CRISTINA GÁLVEZ MARCOS, CORTESÍA DE LA AUTORA

Por JAIRO ROJAS ROJAS

Aves, mamíferos, peces, insectos, reptiles. Esta variedad animal cifra un vibrante paisaje, en el libro Fauna de cal de Cristina Gálvez Martos, que le interesa más recordarnos las múltiples formas de vida que exhibirnos gastadas imágenes del universo animal. Organizado en cuatro partes, Fauna nocturna, Fauna solar, Fauna del crepúsculo y Fauna-Flora, es un orden que no niega la comunicación de sus partes. Es más, diría que propicia el diálogo entre sus protagonistas y, sobre todo, muestra el intercambio de la voz poética con especies no humanas o, para seguir la idea del antropólogo Eduardo Viveiros de Castro, con humanos que dejaron de serlo.

En rigor, la hipótesis de Viveiros de Castro es una de las tantas enseñanzas que rescata de las cosmovisiones indígenas de algunas comunidades del Amazonas brasilero. Los Araweté entre ellos. Puede que esta idea sea diametralmente opuesta a nuestra mirada occidental sobre lo animal, pero sirve para examinar y pensar otro tipo de relación, no sólo con los humanos y los exhumanos, sino con todo el entorno. La mitología de estos pueblos puede funcionar como una luz para ahondar en estas concepciones.

Por otra vía, Fauna de cal también plantea otras posibilidades de mirar el mundo animal. No le interesa la limitada observación racional que suele caer en la ilusión de superioridad de especie, por eso asistimos al recuento de diálogos con interlocutores más bien habituales en las fábulas, las leyendas, los mitos y la literatura infantil.  La audaz resolución de Gálvez Martos de explorar y explorarse con estos escuchas revive atávicas intuiciones y nos recuerda que nuestra charla con los animales tiene vieja data y múltiples caminos. De allí que parte del efecto de su propuesta aplane la habitual pirámide jerárquica, desdibuje las líneas que remarcan la otredad y se suspenda la descripción realista optando por las imágenes como vía expresiva. Sólo hay una forma de leer el catálogo ideado por una zoóloga, pero muchas de leer estos poemas gracias a su riqueza de sentidos. De nuevo, estos poemas, por momentos, rozan concepciones de sabidurías no hegemónicas. El Chamán o la chamana quizás sea la figura más conocida de quien acude a un animal buscando orientación y sabiduría. En ese contexto ritual, volverse animal es afinar los sentidos y la lucidez.

Cada poema se desenvuelve en un escenario particular, uno se acerca a una pequeña historia, otro es diálogo, reflexión, deseo, espejo, exploración. Hay algunos animales más familiares como los gatos, quienes son protagonistas de sentidos homenajes. Es imposible no recordar el maravilloso libro Cantos a Berenice (1977) que la inmensa poeta Olga Orozco le dedica a su gata. Pero el repertorio de protagonistas es variado: caballito de mar, mantis, polilla, culebra, oso, por nombrar solo algunos. Para reforzar el concepto que le da unidad al libro, el espacio es compartido con ilustraciones de Luis Ignacio Cárdenas. Imágenes de seres híbridos, un mestizaje donde lo humano y lo animal, lo natural y geométrico conviven en armonía. Lo visual también se inclina a borronear límites. Contra el magisterio abusivo de las fronteras y contra la expresión inmediata y prescindible de versos efímeros estos animales, por suerte, nos dan otro ritmo y otro paisaje.


*Fauna de cal. Cristina Gálvez Martos. Ediciones Azalea, 2023.


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