso continua vigente. Casos muy particulares de diseñadores supieron reinterpretar el legado de la cultura visual, que nace al menos tres décadas anteriores a la revolución digital de los noventa. Hoy, una gran cantidad de esa ‘nueva generación’ de diseñadores se diluye en la diáspora venezolana y muchos de ellos encuentran espacios relevantes en la difícil lucha de quien decidió salir del país. El caso del diseño industrial tiene sus propias características, particularmente aquellas que provienen del conocido diagnóstico de un casi inexistente aparato productivo y un país dependiente de la venta de sus recursos naturales. En esa clasificación sencilla e histórica de la producción del diseño industrial venezolano, encontramos: los pioneros, arquitectos y diseñadores modernos; academia-industria, con la creación del Instituto de Diseño Neumann en los años sesenta; los profesionales, diseñadores provenientes de los institutos tecnológicos de los años ochenta; y los diseñadores del siglo XXI.

Las escuelas de diseño y la educación en este campo no escapan de los terribles efectos de la transformación económica, política y social que ha sufrido Venezuela en los últimos 20 años: Instituciones al borde del cierre, una disminución importante en la matrícula y la escasez de recursos de toda naturaleza. Se mantienen algunas iniciativas casi estado de coma, con la gran oportunidad de tomar el tiempo para reconstruir los nuevos programas y modelar el perfil de los diseñadores que necesita Venezuela para la reconstrucción del país.

-Deseo preguntarle por el blog Di-Conexiones, donde Usted aparece como editor.

DI-conexiones surge como un espacio para el registro de las experiencias personales en las tres áreas del diseño a las que he dedicado desde 1987: la práctica profesional, la divulgación y la academia. Se conformó en un formato de Blog para el intercambio de información y pretende ofrecer una voz desde el campo del diseño hacia el público general.

En todas las áreas del conocimiento hay un espacio para el registro, la memoria y la divulgación. El diseño se ha convertido en un ‘discurso competente’, una práctica desde donde todos se conectan. Para los que estamos dentro de las áreas del proyecto y en los espacios disciplinares, vemos como el diseño aterriza en arenas que aumentan la ambigüedad de su definición. Creemos que un espacio de información que cubra las áreas difusas del diseño con una mirada desde el campo, podría ser de gran valor para especialistas y para el público en general. DI-conexiones es un proyecto, que tiene un Blog de información que ha movido otras iniciativas como NoMATERIA, un ejercicio de visibilidad del diseño industrial y el trabajo de los diseñadores venezolanos. 10 años de trabajo en el mantenimiento de DI-conexiones nos hace pensar que no hemos ni siquiera rozado la superficie de ese gran tema de la divulgación y promoción del diseño.

-Por último, una pregunta referida a la cuestión de diseño y ética. ¿Hay límites para el diseño? ¿Hay cuestiones donde el diseño no debe intervenir? 

El diseño, en su definición más conectada con las ideas del proyecto y de la creación, no tiene límites. Las restricciones que provienen de la ética se establecen en cada intervención. El diseño, en ese proceso de poner la tecnología en manos de la gente y de alguna manera humanizar el entorno de lo construido, dialoga con un mapa de actores y escenarios que se rige por sus propias estructuras de valores, por sus propios sistemas éticos. En cada interacción con esos actores (personas, instituciones, empresas, organizaciones, medio ambiente) opera un orden ético que se construye con cada relación.

En el Diseño Crítico (Especulativo), una metodología de diseño desarrollada en la década de los noventa, se hacen propuestas que intentan generar preguntas desde y para el diseño. Una práctica que ha servido para crear los espacios de discusión en esta esfera de la ética, donde el diseño consciente o inconscientemente suele atravesar. ¿Deberían trabajar los diseñadores en proyectos de la industria armamentista, en la industria de la guerra? Nuevos espacios de discusión sobre ética y diseño aparecerán en la medida que la sociedad defina aquellos elementos ‘tóxicos’ que conspiran en contra de la mejor calidad de vida en este planeta.


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