Emeterio Gómez | Cedice Libertad

Por WLADIMIR ZANONI

Esta nota intenta explicar, tal vez con poco éxito, qué fue aquello que nos enseñó Emeterio Gómez sobre la noción de valor en economía y de su relación con la ética. Pensamos destacar este aspecto de lo que fuera el pensamiento de Emeterio no solo por antojo, sino más bien como un intento por visibilizar un aporte importante del maestro a la comprensión de lo humano. Aporte que es acaso un gozne ignorado por los compartimentos estancos del conocimiento disciplinario en economía y en filosofía. Y para alguien que estuvo tan cerca de Emeterio como su alumno por muchos años, es un hermoso privilegio tener la oportunidad de articularlo.

¿Cómo se forman los precios? Emeterio se hacía esta pregunta valiente hacia fines de los 80 porque cuestionaba la respuesta convencional, muy a pesar de que la teoría económica, desde hacía ya tiempo, contaba con una perspectiva teórica aceptada para pensar este proceso. Pero él destacaba que, en el modelo neoclásico, la noción de que los precios se forman sobre la base de valoraciones individuales de los seres humanos estaba soterrada. En este modelo, se percibe, se asume la existencia de un sistema de referencia inherente a cada ser humano que le lleva a ordenar sus objetos de elección. Luego, dadas las limitaciones generadas por los ingresos y los precios de mercado, los individuos consumen algunos de esos objetos priorizados y a propósito de ese consumo reciben utilidad. La utilidad es una unidad que cuantifica el valor que atribuimos a las cosas.

Yo recuerdo que, conversando con el profesor Ronald Coase a sus 94 años, él reiteraba que el no haber sido formado en la teoría neoclásica económica le había posibilitado (en 1921)  una perspectiva diferente para pensar qué son y qué hacen las empresas. ¿Acaso esto le pasó a Emeterio en su comprensión de cómo se forman los precios? Pues es posible. Yo aprendí de Emeterio que los precios son realidades intersubjetivas; realidades que se objetivan a partir de las valoraciones individuales de muchos. Yo conecto esta idea (tal vez porque a él se lo escuché) con la intersubjetividad de Adam Smith en la Teoría de los Sentimientos Morales. Entonces, si todos estamos ponderando los atributos valiosos de lo que una misma cosa es, luego estas valoraciones se consolidan/agregan de forma objetiva en un “algo”. Ese algo es el precio.

Y luego la categoría precio se convierte en atributo de las cosas valoradas. Los precios se convierten en un “algo” objetivo y hay que pagarlos (nos guste o no). Pero lo que Emeterio enfatizó con la vehemencia que le caracterizó es que los precios existen porque los seres humanos ejercitamos de manera permanente nuestra capacidad para valorar. De esta forma, ponía el acento en que se debe concebir a los individuos como entes activos (aunque no siempre conscientes) en el proceso de formación de los precios y no como entes pasivos que son simplemente “tomadores de precios”.

Esta conceptualización que nos ofreciera Emeterio conectando el cómo valoramos las cosas con la teoría subjetiva del valor no está libre de críticas, pero tiene, en mi opinión, implicaciones importantes. Porque si nuestras valoraciones importan para determinar los precios: ¿no serán estas valoraciones también relevantes para objetivar las nociones de lo que está bien y lo que está mal? ¿Hasta qué punto el proceso humano de valoración de los atributos de los objetos en “la naturaleza” que lleva a la consolidación de los precios puede ser considerado el mismo proceso de valoración de las realidades éticas?

Y es tal vez desde aquí, desde esta reflexión o pregunta que escuchamos del maestro en reiteradas ocasiones, desde donde Emeterio abrió una zanja que le llevaría a la compleja tarea de tratar de entender el sentido de “lo humano”. Lo que inicia como un interés epistemológico por la filosofía de la ciencia, se convierte en una búsqueda activa para comprender cómo formamos e imponemos juicios éticos: valoraciones. Valorar es poner en la realidad algo que no existe. La valoración moral reside en nuestra capacidad para decir no. Entonces comprender cómo y por qué hacemos estas valoraciones, estos juicios, se convierte en una pasión para Emeterio.

Valorar es crear, nos decía. Es, cuando menos, dotar de sentido a las cosas. Entonces resulta casi necesario tratar de entender cuáles son los límites de nuestra capacidad para expresar esa voluntad, esa capacidad creativa. En economía estas ideas están en Keynes y en Schumpeter. Keynes: el estado como ente moral, esto es, con capacidad para alterar la realidad económica. Schumpeter: la innovación empresarial como manifestación de la creatividad humana. Ambos procesos entendidos como maquinarias del desarrollo capitalista que dinamizan la sociedad moderna, norman equilibrios en los precios y permiten la superación de la pobreza.

En filosofía, mucho de esto se resume en Nietzsche. Es Nietzche por las trampas del lenguaje. Y lo es también por la perspectiva de que el hombre es, en esencia, manifestación de su voluntad (“El hombre pone su voluntad en todas las cosas. En las que no las pone, pone al menos un sentido. Es decir cree que en ellas hay una voluntad”). Es también Heidegger, por aquello de la experiencia ontológica fundamental, el momento creativo y la caracterización del pensar como una tarea que va más allá de la deducción lógica.

Emeterio nos invitó a todos a pasar por una estrecha puerta. Una que él abrió al descubrir que el sistema de precios no tiene existencia en sí mismo, sino que somos los seres humanos quienes le damos sentido manifestando nuestra voluntad, ejercitando nuestra capacidad para valorar. Luego esta perspectiva nos convierte en sujetos morales; entes con responsabilidad individual. Y de allí un salto a la idea de libertad. La libertad que existe en cuanto capacidad para relacionarnos con los demás, libertad que podemos transformar también. Que tenemos responsabilidad de transformar.

Yo me atrevería a afirmar que Emeterio consolidó un programa filosófico completo. No se pueden discutir todos los aspectos de este sistema sin estudiar sus muchos escritos. Aquí proponemos de dónde posiblemente surge su reflexión originaria, una reflexión que, sin lugar a dudas, todavía hace preguntas incómodas a las mentes acomodadas. Valga decir que el maestro se nos anticipó algunos años a la caracterización de la crisis del mundo occidental como una crisis ética. Una crisis de la que todos somos responsables.


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