Óscar Rodríguez Ortiz / Archivo

Por JULIO E. MIRANDA 

En una nota reciente, Antonio López Ortega señalaba la importancia de Intromisión en el paisaje (1985), con el que Oscar Rodríguez Ortiz iniciaba prácticamente la reflexión en libro −más allá, pues, de los artículos puntuales− sobre la narrativa venezolana de los setenta en adelante, apenas tocada por los panoramas críticos anteriores, salvo Para fijar un rostro (1984) de José Napoleón Oropeza.

En realidad, Rodríguez Ortiz ha ido construyendo, con la discreción que le caracteriza, una de las empresas críticas más sólidas de los últimos años, comenzando con Seis proposiciones en torno a Salvador Garmendia (1976), siguiendo con Sobre narradores y héroes (1980), encontrando un estilo absolutamente propio, de elegante ironía en frases tan cargadas de sentido que exige a veces dos y tres lecturas, a partir de la citada Intromisión en el paisaje.

Ahora «pone orden» en el terreno del ensayo tras hacerlo en el de narrativa. Primera constatación: nada más confuso que las definiciones al respecto, nada más inabarcable que su abigarrado conjunto. «El género acostumbra a defenderse proclamando arbitrariedad, es decir, la ruptura de las altas cualidades venidas de lo necesario; de lo contrario perdería una de sus potencias humanas mayormente convincentes, la ficción del desconcierto» (p. 9).

Al parecer, poco resuelve el registro bibliográfico salvo para la acumulación de divergencias. Óscar Rodríguez Ortiz recurre a los (ab)usados Lukacs, Goldmann, Adorno: pueden servir para todo. Latinoamérica es, concretamente, una selva ensayística para explicar, lo cual se esgrime en toda clase de argumentos. Nuestro autor apunta que: «Tal vez el dilema preceptivo latinoamericano no sea entre filosofía y poesía cuando se trata de ensayo, sino entre literatura y ciencia (política, social, poética)» (p. 15).

Examinando su escurridizo objeto, se aplica a Venezuela: desde el «proto ensayo» de la Colonia y la Independencia («La metáfora del pretexto y la elipse lo contienen: cartas, crónicas, panfletos, sueldos editoriales, notículas, divagaciones, reseñas, discursos, ejercicios de estilo, arrebatos líricos», (p. 20); pasando por el positivismo y el modernismo («La historia conoce al dedillo la paradoja de quienes concibieron una organización para esta sociedad y se toparon con la enigmática realidad del desorden», (p. 42), que nos legaron el pesimismo como poética que ha nutrido el imaginario colectivo de la intelectualidad; siguiendo por el ensayo «humanista» de los cuarenta y los cincuenta, hasta desembocar en una actualidad en que «el tema predominante es un problema de estética: el escritor mismo o la escritura» (p. 66).

Sorprende, desde luego, que este denso y abarcador ensayo sobre ensayo −pues más que tres es uno solo-− tenga, apenas, 60 páginas de texto.


*3 ensayos sobre el ensayo venezolano. Oscar Rodríguez Ortiz. Ediciones Con Textos, Pen Club de Venezuela. Caracas, 1989.


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