Cuando pases sobre mi tumba | Lino De Andrade

Por CATHERINE MEDINA MARYS

El espectador puede amar u odiar lo que propone Sergio Blanco en sus obras teatrales, pero nunca permanecer indiferente. En el caso particularmente venezolano, el público de 2018 recibió primero extrañado —luego maravillado— el estreno de Tebas Land, una obra donde Blanco propone el extraño encuentro entre un escritor y un parricida.

Pronto, los estrenos de Sergio Blanco se convirtieron en sinónimo de calidad, expectativa y hasta intriga, con espectáculos como Kassandra, La ira de Narciso y El bramido de Düsseldorf presentándose ante una sala llena y aplaudiendo a rabiar. Si bien es cierto que el dramaturgo franco-uruguayo posee ciertos temas cliché que recorren gran parte de su obra (la muerte, el desarraigo, el sexo, el oficio del escritor y del lector), su manera de presentarlos es hartamente impredecible. Y, bien lo dice el refrán, en la variedad está el gusto.

Además, Blanco es el propio protagonista de su narrativa y mezcla la ficción con datos de su vida hasta al punto de que el espectador ya no sabe si lo que observa es una narración periodística o una obra de teatro. En La ira de Narciso, Blanco es un dramaturgo obsesionado por un asesinato cometido en la habitación de hotel donde se está hospedando. En El bramido de Düsseldorf, es un hijo que acompaña al padre en su agonía mientras él mismo decide convertirse al judaísmo. En Cuando pases sobre mi tumba, es sencillamente un hombre que ha decidido dejar de vivir, no sin antes escoger como su última morada una clínica en Ginebra con vista a la famosa Villa Diodati (donde Mary Shelley escribió su Frankenstein) y disponer que su cadáver sea frecuentado por un joven necrófilo.

Cuando pases sobre mi tumba es el objeto de análisis en la Didascalia de esta semana porque, en la mirada de quien escribe estas líneas, es la que mejor logra condensar las obsesiones que Blanco ha planteado en sus demás obras. Primero, la necesidad de controlar y modificar la muerte, materializada en el escritor que acude al Dr. Godwin para poner fin a su asistencia en una clínica especializada en suicidio asistido.

Después, la contemplación de la muerte. En La ira de Narciso, es el esqueleto de un mamut en un museo. En Cuando pases sobre mi tumba, es un amante necrófilo que enjuaga con aceites aromáticos el cadáver después de hacerle el amor.

Luego está el profundo desarraigo del dramaturgo/personaje ante su país natal, ante la sociedad, ante la vida. El desarraigo es lo que lleva a Sergio Blanco escritor a nacionalizarse francés, y es lo que conduce a Sergio Blanco personaje a una muerte querida, una muerte buscada.

El elenco de la obra está compuesto por Elvis Chaveinte (quien interpretó al Blanco/personaje en Tebas Land) como el Dr. Godwin, el cantautor Daniel Jiménez (quien dio vida a Renny Ottolina en el aclamado monólogo Renny presente) como esta nueva versión de Sergio Blanco, y Abilio Torres, joven actor de dilatada trayectoria en teatro y cine venezolano, como el necrófilo Caleb.

La historia transcurre entre el consultorio del Dr. Godwin, el médico que asesora a Blanco y le entrevista para conocer por qué ha decidido ponerle fin a su vida, y el jardín de la comodidad psiquiátrica en Londres donde Caleb se encuentra recluido. Así, Cuando pases sobre mi tumba se desdobla en una sola línea temporal que se desarrolla entre Ginebra, Francia y Londres.

A diferencia de otros montajes, Cuando pases sobre mi tumba es la más lúdica y, al mismo tiempo, la que menos difumina la línea entre la verdad y la ficción. La pieza arranca con los tres actores presentándose con sus nombres de pila, y posteriormente asignándose entre ellos los personajes que interpretarán a lo largo de la obra. Cada actor logra, a su modo, la verosimilitud de cada personaje, y el resultado es una pieza coral donde es posible apreciar el gran potencial de los tres histriones en un mismo nivel.

El escenario, compuesto por un diván, módulos que se ruedan para crear otros escenarios y un escritorio —además de otras piezas de utilería menor— le confieren también a la obra el carácter del parque de recreo que, de niños, podíamos convertir en casi cualquier cosa. ¿Es un consultorio? ¿Es el purgatorio? ¿Es un manicomio edificado sobre un gran cementerio medieval? La sala se convierte en cualquiera de estas opciones, a solicitud de los actores y de Rossana Hernández, directora de la pieza.

Pero Cuando pases sobre mi tumba posee otro encanto, y es que en ella los personajes objetan a su propio dramaturgo. Blanco subraya este paralelismo con Frankenstein, que señala como su novela favorita, al mismo tiempo que recuerda uno de los bramidos de la escalofriante criatura:

¡Maldito creador! ¿Por qué me hiciste vivir? ¿Por qué no perdí en aquel momento la llama de la existencia que tan imprudentemente encendiste?

En la mitología griega, Prometeo es castigado por los dioses olímpicos al llevar a los humanos el conocimiento del fuego. El regalo de Blanco, el regalo de este moderno Prometeo —título alternativo de Frankenstein— no es el don de crear la vida. Al contrario: es la idea de conceptualizar, planear, gestionar y ejecutar nuestra propia muerte.

Afirmó Sergio Blanco en una entrevista que la escritura de Cuando pases sobre mi tumba se hizo con sangre. “Todas las mañanas me despertaba de madrugaba y tardaba como media hora en preparar la tinta, porque diluía en ella un poco de sangre liofilizada. No podría haber escrito esta obra de otra manera: es un texto que trata de temas tan carnales que yo solo podría escribirlo con sangre”.


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