Daniel Mordzinski | ©Vasco Szinetar

Por ALFREDO MEZA

Al recorrer Cien fotos*, muchas vidas, la muestra que el fotógrafo argentino Daniel Mordzinski inauguró en la ciudad colombiana de Cartagena en presencia de un público maravillado ante el proyecto vital del creador, de inmediato surge la pregunta: ¿y cómo fue posible que este hombre, nacido en Buenos Aires en 1960 y afincado en París, pudiera retratar de esta forma a los escritores más importantes de ambas orillas del Atlántico?

Parte de su método lo contó en un discurso emotivo antes de cortar la cinta de la exposición. No faltaron anécdotas como esta: durante en la edición del Hay Festival de 2009, el fotógrafo desayunó con Mario Vargas Llosa y su esposa en el hotel que centra las actividades de este frenético último fin de semana de enero. La conversación derivó hacia los afluentes de una amistad que en ese entonces cumplía 25 años. Mordzinski le propuso entonces al Nobel peruano hacerle algunos retratos utilizando una palabra que, cuando la pronuncia, los escritores saben qué se enfrentan: fotinski. El término es un acto de complicidad entre retratista y retratado que permite apreciar en el resultado, expuesto en la sala del Centro de Cooperación Española de esta ciudad, el trabajo de un hombre capaz de darle forma al inconsciente.

Vargas Llosa aceptó la invitación y lo citó para el mediodía, una vez culminada la presentación que tendría con el periodista Juan Cruz. Justo cuando se preparaba para caminar —en Cartagena nadie toma un taxi para moverse entre las conferencias durante los días calurosos del festival— hasta el sitio donde lo habían citado, recibió una llamada de Mercedes Barcha. Gabriel García Márquez, su esposo, había aceptado fotografiarse. La cita era al mediodía en su casa y lo recibiría con un traje blanco y su camisa amarillo pollito.

A Mordzinski le tocó entonces convencerla de retrasar la cita hasta la primera hora de la tarde, sin decirle, por supuesto, que justo a esa hora estaría con Vargas Llosa. Todos en el auditorio sabían en el lío en el que estaba metido. ¿Pensarían acaso en el puñetazo que el peruano le propinó al colombiano en 1976 y que rompió para siempre su amistad? Las sonrisas de los asistentes indicaban que sí.

Para agradecer el gesto, Daniel Mordzinski decidió presentarse con una caja de bombones. Cuando estaba dispuesto a tocar el timbre de la casa del Nobel advirtió que los chocolates se habían derretido bajo el sol picante del Caribe y le habían manchado la camisa. Tuvo que trabajar así para no perder una cita única. Al final obtuvo un regalo: que Mercedes le propusiera retratarse junto a Gabo. Estas imágenes son parte de ese gran atlas de la literatura iberoamericana que el fotógrafo construye desde hace 35 años.

Que estas dos citas hayan coincidido habla no solo de la dimensión de su proyecto, sino del respeto que los escritores sienten por su trabajo. Durante todos esos años su método se ha hecho célebre entre ellos. Todos saben que no están frente a un hombre que solo va a registrarlos de cualquier forma para ilustrar el texto de un periodista. Están, sobre todo, ante un tipo culto y sensible, que conoce la obra de sus fotografiados y que no solo se ha leído las contraportadas de los libros para tener una conversación ocasional. Así, el resultado es más una valoración psicológica del autor y una interpretación de la trastienda de su obra. Nadie puede resistirse al encanto de alguien que no concibe su trabajo como a un trámite.

Todo esto explica la tragedia que significó para los escritores la pérdida de una parte de su archivo en 2013. Fue un descuido estúpido, una inquisición involuntaria de un patrimonio que nos pertenece a todos. Durante una mudanza los empleados del periódico francés Le Monde tiraron a la basura los negativos que el fotógrafo había reunido en 27 años de trabajo (1979-2006). Desaparecieron instantáneas de Borges y Cortázar, pero también de escritores franceses, españoles, italianos, israelíes o africanos. “Solo se han salvado las cientos de fotos que alguna vez digitalicé para libros o exposiciones, el resto desapareció para siempre”, escribió en un texto en su web.

No quiso hablarme de ese episodio quizás porque no quería opacar con su tragedia a los verdaderos protagonistas de la noche. Era una herida muy reciente, pero no se notaba abatido. En la columna que escribió su amigo Vargas Llosa a propósito de la desaparición de los fotogramas se revela de qué madera está hecho. “Sé que Daniel Mordzinski (…) ya debe estar en estos días, como estuvo ayer y como lo estará mañana, en alguna feria o festival del libro, cámara en mano, disparando flashes y esa cordialidad y simpatía que le rebasan por todos los poros, y con esa energía que le permitirá en pocos años, derrotando al infortunio, reconstruir una colección tan valiosa como la que acaba de perder”. Así ha sido. Durante cuatro días he visto a Mordzinski, tocado por una boina, siempre de negro, saltando de evento en evento, con una energía que nunca se apaga a pesar del calor húmedo de Cartagena.

Quizá la foto expuesta del autor guatemalteco-estadounidense Francisco Goldman resuma como ninguna otra el espíritu de la muestra. Mordzinski propuso fotografiarlo sobre una barca anclada en un muelle de Cartagena. La imagen tiene un significado para quienes conocen la trágica historia de la muerte de la esposa del autor, y otro para los expertos en el resultado de la imagen, que es en realidad fotograma impresionista. «Todo esto es la consecuencia de una noche de amor entre la literatura y la fotografía», dice el fotógrafo. Para él, cada Hay Festival es como la rutina de enfrentar la terca mudez de la página en blanco.

Convencer a Goldman de volver al mar y retratarlo en medio de un mar revuelto es el resultado de la complicidad que ha forjado con tres generaciones de escritores. «Y esto ha sido así porque soy honesto con todos ellos». Por esa razón todos terminan a su merced: acostados en la misma hamaca y descalzos, como Joaquín Sabina y Joan Manuel Serrat; o barriendo como camarero de hotel, como el colombiano William Ospina, o bajo la ducha, como el director Fernando Trueba. Es la intimidad como motivo artístico.


*Cien fotos fue el nombre de la exposición que Daniel Mordzinski realizó en la ciudad de Cartagena de Indias, Colombia, en el marco del Hay Festival.

**El método Mordzinski en cien pasos fue publicado en www.elpais.com el 31 de enero de 2015.c


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