MARIANTONIA PALACIOS Y JUAN FRANCISCO SANS, 2014, ARCHIVO FAMILIAR

Por DIANA ARISMENDI

Y cuando llegue el día del último viaje,

y esté al partir la nave que nunca ha de tornar,

me encontraréis a bordo ligero de equipaje,

casi desnudo, como los hijos de la mar.

 Antonio Machado, Retrato

Ligero de equipaje: así se fue de este mundo Juan Francisco Sans, el compositor, el pianista, el musicólogo, el investigador, el editor, el profesor, el director, el que todo lo compartió. Durante las últimas semanas de su vida subió al portal Academia.edu en Internet decenas de sus artículos de investigación, generosamente lo dio todo para irse ligero de equipaje. Los que no sabíamos sobre su condición de salud no entendimos tal profusión, y por ello lo observamos con descuido, acostumbrados como estábamos a su generosidad, porque siempre lo dio todo, porque siempre trabajó por la música y los músicos, por quienes lo precedieron en el tiempo, por sus alumnos, sus colegas, por su público, y por la música de América Latina —pasión que nos unía—.

Conocí a Juan Francisco cuando todos éramos unos “chamos” en 1980, en el Conservatorio Juan José Landaeta, ubicado entonces en una hermosa quinta de Campo Alegre, del arquitecto Manuel Mujica Millán. Allí coincidimos en las clases del profesor Antonio Mastrogiovanni, compositor uruguayo que vivió por largo tiempo en Venezuela. En los tres pisos de la quinta podía uno pasar de las clases de composición de Mastrogiovanni a las de Antonio Lauro, Eduardo Kusnir, Primo Casale y Ángel Sauce, estos dos últimos también profesores de Juan Francisco. Había quienes buscábamos afanosamente maestros que nos llevaran de su mano a la vanguardia musical. Juan Francisco, siempre conciliador, tuvo la sabiduría o la intuición de aprender de todos. A los 20 años era ya un espíritu posmoderno para quien no existía una única verdad, sino diversos modos del saber.

En ese entonces un grupito de estudiantes de diferentes procedencias nos reuníamos a estudiar música contemporánea y composición de la mano de este maestro que venía de formarse y vivir en Italia y que había sido, además, alumno del prestigioso Instituto Torcuato Di Tella en Buenos Aires. Juan Francisco era un jovencito discreto y ávido de aprender, con fama de excelente pianista y de curioso e inteligente. Allí, en el Conservatorio Nacional de Música Juan José Landaeta, se preparó mientras asistía a la Escuela de Artes de la Universidad Central de Venezuela. En 1987 egresó como maestro compositor.

Su obra, escrita a lo largo de cerca de cuarenta años, abarca poco más de veinte composiciones originales entre las primeras conservadas en su catálogo fechadas  a mediados de los 80, como su Toccata, para piano a cuatro manos y 2 percusionistas escrita en 1985; el Impromptu, de 1987 para orquesta sinfónica, y, del mismo año, el Tríptico para el día de Corpus Christi, la primera de sus obras corales, todas obras de graduación, hasta las últimas escritas en 2021: Clásicos de no futuro, Suite para cuarteto de cuerdas y Una sombra cae sobre el mundo, para coro mixto.

Incansable como era, desde muy joven se abocó a trabajar en la difusión de la música venezolana. Primero de las obras de sus compañeros de generación, organizando el I y II Encuentro Nacional de Compositores venezolanos (1994, 1996), del que fuera director artístico, realizados en los espacios del Centro Cultural Banco Consolidado, hoy BOD. Por la misma época, en el programa que condujo durante una década (1990-2000) en la Radio Nacional de Venezuela, Compositores de América, produjo un espacio que le permitía difundir en un programa semanal un importante repertorio de música de nuestra región. Más tarde en la producción y grabación de una serie de discos bajo el signo de “la posmodernidad”, gracias a los cuales se pueden conocer y disfrutar obras de compositores de su generación y, en años más recientes, en el trabajo arduo y sostenido como tutor en la UCV, en la que creara y desarrollara, junto a su esposa Mariantonia Palacios, una línea de investigación de ediciones críticas que tanta falta hacía en nuestro país y que tanto bien ha hecho. Olvidaba recordar su notable pasaje como presidente de la —hoy extinta— Fundación Vicente Emilio Sojo y, ¿saben una cosa?, Juan Francisco en ninguna de estas instancias se dedicó a editar, grabar y difundir sus propias obras, sino a pensar en el país, a pensar en historia y en todos los casos fue enormemente generoso ocupándose de la música de los otros, buscando organizar la historia de la música de Venezuela, siempre tan desatendida.

Como sucede con casi todos los compositores venezolanos, se les conoce personalmente o “de referencia”, algo sabemos de su catálogo, si escribió mucho o poco, si es o fue un compositor predominantemente sinfónico o coral, si incursionó en el cine y en el teatro, en la ópera o la electrónica, pero en la realidad se conoce poco la música, pues más allá de una fecha de estreno poco se reponen las obras, menos aún se graban, lo que dificulta el acceso a su escucha y eso sucede con la obra de Juan Francisco, de quien tan pocas cosas consigo subidas a las plataformas de música en Internet.

Así que detengámonos nosotros en su obra. Tres piezas corales escritas en su primera etapa: Tríptico para el día de Corpus Christi, de 1987; Seis por ocho, de 1990, sobre un texto del escritor venezolano Carlos Augusto León, versionada más tarde (2008) para voz y piano y dedicada “a mi amada esposa”. Luego vendría su Cántico de las criaturas, sobre el magnífico texto de San Francisco de Asís, de 1993. Muy recientemente ha salido a la luz la existencia de la que sería su última obra, Una sombra cae sobre el mundo, con textos del músico y poeta colombiano Fernando Linero, de la que nos legó dos versiones, una para coro mixto y otra para 12 voces.

Para instrumento solo, dos obras: la hermosa y difícil Marisela, para arpa sola escrita para Marisela González, su gran intérprete. Del mismo año, las Variaciones postmodernas sobre un tema barroco, para piano solo.

En el campo sinfónico, además del Impromptu de sus años de estudiante, escribiría tres obras para solistas y orquesta: Canto a los hijos infinitos, en 1989, para barítono, coro y orquesta; Tañidos, para tres guitarras y orquesta en 1996, dedicada al Trío Raúl Borges, y Cuento sin fin, (1999-2002 ) para arpa y pequeña orquesta de cámara, encargada por Marisela González para el Tercer Encuentro Latinoamericano de Arpas realizado en Venezuela. Su estreno tuvo lugar mucho después de la realización del mismo, de allí su nombre. Juan Francisco experimentó también con la música electrónica con su Lasciatemi morire, variaciones sobre un tema de Monteverdi, para oboe o saxofón y cinta magnetofónica —tape— que estrenaría el oboísta Jaime Martínez. Con la electrónica una vez fue suficiente.

El catálogo crece cuando llegamos a la sección de música de cámara, quizás su género preferido: la Toccata ya mencionada, para piano y percusión, sin duda escrita bajo la influencia de Bela Bartok. Nova et vetera, para 3 guitarras, compuesta en 1988, cuando comenzara su estrecha relación con el Trío Raúl Borges. La obra está bien resguardada en un par de ediciones y en una magnífica grabación profesional que se puede escuchar en Soundcloud. Una de mis favoritas, Canto aborigen, 7 recreaciones sobre temas indígenas venezolanos para arpa y flauta, cuyas interpretaciones se hicieron legendarias en las manos de Marisela González y Luis Julio Toro, igualmente editada y grabada, bien difundida entre las generaciones más jóvenes. Podemos escuchar una excelente interpretación en YouTube.

De la liberación de las formas, para contrabajo y piano, de 1990, “suerte de ensayo musical con título de tratado medieval”, que grabara junto al magnífico contrabajista Luis Gómez Imbert, a quien fuera dedicada la obra, publicada en el disco Con corda, bajo el signo de la posmodernidad. De 1991, su Fantasía Casale, para oboe, clarinete, trompeta, fagot y piano, dedicada al quinteto Galzio, escrita sobre un tema de su maestro Primo Casale, excelentemente grabada en el disco Celedonia, de la serie «signos de la posmodernidad», publicación que me honra compartir con él, ahora disponible a manera de homenaje en YouTube. Luego vendría, en 1996, La Contadera, para dos trompetas, corno, trombón, tuba y piano —la última de esa etapa—, dedicada a Gustavo Matamoros y el Meridian Arts Ensemble, estrenada en 1997 en el Subtropics New Music Festival en Florida.

En entrevista con Evelyn Navas Abdulkadir, publicada en Venezuela Sinfónica, Juan Francisco confesó: “Últimamente el trabajo musicológico me ha absorbido tanto, que apenas he tenido oportunidad de hacer orquestaciones de obras históricas, pero no composiciones propias. Mi catálogo es pequeño, pero debo decir con satisfacción que lo han tocado casi todo, y lo siguen tocando todavía”. Estas orquestaciones también merecen ser mencionadas, otro compromiso cumplido con el acervo de la música venezolana: la Fantasía sobre el tema Dámele betún para dos pianos de Juan Vicente Lecuna, en 1994; la Fantasía Bolivariana para seis bandas sobre himnos de los países bolivarianos, de Pedro Elías Gutiérrez, en 1999; las 17 piezas infantiles para piano de Antonio Estévez, en el año 2000; los Siete aguinaldos venezolanos del siglo XIX, en 2001; seguirían el Prelude, Vals et Rigaudon para arpa y piano de Reynaldo Hahn, orquestado en 2003, y luego las piezas para piano Mi Teresita y Un bal en rêve, de Teresa Carreño, en 2012.

Pasarían 20 años para que Juan Francisco fechara, en 2016, sus próximas obras de cámara: Estavas linda Inês, fado para voz y piano dedicado a Andrea Imaginario sobre un texto de Luís de Camões, hermosamente interpretado, disponible en Spotify; Celestes escuadras, para octeto de vientos, producto de su alianza editorial con Cayambis Music Press, en 2018, seguida de la magnífica Laberintos, para oboe y piano, también editada por Cayambis, que fuera estrenada por Sans junto al oboista Vicente Moronta, a quien está dedicada la obra, en Caracas, durante la IV edición de El oboe y sus laberintos en 2018. Moronta anuncia el estreno en Europa en los próximos meses en sendos conciertos en Berlín y Viena. La obra que sería la última de su catálogo, la Suite Clásicos de no futuro, para cuarteto de cuerdas escrita en 2021, dedicada a Juan Diego Parra, su colega del Instituto Tecnológico Metropolitano de Medellín, la institución a la que dedicaría sus años finales como docente. Celestes escuadras verá su estreno en Medellín en mayo de 2023. Alegra saber que también allí su música echó raíces.

Este catálogo necesita aún ahondar en detalles, precisar algunas fechas sobre todo de las obras que él mismo versionara. Pero hay más por hacer, sus colegas, sus amigos, sus alumnos, tenemos una tarea: difundir su obra, conocerla a fondo, hacerla perdurar.

Partimos cuando nascemos,

andamos mientras vivimos,

e llegamos

al tiempo que feneçemos;

assí que cuando morimos,

descansamos.

Jorge Manrique, Copla V

Descansa en paz querido Juan Francisco, tu música está con nosotros.


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