DENISE ARMITANO, ARCHIVO

Por RAFAEL RONDÓN NARVÁEZ

En estos siglos de siglas estamos fascinados por la minificción. Ocurre en todos los lugares, pero sobre todo en América Latina, donde en años recientes ha prosperado de manera llamativa. Hoy, me siento orgulloso de presentar este libro de Denise Armitano Cárdenas.

Los que conocemos a la autora desde hace años apreciamos en ella dos virtudes. Una es la constancia. Esa cualidad la ha llevado a realizar proyectos notables como la página literaria contexturas.org. Con ese mismo ímpetu, se ha fijado en el asunto de la minificción. Y lo ha hecho con varias tareas: con la reflexión teórica, con la realización de actividades públicas para promocionarla y, por supuesto, con su maravillosa ejecución.

Como condición definitoria, la minificción tiene un carácter proteico y escurridizo, más que ningún otro género. Como han enunciado teóricos rigurosos como David Lagmanovich, Violeta Rojo o Lauro Zavala, la minificción transita por  los bordes del chiste, el acertijo, la noticia y también del poema o el epigrama. De todas esas formas se nutre este libro.

Un poderoso asunto lírico lo recorre desde diferentes instancias. En algunos casos, al reducirse los elementos narrativos (acciones y tramas), resplandece la imagen: “Dentro de pocos días, y largas noches de labor ininterrumpida, un amplio jardín cubrirá el tejido de arabescos floridos y pétalos brillantes evocadores de danzas de la fertilidad”. Aquí se percibe la filigrana en el labrado de la frase, en la selección del adjetivo, en la cadencia del enunciado. También está en otros textos, cuando algunas palabras adquieren sentidos metafóricos o casi simbólicos como en “esquirla”.

Lo lírico no excluye la síntesis del epigrama humorístico como en “clasificado”; donde un “Tigre de refrán entrega su piel a quien aún se espante con ella”; o el sarcasmo, como ocurre en otros muchos textos.

Lo intertextual y lo autorreferencial

Toda obra contemporánea está imantada por la intertextualidad y la autorreferencia. Ambas ponen a prueba a la minificción, cuando suponen un lector atento y capaz de descifrar enigmas y acertijos.

Los de Atrapanieblas se refieren a la cultura, a la literatura. En el juego sutil de la alusión se sostienen algunas de estas joyas. Como ocurre con “Como anillo al dedo” con toda la reapropiación de la trama mágica del cuento de hadas, los extremos de la fortuna o las desgracias y el tránsito de un príncipe venturoso. Otra referencia es Kafka, con una de las imágenes más poderosas de la literatura contemporánea, la de aquel hombre convertido en insecto. Pero incluso percibo una posible alusión al que quisiera no olvidado Virgilio Piñeira, en aquel cuento donde un personaje desdichado sigue sufriendo aún después de suicidarse. Así lo muestra ahora Denise: “Los efectos del veneno arremeten, lo corroen desde adentro y prolongan su agonía bajo tierra”.

La autora no se conforma con alusiones textuales. Aficionada al cine, en otros relatos se percibe la referencia a películas como Los otros, La vida de los otros y Rebeca. Así que esta característica preferirá llamarla intercultural, como si fuera la donación de otras presencias artísticas en las estructuras de lo textual.

La minificción no solo es contemporánea en su cita, sino en la reflexión sobre sí misma. Estos cuentos lo hacen cuando especulan sobre los límites entre la realidad y la ficción, como ocurre cuando la autora se convierte en personaje de sus textos. O cuando piensa sobre el proceso de la escritura, como quisiera verlo en “Marina y el mar”:

Marina, cuyos afectos habían sido tragados por una tromba feroz, se dedica a colectar lo que el océano regurgita sobre la playa: restos de objetos fabriles que considera regalos —incluso oráculos— y que transforma en joyas para una solícita clientela.

El contexto

En estas piezas no está excluida la referencia al contexto. Nacieron en un momento crucial de la historia venezolana: barbarie política, emigración, carencia y olvido. Esto se percibe de manera diáfana: “Con el tiempo, el llamado al sufragio quedó desierto y la villa desapareció, sepultada en su urna electoral”. En otro se dice: “Estar ‘del lado correcto de la historia’ perdió peso moral y semántico. Invicta en su vetustez, la dictadura se perpetuó y el concepto de democracia devino tan inasible como demodé”.

En otros casos, la alusión es menos cruda, y tal vez requiera de una mayor complicidad para los lectores, como cuando describe un monumento de Caracas: “Son las columnas del Ribot, enfrascadas en eterna discusión, bajo sus máscaras faraónicas”.

Identidades en tránsito

Otros aspectos fascinantes del libro son los tránsitos sutiles de las identidades. Todo termina confundiéndose de manera sugerente en la escritura de Denise Armitano Cárdenas. Antes, mencioné la metamorfosis kafkiana. Pero hay otras, como la chica de “En tinta viridiana” o el príncipe convertido en otro.

No hay un título que sintetice mejor estas circunstancias que Atrapanieblas. Allí está abreviada la idea de tránsito, de mutación casi universal, con el objeto como ingenioso artificio construido para transformar la bruma en gotas y así utilizar el agua para tiempos de sequía. ¿Acaso no está todo el libro recorrido por esa idea?


Cinco textos de Atrapanieblas

“Comencé a sospechar el día en que la visita dejó caer un plato pero a mi esposa no pareció importarle, incluso creí percibir un indicio de satisfacción. Como si, de manera consciente o no, buscara deshacerse de esa vajilla que ella no había escogido”

Por DENISE ARMITANO

A medias

Él amontonaba en una cesta las medias desparejadas que encontraba en su camino. Como era coleccionista —de dados y naipes— decidió clasificarlas y hacerles el registro fotográfico para elevarlas a categoría de colección. Dicen que quienes reúnen objetos, por gusto y predilección, suelen identificarse con éstos. En cierto modo el azar, y quizás el arte del ilusionismo, estaban tan presentes en su vida como en los dados y los naipes. Solitario, abandonado a sí mismo en una prolongada soltería, también tenía mucho en común con la orfandad de los calcetines. Así lo captó de inmediato ella, redactora de la revista Coleccionismo hoy, al entrevistarlo con fruición y deleite depredador. Soltó el lazo de una de sus medias de seda y se la obsequió. También era coleccionista: de momentos entrañables junto a señoritos bohemios y majaderos. Sería el comienzo de un idilio, a medias.

La vajilla de Los otros

Comencé a sospechar el día en que la visita dejó caer un plato pero a mi esposa no pareció importarle, incluso creí percibir un indicio de satisfacción. Como si, de manera consciente o no, buscara deshacerse de esa vajilla que ella no había escogido y había recibido con mi bagaje de libros, obras de arte, alegrías, decepciones, anhelos y recetas también. “Es que en cada mudanza se pierden o se quiebran”, explicaba, como si nuestra vida nómada fuera la responsable o nuestros numerosos desplazamientos hubiesen ocurrido a bordo de antiguas carretas, por caminos escarpados y curvas traicioneras. Lo cierto es que aquella vajilla, colorida y jovial pero que —aunque no lo confesara— le costaba soportar, se fue reduciendo hasta quedar arrinconados, al fondo de un armario, dos platos llanos, tres hondos, algunos de postre y una que otra taza. Siempre atento a La vida de los otros, observé que en el edificio de enfrente alguien lavaba platos similares a los de “la loza de Rebecca”, como yo la llamaba. Entonces envolví las pocas piezas que habían sobrevivido. Significaría un alivio para ella y una gentileza para Los otros. Años después y en otra ciudad, al visitar un mercado de pulgas, reconocí los restos de la vajilla multicolor en su envoltorio apenas abierto junto a algunos ejemplares del mismo diseño. Los acompañaba un cartel que decía: “Llévelos gratis con la compra de otro artículo”.

Marina y el mar

—A usted le gusta mucho el mar…

—El mar no, la orilla del mar —puntualiza con desdén. Marina, cuyos afectos habían sido tragados por una tromba feroz, se dedica a colectar lo que el océano regurgita sobre la playa: restos de objetos fabriles que considera regalos —incluso oráculos— y que transforma en joyas para una solícita clientela. Los hallazgos de su predilección son aquellos fragmentos de loza en los que aún se aprecian flores, arabescos y algunos personajes de historias mutiladas, pero sobre todo los pequeños vidrios erosionados, limados durante años por la arena y el implacable vaivén de las mareas. Abundan los verdes menta, clorofila y limón, también los de color hielo y caramelo, recuerdos de garrafas fiesteras o frascos de boticario. Marina siempre espera encontrar trozos azul añil que, como ella, han convivido con el veneno. Recibe botellas, excepcionalmente enteras, aunque ninguna trae consigo mensajes: tal vez porque son ellas el mensaje. Rara vez la sorprende un diminuto cristal bermellón, tal vez una gota de su sangre.

—Entonces usted le debe todo al mar…

—No, al mar le cobro lo que me ha quitado.

Cada escándalo tiene su tinte

1995. Una nube de billetes revolotea en el cielo caraqueño ante el asombro de vecinos y transeúntes. El mítico millón de bolívares, lanzado de un piso 22, equivalía entonces a 5.000 dólares estadounidenses. Hoy, desde las gigantescas torres que crecieron en lejanos desiertos, entre burbujas de champán, las nuevas Venus de Willendorf presumen sus protuberantes anatomías artificiales y cabelleras “Negro infinito” o “Noche brillante”, lisas a ultranza. El dinero es su religión. Viajan en aviones privados, lucen joyas rutilantes y ropa de diseñadores con enormes logotipos. Engolosinadas, exhiben maletines transparentes rebosantes de pequeños lingotes de oro que parecen bombones. Una red de corrupción se devela a conveniencia y se expande en el universo digital: a ellos los llaman “pillos” y a ellas les dicen “muñecas”; pero antes de que afloren los pormenores, otro escándalo opacará al anterior y un nuevo tinte se impondrá: “Castaño Bambi”, tal vez. Nuestra capacidad de asombro merma en proporción inversa a la carencia de pudor. En el olvido quedó la jueza tan apremiada por deshacerse de la prueba de un soborno, con su leve retoque de nariz y su peinado de caracolas “Rubio claro especial”. Aunque los clásicos siempre vuelven.

Perritos de vitrina

A V. S.

Al señorito existencialista del apartamento 4-A le preocupaba que la presencia de su nueva mascota le molestara a la vecina del 4-B. Así lo expresó en el ascensor, ese reducto de conversaciones forzadas y triviales:

—Señora, no es mi deseo que Tenko perturbe su tranquilidad.

—¿Quién es Tenko? —inquirió ella.

—Es el cachorro de chihuahua que recién adopté. ¿No escucha usted cuando ladra o cada vez que me ausento, o cuando estoy y no estoy?

—Realmente no —respondió la anciana, disimulando el entusiasmo que esa clase de información despertaba en ella— un chihuahuita, ¡qué dulce! —dijo con voz soñadora antes de despedirse. Inevitablemente, Tenko desapareció. Y mientras el señorito lamentaba su pérdida, la dama longeva celebraba su llegada. Había desempolvado al dálmata del 2-A y al afgano del 5-B. También le había destinado un espacio entre sus piezas más queridas: el borzoi abandonado por aquellos aristócratas rusos que escaparon con sus pulgas y un regio pastor alemán, rescatado en la Kommandantur tras la liberación de París. Fue entonces cuando la yorkshire terrier del 3-B, acostumbrada a ser el centro de atención, comprendió que había sido destronada por un diminuto chihuahua de mirada dócil y ladridos agudos, contenidos para siempre en la vitrina.


*Denise Armitano Cárdenas (Venezuela, 1969). Narradora, publicista y traductora. Fundadora y editora de la web Contexturas.org. Ha publicado narrativa, crónica y ensayo en diversos periódicos, revistas y antologías: Papel Literario (El Nacional), La voce d’Italia, Letralia (Venezuela), Revista Brevilla (Chile), Revista Micros (República Dominicana), Plesiosaurio (Perú), Weird Review (Panamá), Editorial EOSVilla, Ángeles del papel y Editorial Lector Cómplice.


El periodismo independiente necesita del apoyo de sus lectores para continuar y garantizar que las noticias incómodas que no quieren que leas, sigan estando a tu alcance. ¡Hoy, con tu apoyo, seguiremos trabajando arduamente por un periodismo libre de censuras!