De todas las crisis me he recuperado con un método que para mí es infalible: trabajando.

Rafael Arráiz Lucca

Por JAVIER CERISOLA

Las autobiografías, los diarios, las conversaciones y entrevistas de corte personal son documentos preciosos. Conocer de de la propia mano o interactuar a través de otros con gente cuya pluma u obra pública cual sea estimamos, es siempre una suerte de experiencia lectora y emocional distinta. Sentimos que estamos en confidencia, hurgando entretelones, revisando las costuras internas de aquél cuya suma vital, abierta o cerrada, nos atrae por sus logros y productos.

Por naturaleza, son el puente mejor para completar un afecto, para alcanzar una comprensión o una valoración más íntima y redonda del genio del hacedor. La obra pasa a tercero; emisor y receptor se alcanzan más allá de esta en lo terrenal y humano. La franqueza juega un papel esencial en el encuentro; se pacta, es tácita, constituye y garantiza su encanto.

Hay zonas intermedias entre estos géneros, digamos, de la confesión de autor. Pueden mezclarse a voluntad.

El conjunto de conversaciones sostenidas, recopiladas y publicadas por Carmen Verde Arocha con Rafael Arráiz Lucca, bajo el título “Rafael Arráiz Lucca: de la vocación al compromiso. Diálogo con Carmen Verde Arocha”, viene a auxiliarnos en el sentido de entender las posibilidades de esa fusión. A ratos con el sabor de una tertulia, con el calor de la charla periódica entre amigos, en otros pulsando reacciones y respuestas inmediatas, o propiciando parlamentos mayores, fragmentos de corte ciceroniano incluso, Verde Arocha ha sabido preguntar y adentrarse en el polifacético intelectual venezolano que es Arráiz para dejarnos un poco más de él, de sus procesos, referencias, de su formación, de sus seguridades, de sus cuitas y alegrías.

Se trata, algo así, a la postre, de una conversación biográfica, de un completo relato retrospectivo solo logrado por alguien que como la poetisa y editora conoce de largo a su contertulio, y puede, alternativamente, llevarle al sillón del psicoanalista, dejarle subir a la cátedra, o pasearse a su lado por los recuerdos más mozos y los anhelos más profundos.

La nave donde viaja Rafael es amplia, como su generosidad, que palpamos y disfrutamos quienes al igual que Verde Arocha tenemos el privilegio de su cercanía. Amplia como su curiosidad e inquietud espiritual. Como su fervor a par por la escritura y la enseñanza académica. Como su inmenso amor por el país:

El día en que regresamos a Venezuela [habla Arráiz de su vuelta a la patria tras el exilio en Colombia, 2010-2013], cuando el avión se posó en Maiquetía se me trancó la garganta y se me salieron las lágrimas. Había vuelto a mi amadísimo país, a mi ciudad, a mi casa, después de tres años de ausencia. Experimenté una felicidad difícil de describir. Me esperaban en casa mi hija, mi yerno y mi nieta, y venía acompañado por Guadalupe. Había recuperado mi vida en el sitio en el que quiero estar”.

Aferrado y entregado como está a Venezuela, por la dimensión, la pluralidad y el significado voluntariamente nacional de su obra, Rafael no debería serle ajeno a nadie en nuestro suelo.

Es una fortuna para todos su disposición al diálogo abierto, sincero y profundo sobre sí mismo, y que haya quien como Verde Arocha sepa recogerlo y darle una interpretación escrita.

Conocer su camino puede ser un espejo para muchos que buscan formarse y conseguir la realización de algo útil.

Rafael Arráiz Lucca: de la vocación al compromiso. Diálogo con Carmen Verde Arocha”. Carmen Verde Arocha. Editorial Eclepsidra. Caracas, 2019.


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