Eduardo Bárcenas, Delaciones | ©Alfonso Solano y Orlando Calanche

Por SUSANA BENKO

Todo se desmiembra, ninguna forma es capaz de sostenerse, ningún nombre. Vuelo irreversible hacia la sensación. Piel, trozos de piel. Dispersión. Dislocaciones. Y este sonido inmenso, retenido, denso y frágil.

(Hanni Ossott. Espacios en disolución, 1976)

Eduardo Bárcenas es un artista en extremo consciente de que su obra no se explica con la sola descripción de sus procedimientos formales ni desde la visualidad pura. Sin descuidar la importancia de la visión —ya que a través de la mirada es como inicialmente nos acercamos a una pieza— importa mucho percibirla en sus aspectos más íntimos que impulsan el trasfondo conceptual de su trabajo. En efecto, es desde el pensamiento —y desde la sensorialidad, cabe agregar— que el artista propone su lectura. Cada pieza se mira, y en cierto modo, se lee. Ello es más que una idea: es un hecho que se consolida con el tiempo al volverse una motivación cada vez más imperiosa.

La obra entonces se mira, se lee y por tanto, se (la) piensa. De este modo nos acercarnos a su Sustancia preeminente, título de la presente exposición. Explicar a qué hace referencia es adentrarnos a su contenido y razón de ser. Esta sustancia remite a la palabra como formulación esencial y primigenia de la condición humana. La palabra, y más si proviene de la poesía, es aquella que trastoca o vulnera interioridades. “Cuando me develo, soy otro”, señala el artista.

Al ver las obras de Bárcenas podemos justamente develar las capas de estas sustancias preeminentes. Este proceso en las obras recientes se produce de manera inversa al de aquellas pinturas furiosas o de gritos silenciados que veíamos en aquellos rostros entre brumas. Entonces el yo se enmascaraba en su fragilidad. Ahora no se lo enmascara: lo delata. Para ello se sumerge en la piel, no como superficie sino como capas que emiten —y a la vez encubren— contenidos que se dan a través de la palabra. De allí el concepto de delaciones con el que nombra a parte de esta serie de obras. Se trata de delatar —develar— contenidos, significaciones, resonancias que se dan esencialmente a través de la grafía del pensamiento escrito y de la poesía. Al espectador se le propone el ejercicio de ir más allá de la piel y encontrar segmentos de escrituras entre brumas y otras escrituras superpuestas. De alguna manera también el percibir, de este modo, lo inmenso porque la sustancia preeminente de lo humano parece no tener límite.

En la serie de dibujos y pinturas, el gran contenedor de palabras y fragmentos de textos diversos son el rostro y el fondo, consolidando ambos una especie de cartografía de escrituras. Caso particular es la boca de la cabeza titulada Las palabras no pronunciadas puesto que allí se conforman algunas letras del abecedario en diferentes tamaños. En otras cabezas tridimensionales, toca al espectador descubrir segmentos de escrituras en el interior de las mismas. Se trata, en resumen, de una visualidad y de un ejercicio de discernimiento de sentidos entre “capas de piel”.

En estos recorridos se mezclan fragmentos de textos que denotan orígenes geográficos distintos. Señala al respecto nuestro artista: “Allí hay una palabra escrita que surge desde el Río Bravo hasta la Patagonia, con nombres de poetas que están en esos territorios. También hay letras de canciones, música. Cantores que representan un pueblo, una región de un país. En resumen, se trata de una especie de geografía humana del continente”. Todo ello transparece entre atmósferas y capas de piel. Por otro lado, sin decirlo, está también presente la muerte, que, a fin de cuentas, es propiciadora de palabras, de vivencias poéticas. Así es como todo genera sentido, capas de significaciones: piel sobre piel.

El término delación entonces implica sacar a la luz estos contenidos en principio velados. De allí que el artista enfatice que su obra se explica desde la reflexión poética y filosófica y no precisamente por su tratamiento formal. Desde esta perspectiva, cabe señalar que la palabra deviene imagen. En consecuencia, ver implica pensar, o, dicho de otro modo: se trata de pensar humana y sensiblemente la imagen.


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