ANATOMÍA DE LA NOSTALGIA

Los añorantes, los expatriados, quienes hemos vivido por decenios lejos de la ciudad que nos vio crecer, en ocasiones sufrimos desdoblamientos: el alma se separa de nosotros y regresa a aquel lugar. La mía lo hacía con frecuencia, repasando los rincones del idilio, el perfil de las montañas, los mediodías rebosantes de cigarras. Hasta que se tropezó con el hambre y la atravesó una bala perdida. En uno de esos viajes astrales a punto estuvo de ser víctima de un secuestro exprés; luego, de una sesión de tortura. Supongo que en esta historia no debería mencionar siquiera el nombre de la ciudad.

Aunque mi alma, envejecida, ya no tiene fuerzas para separarse de su cuerpo y va apagándose, la última vez que vino de allá logró traerse de contrabando la luz de ciertos amaneceres. Con ella se protege de la oscuridad.

Miguel Gomes

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NERUDA Y LA LUZ

En el poema XII del Libro de las preguntas, el poeta Pablo Neruda inquiere:

“¿Sabe la bella de Caracas

cuántas faldas tiene la rosa?”

El verso se dio a conocer por primera vez en 1974, tiempo en que ya Neruda había fallecido y toda su obra inédita era aquilatada como materia de elevada poesía.

La relación del poeta con Venezuela era una de cercanas vivencias, acaso producto de visitas animadas por la amistad con Miguel Otero Silva y su esposa, María Teresa Castillo. No debe, pues, extrañarnos que el poema XXI del curioso libro se inspire en otra circunstancia nacional, aunque alguna de las palabras de la pregunta versificada pueda ser trastocada por nuestra contemporánea y muy fustigada imaginación lectora:

¿Y cuando se fundó la luz

esto sucedió en Venezuela?

Oscurana caraqueña del 30 de marzo de 2019

Federico Pacanins

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EL GRITO DE UN CINÉFILO

Ya sabes que el final de Cold War es terrible. Casi todos los espectadores nos quedamos aplastados en las butacas. Empiezan a desfilar los títulos de crédito. Cosa más larga, paisana. Y siguen con canción folclórica polaca incluida. Termina la canción pero no los créditos. Mientras en la pantalla se deslizan los nombres de los choferes contratados en Croacia, dos o tres señoras se ponen a hablar (era el día del espectador). Entonces se oye la voz de un hombre joven: “Silencio, por favor, no ha terminado”.

El silencio se hizo, creo que más por efecto del asombro que por respeto.

Tomás Onaindía

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No, jamás volveremos a ser tan jóvenes como hoy, jamás, pero eso de que la vida se conquista día a día está por verse. Puede que sea la vida quien día a día nos conquista y coloniza para su cómplice, la muerte. Es por esto, exactamente, por lo que hoy no somos tan jóvenes como ayer, pero, es la única ganancia, no somos tan viejos como lo seremos mañana. Esa es la ganancia que debemos utilizar sin dudarlo ni un instante, sin cavilaciones que la desmejoren o reduzcan.

Joaquín Marta Sosa

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LAS MISTERIOSAS DROGAS

Alguien comentó: “es un alcaloide tropánico”, y desfilaron en mi cabeza el beleño blanco, la belladona, la mandrágora. Me contuve, aunque he podido hablar de las donas bellas y pegar el salto histórico hacia la preciosa Simonetta y usar de parábolas a Boticelli, el nacimiento de Venus, los hermanos Vespucio y los Médici. He podido concatenarlo todo con la sospecha de que Lorenzo de Médici fue en su niñez el verdadero Romeo. Después de eso señalaría que Julieta tenía trece años de edad cuando usó la mandrágora para que la creyeran muerta y el tonto de Romeo, quizá de catorce abriles, se envenenó con acónito, esto es Aconitum napellus, una planta que al parecer no brotaba por los lados del Mediterráneo. Pero en Verona abundaban los comerciantes viajeros.

En la Edad Media, cuando creían mucho en brujería, decían que antes de iniciar el aquelarre, las brujas se ponían ungüentos de belladona o de mandrágora en sus vaginas hechiceras porque así incitaban el delirio sin correr riesgo de envenenamiento. Y soñaban que levantaban vuelo con sus escobas. Las malas lenguas han llegado a decir que los palos de las escobas estaban untados con esas drogas.

José Pulido

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AMANECE

Seguimos sin ley, sin orden, estancados en los batientes inútiles de una desolada travesía en ruinas, guiados por el golpe de timón de una tutela arbitraria que maneja decisiones y argumentos desconocidos; encerrados en la angustiante incertidumbre de no saber adónde más podremos llegar en este día que comienza.

No obstante, ese mar tan hermoso como crispado también significa la capacidad abierta de inocular en cada rompiente el libre paso del vínculo. La épica y la piedad aparecen, desde todos los dolores del mundo. Es el atajo descarriado y lúcido de una poética del instante donde la voluptuosidad de la marea nos mide y nos penetra, profundiza en el movimiento de lo que se desvanece y de lo que surge, eleva y en cierto modo inmortaliza los reveses y luminosidades de esta bitácora tan hermosa como fatal.

Allí está otra vez…

El inigualable poder subterráneo de la vida y del tiempo, de la percepción y la creación; de esto que hemos vivido y que deja al conocimiento titubeante, como aquellos lúcidos golpes que también dio en su travesía la poeta Blanca Varela:

“terco azul / ignorancia de estar en la ajena pupila /como Dios en la nada”.

Lorena González Inneco

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29 de mayo de 2011

Soñé con guerrilleros, fuselajes, aparatos de aire acondicionado y selva.

Leía todo esto en las páginas de un libro escrito por un amigo de infancia.

Un amigo que practica una escritura doméstica caótica: usa de manera errática mayúsculas y puntos, partiendo las frases, haciendo pausas confusas.

Douglas Bravo, personaje muy ajeno a la realidad de mi amigo, también aparecía en el sueño.

Un sueño rarísimo.

Me pregunto qué diablos hace Douglas Bravo en mis abismos.

Lena Yau

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DESDE LA MARQUESA DE MERTEUIL

Cada vez me interesan menos las estatuillas doradas y las alfombras rojas de la gran noche angelina. Sin embargo, en el tedio televisivo de un domingo de febrero, terminé presenciando cómo Glenn Close perdió, con The Wife (2018), su séptima nominación al Óscar. No he visto la película y no sé si su actuación superaba a la ganadora británica, pero en la transmisión por TNT, al enfocar la cámara su rostro de frente amplia, con mirada tan inteligente como angustiosa, presentí que de nuevo se lo hurtarían. Porque ya lo hicieron con Dangerous Liaisons (1988), donde encarnando a la marquesa de Merteuil, Close mostró, cual exégeta de Laclos, que la artificiosidad es antigua máscara social retocada en los salones barrocos. Por haber visto el filme de Frears antes que Fatal Attraction (1987), ese hurto precede, en mi memoria cinematográfica, al de Alex Forrest, la madama Butterfly desechada por el amante casado que migra al suburbio neoyorquino.

Tan pronto leyeron el fallo apagué el televisor, como en protesta anónima y fútil, desde un oscuro rincón del Tercer Mundo. Y mientras conciliaba el sueño, recordé el dicho de mi abuelo Alejandro a propósito de cenáculos y premiaciones: “No son todos los que están, ni están todos los que son”.

Arturo Almandoz Marte

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LO INESPERADO

Murakami nos acostumbró a una narración precisa, sencilla, a ratos realista, sin gran elocuencia o maestría estilística, pero a veces encontramos elementos irracionales, típicos de la literatura fantástica o distópica, como ocurre en Crónica del pájaro que da cuerda al mundo. Más allá de que los personajes de sus novelas sean japoneses y que las historias ocurran en tierra nipona o en países cercanos, nada hay que nos acerque a la tradición medieval de su país o a esa búsqueda por reconocer elementos constitutivos de una nacionalidad bien definida. A veces encontramos situaciones típicas de la literatura occidental: Kafka por ejemplo. El absurdo o lo paradójico surge sin explicación y termina ocupando un lugar central en la narración, como ocurrió en 1Q84 o en La muerte del comendador. Veinte o treinta años atrás esos rasgos sobresalían por lo inesperado, por lo contradictorio y fuera de sitio, pero a medida que pasó el tiempo, Murakami logró incorporar estas situaciones o personajes fantásticos de manera natural, como si fueran lo más normal del mundo. Ya las aceptamos y al hacerlo, damos por sentado la posibilidad de que también ocurra algo fuera de lugar en nuestras vidas y sociedades, que intentamos construir con empeño, desesperados por corresponder a una realidad imaginada y a la cual tratamos de ser fiel, sacrificando la posibilidad de lo inesperado y milagroso.

Ricardo Bello


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