ALEXANDRA POLEO, POR FRANK LÓPEZ

Por NELSON RIVERA

¿Podría hablarnos de los primeros años de vida de Héctor Poleo? ¿Cómo fue el proceso que lo convirtió en un artista?

Héctor Poleo nace en La Pastora, Caracas, en 1918, durante los años de la dictadura del general Gómez, en una familia numerosa. Es hijo de Jesús María Poleo y Luisa Antonia Guadarrama. En la familia, en el siglo XIX, ya hubo otro pintor célebre, Cristóbal Rojas, hijo de Alejandra Poleo y Cristóbal Rojas Acosta. A la edad de 6 años, Héctor sufre un grave accidente que le hace perder la visión del ojo izquierdo, algo determinante en su destino de artista. Sus padres lo ven como un niño frágil, diferente, y lo sacan del circuito escolar normal. Comienza a llenar cuadernos con trazos llenos de talento. Es un niño lleno de curiosidad. Le encanta leer la Enciclopedia y tiene un gran sentido del humor. Mi abuelo lo incita a estudiar violín, pero al morir su profesor, en 1930 Héctor entra en la Academia de Bellas Artes de Caracas. Sus profesores son Monasterios, Marcos Castillo y Federico Brandt. Poleo es el más joven de todos los alumnos, que tienen a veces más de 10 años que él. Con sus pantalones cortos, intimida a las modelos que posan en las clases de pintura y no quieren desvestirse delante de él. En 1937, al diplomarse de la Academia, ya domina perfectamente el dibujo y las técnicas de pintura. Comienza a exponer. Con solo 19 años obtiene la medalla de plata de la Exposición Internacional de París.

Poleo fue tanto un artista como un viajero. Vivió mucho tiempo fuera de Venezuela. ¿En qué lugares y períodos vivió fuera de Venezuela? ¿Cómo era su relación con el país durante ese tiempo?

Mi padre fue un ciudadano del mundo. Los viajes abrían nuevas perspectivas para su trabajo y su inspiración. Cada país representaba una pequeña porción de la historia del arte, de la arquitectura. De 1937 a 1938, es becado para estudiar muralismo en la Academia San Carlos de México. Le impactan las obras de Orozco y Rivera. Tiene contactos con los miembros del grupo Gráfica Popular, célebres por sus carteles y afiches revolucionarios. La pintura mexicana deja una huella profunda en él y durante muchos años el realismo social y esa onda de influencia latinoamericana serán preponderantes en su arte. En México suele hacer mucho alpinismo con sus compañeros de la Academia. Documentaba sus viajes haciendo dibujos y tomando fotos. Viaja por primera vez a Estados Unidos en 1940 para la exposición Latinoamericana en el Museo Riverside de New York. En 1941, viaja para una exposición a Chile. En los años 40, cuando regresa a Venezuela pasa períodos en el interior pintando. Viaja también a Colombia. Son años de muchos viajes y exposiciones por toda América Latina. De 1944 a 1948, Poleo reside en New York y obtiene la prestigiosa beca Guggenheim. Numerosas exposiciones lo consagran como un pintor tan importante como Dalí, con artículos en Time Magazine. Ya ha dejado atrás el realismo social y destacan temas relacionados con la guerra y sus horrores. Comparte diferentes exposiciones con grandes artistas como Matta y Rivera. En una primera estadía vivirá en Francia de 1949 a 1952. Forma parte de los fundadores de la Asociación Latinoamericana que agrupaba a poetas, escritores y artistas de la Avant-garde. En la posguerra, París es el epicentro de la actividad artística mundial. Viaja a Alemania del Este, Holanda y, contrariamente a muchos intelectuales y artistas, le causa tanto horror el nazismo —cuando visita los campos de concentración de Auschwitz— como la atmósfera staliniana que se respira en los países del Este del bloque soviético. Definitivamente, él se encuentra del lado humanista de la historia.

Se casa en París con Adela Rico (1924-2017), ceramista venezolana. En 1952, el gobierno francés del presidente Coty, tras falsas acusaciones políticas contra mi padre, pone de vuelta forzada a Venezuela. La pareja permanecerá  en el país de 1952 hasta 1958. Esa época será la de su colaboración con Carlos Raúl Villanueva en la Universidad Central de Venezuela (Mural del Rectorado). En 1957 nací yo, que soy su única hija. En 1958, con la ayuda de un amigo de Charles de Gaulle —entonces presidente de Francia—, quien era embajador de Francia en Venezuela, le permiten legalmente a toda la familia regresar a Francia. Mis padres permanecerán en París hasta 1985, cuando, ya muy enfermo, mi padre decide nuestro regreso a Caracas. Muere en 1989. 

Aunque fue un ciudadano del mundo, nunca perdió su venezolanidad y su apego al país y su gente. Era un enamorado de Caracas y de El Ávila. Uno de sus grandes placeres era recorrer las calles a pie como lo hacía cuando era niño. Cuando íbamos a Caracas, durante las vacaciones escolares, por ejemplo, trabajaba e inventaba un taller en cualquier lugar, aunque fuera solo por un mes o dos. Tenía que satisfacer su enorme lista de coleccionistas. Siempre tuvo grandes galerías como Acquavella —tanto en Caracas como en New York— o la Galería Freites. Regresaba siempre para sus exposiciones. Aunque el gobierno de Francia le propuso la nacionalidad francesa, nunca la quiso aceptar pues se sentía absolutamente venezolano y no quería correr el riesgo de perder su nacionalidad de nacimiento.

Se relaciona a Héctor Poleo con el realismo, pero también con el surrealismo. ¿Qué hay de una y de otra corriente en su obra? ¿Corresponden a distintas etapas?

Creo que la pintura de mi padre se parece a él. Era, a la vez, un cable a tierra con un gran sentido de lo real: le interesaba mucho la política, la Historia, la naturaleza, pero también era un gran soñador, un ser que siempre estaba imaginando escenarios de cuadros. Cada cuadro es una historia en sí. Durante sus primeros años, entre 1936 y 1939, su realismo pictórico está todavía vinculado a lo social: campesinos, trabajadores, figuras, paisajes e iglesias andinas. De 1940 a 1949, las preocupaciones van en torno a la Segunda Guerra Mundial y sus desastres. Personajes en medio de las ruinas, paisajes devastados, familias que huyen de la guerra en plena desolación.

Cuando mi padre pinta sus célebres gouaches sobre papel, tituladas Autodestrucción y Victoria, ya se han lanzado las bombas sobre Hiroshima y Nagasaki en 1945, y se ha puesto fin a la guerra de manera trágica. La estética en esos cuadros maravillosos y dibujos se acerca al surrealismo, pero sin tener su trasfondo ideológico tal como lo veía André Breton en sus diferentes Manifiestos. Dalí es un surrealista puro. No se puede comparar el delirio de sus cuadros, como Montres molles, un cuadro que muestra un delirio, casi una alucinación en su manera de yuxtaponer las imágenes, y asociar de manera freudiana a un cuadro de mi padre, por ejemplo, el autorretrato donde mi padre conscientemente se ve ya muy mayor, en un escenario de guerra y ruinas, se ve con un pequeño retrato de él, joven y un ojo (su ojo perdido) colgando. Ese ojo colgando no es un objeto surrealista, es objetivamente un motivo de angustia de mi padre: quedarse totalmente ciego en un mundo atormentado por las guerras y la bomba atómica.

Al establecerse en París, entre 1949 y 1952 (primera estadía parisina), hay un periodo donde mi padre va indagando con nuevas técnicas como gouache, caseína. Perduran temas como la guerra, cuadros con andinos, figuras de mujeres con influencia italiana. De 1953 a los años 60, la inspiración de Poleo se vuelca en la belleza femenina y una de sus grandes influencias será la pintura italiana del Renacimiento, Donatello, Bellini y otros. Incorpora elementos como telas coptas o bizantinas. En los 60 ya ha decidido abandonar totalmente la pintura al óleo por el acrílico o la caseína que le permite trabajar de manera más rápida. Es un periodo que él mismo llamó “figuración poética”. Las figuras se funden y se esconden en el color. Hay una sensación de gran libertad. Un periodo de oda al amor, a la pareja y a la belleza. A continuación, en los años 70, sigue una figuración que va a desarrollarse con diferentes técnicas como el vitral o la tapicería. Creo que mi padre siempre sintió atracción hacia una forma de abstracción que se pudo ver por momentos en algunos cuadros en los 80. Creo que si no hubiera enfermado su trabajo se hubiera vuelto menos figurativo.

¿Cómo se produjo la participación de Héctor Poleo en la II Bienal de Sao Paulo? ¿Con qué obras participó? ¿Qué se sabe de ese viaje? 

La II Bienal de Sao Paolo fue un acontecimiento para el Arte y la Arquitectura. Participaban 33 países y mi padre fue seleccionado por Venezuela, junto a artistas como Carlos Cruz-Diez. Mi papá era entonces muy conocido a nivel internacional. Participó con tres obras muy relevantes: Andinos, Aflicción y La Boda. En esa Bienal participaron grandes artistas. Solo con mencionar que sus tres obras formaban parte de una muestra donde se podían ver el Guernica y otras obras de Picasso, y que había obras de Juan Gris, Braque, Germaine Richier, Henry Moore, Mondrian, Severini, Balla, Tamayo, Paul Klee, Kokoshka, Edvard Munch, etcétera, nos da una idea de la proyección que había alcanzado.

Tenía muchos contactos en Brasil, por su amigo coleccionista y gran admirador, el genial arquitecto de Brasilia, Niemeyer, cuyo sueño era llevárselo para hacer los murales de la ciudad que estaba en plena construcción. Esa Segunda Bienal fue un punto álgido de su vida. Obtuvo la Placa de Plata de la Bienal. Más tarde, otra gran alegría sería un premio en la Bienal de Venecia. 

Leí alguna vez —creo que a Juan Carlos Palenzuela— que Héctor Poleo fue un gran cosmopolita y un hombre de grandes amigos por el mundo. ¿Puede hablarnos de Héctor Poleo y la amistad?

Palenzuela tiene razón. Mi padre siempre fue un hombre cosmopolita. Esos años en que vivió, que eran años de dictaduras, de guerras en muchos países, produjeron el asilo, la migración de escritores y artistas por el mundo. Era un hombre que se adaptaba a todas las situaciones y se sentía bien con todo tipo de personas. Un hombre de pocas palabras, pero siempre contundentes. Recuerdo que por nuestra casa pasaban muchos amigos: José Félix Llopis, Alejo Carpentier, que vivía en Montparnasse cerca de casa, Miguel Ángel Asturias y su esposa Blanca, Pablo Neruda. Recuerdo con asombro el primer almuerzo en casa de Miguel Otero Silva con su esposa María Teresa. Pasábamos vacaciones con Cruz-Diez y su familia en Italia y en la Toscana. Durante el verano acompañábamos al guitarrista Alirio Diaz y a Gonzalo Castellanos a Siena, donde daban masters classes en la Accademia Chiggiana. Compositores como Antonio Estévez, Rhazés Hernández López y su hija Ingrid, o el gran Eduardo Plaza,  formaban parte de su círculo de amigos íntimos, así como Félix Galavis. Sus amigos pintores de la infancia fueron Armando Barrios o César Rengifo. Recuerdo también algunos de sus amigos y muy queridos coleccionistas como Eduardo Mendoza o Pedro Pablo Azpúrua. Tatiana Tolstói, la nieta del escritor ruso Tolstói, y, por supuesto, la maravillosa colección de grandes obras de mi padre de Tita Mendoza, que supo ver en mi padre no solo al artista universal sino también al humanista. Josefina Gómez, la fotógrafo y mecenas venezolana: en su casa, en París, se reunían artistas y filósofos como Pepe Bergamín. En Estados Unidos estaban también Pepe Gómez Sicre y Ángel Hurtado. A mi padre siempre le gustó ayudar a jóvenes pintores y en sus archivos encontré cartas donde recomendaba jóvenes pintores para becas. Durante las vacaciones en Mentón, veíamos a Brassaï, quien era el fotógrafo de Picasso y artistas como Graham Sutherland o el pintor Raza de la India. Desde la época de los Disidentes, aunque él no pertenecía al grupo, era muy cercano a la querida Aimé Battisitini. Y muchos más amigos regados por el mundo. Imposible nombrarlos a todos…. También personas admiradas como Bélgica Rodríguez, Elena Vargas, Gustavo Morales, Patricia Guzmán y Vicente Gerbasi, ambos poetas, o Sofía Imber. Tuvo grandes defensores entre los críticos de arte como Alfredo Boulton, Roberto Guevara, Gaston Diehl, Frank Elgar. Amigos entrañables como Roraima y Pedro Garroni. En Francia conoció a Miró, Léger, Lobo, a Pierre Seghers, poeta y editor francés. Picasso le regaló un grabado muy hermoso.

Además de su muy conocida obra como pintor y escultor, Poleo se desempeñó en otras actividades creadoras: ¿podría hablarnos de ellas?

Quiero destacar antes la importancia del dibujo y del soporte del papel en la obra de Poleo. Siempre forma parte de la investigación y del trabajo preliminar a una obra. Pero siempre es considerado como una obra en sí misma. En los años 50 retoma su actividad como muralista. Las litografías, mayoritariamente en los años 60, son una trabajo sobre la forma y el color. Trabajó también con el grupo Taga de la Nena Palacios en Caracas. Hizo serigrafías para el Grupo Telarte de Carmen Tinoco. A finales de los 70 y 80, tuvo una intensa actividad creativa en los talleres Pinton Frères de Aubusson y realizó con ellos grandes tapicerías. Las joyas, en oro o plata con esmaltes realizadas con el joyero italiano Gennari y las esculturas planas, en acero inoxidable, realizadas en Milano, son trabajos que se hicieron más o menos al mismo tiempo en los años 70. Creo que mi padre tuvo una visión muy joven y moderna con esas dos técnicas. Hay dos grandes Medallones de Bolívar en bronce, hechos para el Bicentenario (uno en el IVIC y otro en el Metro de París). También hizo monedas con la figura de Bolívar para la Unesco. Las esculturas en bronce tridimensionales de finales de los 80 son póstumas. Hay dos vitrales monumentales en Caracas: en el aeropuerto de Maiquetía (desgraciadamente, el público ya no lo puede ver pues se encuentra en una zona VIP) y en la estación del Metro La  Paz, en Caracas. La ilustración de un libro fue su última obra: se trata de los 4 cuentos de Gabino de Arturo Uslar Pietri, en 1986, que hizo poco tiempo antes de morir.

Quiero pedirle que comente tres de las obras fundamentales de Héctor Poleo: la pintura Los tres comisarios, la pintura Ocaso y el mural de la UCV.

 

En 1942, Poleo pinta la primera versión de Los tres comisarios, cuadro que obtuvo premios y que forma parte de la colección de la GAN. Vemos tres comisarios en un paisaje y un mundo rural de fantasía —tiene tal vez más que ver con México que con los Andes venezolanos—, tres representantes del orden en alpargata, cada uno con su machete enfundado en la cintura. Una versión latinoamericana del western. Un ícono del realismo social. Ocaso es un cuadro de 1949. La entiendo como otra obra maestra, un monumento tanto por su calidad pictórica como por su temática contra la guerra. Es una metáfora. Se parece a otro, El Héroe. Aquí vemos un patchwork de elementos: una cabeza conformada por un casco de soldado roto, atravesado por una alabarda, una máscara de tragedia griega y una piel vieja y curtida. Todos esos elementos sostenidos por unos palos de color y asentados en un cementerio con cruces de soldados muertos. Para Poleo, la guerra en todas sus épocas siembra solo muerte, crueldad y deshumanización. Por último, entre 1953 y 1954, Villanueva le pide a mi papá colaborar con una obra para la Universidad Central de Venezuela. Entonces hizo el hermoso Mural del Rectorado de la UCV. Su intención era resaltar los diferentes oficios en una obra al fresco. Es una obra de realismo social. Para el Bicentenario de Bolívar, Ipostel emitió un sello con fragmentos de la obra.

Hay un retrato donde Héctor Poleo está junto a Rómulo Gallegos, en una exposición del artista en la Biblioteca del Congreso de Estados Unidos. ¿Cuáles fueron las circunstancias en que Gallegos estuvo presente en la misma?

En 1948, el presidente Gallegos realiza una gira a Washington para entrevistarse con el presidente Truman y visitar la exposición de mi padre en la biblioteca del Congreso de Washington. Gallegos admira su trabajo. En esa ocasión, Andrés Eloy Blanco, gran poeta y  amigo de mi padre y ministro de Relaciones Exteriores en ese momento, pronunciará un discurso concediéndole a mi padre el título de embajador plenipotenciario espiritual de Venezuela. En la foto con Gallegos, mi padre le muestra su obra Autorretrato.

Se cumplen 70 años del Premio Nacional de Artes Aplicadas a Adela Rico de Poleo, su madre. Cuéntenos de ella y de su obra. 

Fue un Premio Nacional de Artes Plásticas muy merecido. Era una genial ceramista. No sé si recuerdan el hermoso cuadro de mi padre que se llama Adela ceramista y que representa a mi madre. Mi madre desarrolló el informalismo en cerámica, cuando muchos artistas hacían cacharros o vasijas. Estudió mucho las técnicas de las cerámicas romanas y bizantinas. Cuando llegó a Francia, comenzó a trabajar en el taller del ceramista francés Paul Savigny, en París. En casa, teníamos un pequeño horno para cocinar las piezas de barro. Creo que su trabajo tuvo una gran influencia en mi padre, aunque sea tabú decir eso en los medios de la crítica de arte. Casada con mi padre, no le resultó fácil hacerse un camino propio. Fue su musa y también su consejera. Lo orientó hacia la escultura y lo estimuló a diversificar su trabajo. Ella representará un gran vuelco en la vida de mi padre, pues lo ayudará a dar un vuelco hacia una modernidad más profunda, ya que ella perteneció a una generación de artistas como Soto y Cruz-Diez. En los 70 volvió a pintar, atraída por un cinetismo colorido y light. En los 80 expuso en París cerámicas inspiradas en los petroglifos venezolanos, con figuras antropomorfas. Su vida fue marcada por el amor a mi padre y a su familia. La gestión de la obra de mi padre después de su muerte fue problemática, también por sus problemas psiquiátricos. Su bipolaridad había comenzado en 1968, justo después del Mayo 68 parisino. Era una persona bella, brillante y divertida, llena de contrastes, muy inteligente y sensible. La muerte de mi padre, el amor de su vida, que siempre la protegía, la dejó desconsolada. Muere en 2017 en Caracas.

He leído que el archivo de Héctor Poleo será ofrecido a instituciones y coleccionistas. ¿Poleo tenía conciencia del valor que tenía su trabajo? ¿Podría contarnos qué hay en ese archivo? 

Estoy poniendo a la venta la totalidad de la colección de mi papá y sus archivos. Mi padre era muy consciente del valor de su obra. Era una persona extremadamente organizada y ordenada. Guardaba todo lo relacionado con su obra. Ahora todo ese material se encuentra a la venta: los catálogos de las exposiciones desde los años 30 hasta 1986; la correspondencia con museos, críticos, coleccionistas, textos importantes escritos sobre su trabajo por grandes personalidades de las letras como Asturias, Otero Silva, Alfredo Boulton, etcétera. Guardaba los ektacromos, las fotos de sus obras y las fotos personales o de familia tomadas con su Rolleiflex. Los documentales, las monografías, los artículos de prensa de todas las épocas. Textos escritos por él sobre su trabajo. También en los archivos se encuentran todas las grandes reproducciones de sus obras emblemáticas —posters, postales—. La colección incluye pinturas y dibujos sobre papel de la época de New York como El Portero o retratos de mi madre, bocetos preparatorios a color de grandes cuadros de los 50, 60,70, 80, y también bocetos de obras monumentales, esculturas o joyas. En la colección se encuentran también las litografías y las serigrafías hechas entre los 60 y los 80. También se encuentran los bocetos para Los cuentos de Gabino, de Uslar Pietri, que mencioné. Los archivos suman unas 2.000 piezas. Suena como si fuera enorme, pero en verdad son piezas pequeñas y medianas, que no ocupan mucho espacio.

*Alexandra Poleo (1957) es pintora, fotógrafa y mezzo soprano.


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