Philip Roth | Sara Krulwich/The New York Times

Por N.R.

John Ashbery (1983). Keneth Koch y los comienzos. Frank O’Hara. La complejidad, inaccesibilidad de su poesía. La pregunta: “¿Le gusta provocar o despistar al lector?”. “Yo lo que quiero es complacer al lector, y creo que para ello es necesario un factor sorpresa que, a su vez, puede implicar cierta picardía”. Auden: “Era muy difícil hablar con él, porque lo sabía todo”. La Escuela de New York, un malentendido: “Éramos simplemente un grupo de poetas que se conocían entre sí (…) Nunca se nos ocurrió que fuera posible conquistar el mundo literario”. Proust: “Plasma a la perfección el hecho de que a veces la vida discurre con tal monotonía que adquiere un carácter onírico”. “Vivo con esta paradoja: por un lado, soy un poeta importante al que leen los escritores más jóvenes; por el otro, no me entiende nadie”.

Milan Kundera (1984). “Estoy saturado de mí mismo”. El protagonismo deben tenerlo las obras y las formas literarias. “Musil y Broch cargaron la novela de enormes responsabilidades. La veían como suprema síntesis intelectual, el último reducto donde el hombre podía cuestionar el mundo en su conjunto”. A propósito de El hombre sin atributos: “Hay ciertos límites antropológicos —proporciones humanas— que no deberían rebasarse”. “La novela, sin embargo, no es el territorio de las afirmaciones, sino de los juegos y las hipótesis”. “¿No ha observado que la gente no sabe leer a Kafka porque quieren descifrarlo?”.

Arthur Koestler (1984). Hostil al periodismo. A la pregunta “¿Qué es lo que más le desagrada de todo?”, responde: “La estupidez, incluyendo la mía”. Preso en España, condenado a muerte. Más adelante, campo de concentración en Francia. Hay algo cortante, áspero en este intercambio. “Creo que soy el único escritor que ha cambiado dos veces de idioma de escritura: del húngaro al alemán a los diecisiete años; y del alemán al inglés a los treinta y cinco”. “Todo lo que cuesta esfuerzo es virtuoso, es trabajo, y merece la pena hacerlo”.

Philip Roth (1984). Como un brillante felino, Roth salta sobre cada pregunta. Las piezas esenciales: el protagonista, el conflicto y “un punto de gravedad en el centro del libro, un imán que lo atraiga todo hacia él”. Zuckerman: abnegado y nihilista. “El escritor distorsiona, caricaturiza, parodia, maltrata, subvierte y explota su propia biografía, y todo para darle una dimensión que estimule su existencia verbal”. “A un novelista normalmente le interesa tanto lo que ha vivido personalmente como lo que no le ha ocurrido nunca”. “El secretito impúdico ya no es el sexo. El secretito impúdico es ahora la furia y el odio. Lo que es tabú es el discurso acre y violento”. “Lo que hace que un libro sea judío no es el tema, sino el incontenible chorro de palabras. Los libros judíos no te dejan en paz”.

Eugène Ionesco (1984). Ideas y más ideas: mente de ensayista. “Beckett destruye el lenguaje con silencio; yo lo hago con mucho lenguaje”. Calmo y memorioso: “Al final la cultura acaba absorbiendo incluso a aquellos que se postularon como sus más acérrimos enemigos”. La Escuela de la Patafísica: “Su principal cometido era constituir comisiones cuya función consistía en crear subcomisiones que, a su vez, no hacían nada”. Sus personajes: “Son desgraciados y no saben por qué. Son títeres, están incompletos. Representan, en resumen, al hombre moderno”. Sartre: “Le ofrecieron pruebas sólidas de la existencia de campos de concentración en Rusia, pero no quiso hablar de ello”.

Julio Cortázar (1984). Superior moral: “A los lectores burgueses de Latinoamérica que son indiferentes a la política o a los que se alinean con la derecha no les preocupan, en definitiva, los problemas que me preocupan a mí: los problemas de la explotación, de la opresión y demás”. Tango y jazz: “Creo que el tango, en general, sobre todo comparado con el jazz, es una música muy pobre. Es un género pobre pero hermoso”.

Derek Walcott (1986). El entrevistador se instaló, durante una semana, en una casa adyacente a la de Walcott, en Santa Lucía. La conversación se prolongó durante tres días. Cada frase cava en la hondura de las cosas. “Crecí considerando la poesía una vocación religiosa”. “Lo que cuento en Otra vida —que estaba en lo alto de una colina y sentí que me disolvía— es una experiencia frecuente para el joven escritor (…) Se trata de lágrimas límpidas, sin grandes aspavientos ni arrebatos: es simplemente la sensación de que formas parte de algo que fluye, y el cuerpo parece disolverse en lo que contemplas”. “A veces, si creo que he hecho un buen trabajo, me pongo a rezar, doy gracias”. Madrugador: “Estar levantado cuando se produce la transición de la oscuridad de la madrugada al amanecer es algo muy ritual, incluso religioso”. Cultura, tradiciones y estética del Caribe angloparlante: “Vengo de un lugar donde nos gusta la grandeza: nos gustan las cosas como los grandes gestos, la retórica, las gestas físicas, el estilo, no nos avergüenzan las florituras “Una de las cosas que conviene entender de la literatura del Caribe es que las carencias eran al mismo tiempo nuestro privilegio. Había un gran placer de construir un mundo que hasta entonces jamás se había descrito”. “En los lugares donde la tradición literaria o artística está dando sus primeros pasos, el impulso creativo está asociado a la conciencia de que todo está por hacer, de que nada se ha descrito ni pintado aún”. “La marcha de los británicos requirió, y sigue requiriendo, un trabajo enorme de reparación de los daños psicológicos causados por su pereza y por su indiferencia. La desolación de la pobreza que reina en el Caribe puede ser deprimente (…) Siempre que vuelvo a esta isla, por muy desoladoras y desesperantes que sean las condiciones que me rodean, sé que tengo que echar mano de una reservas terribles de convicción”. “Uno de los aspectos más positivos de la idea de Crusoe es que, en cierto sentido, todas las razas que han confluido en el Caribe han llegado como consecuencia de la esclavitud o el repudio, y eso explica la metáfora del naufragio”. “Temes haberte convertido exactamente en lo que más temías: un escritor con cierto renombre de quien se esperan ciertas cosas y trata de adaptarse al molde”. “El imperio británico nos dejó un legado de amateurismo”. “Existe la tendencia a omitir la esclavitud y regresar directamente a la grandeza edénica de los cazadores de leones”. “Lo que yo propongo es asumir la esclavitud, en la medida de lo posible, sin amargura, porque la amargura va a conducir a la fatalidad de pensar en términos de venganza”. Robert Lowell y Joseph Brodsky. “Como estamos en la periferia de la escena literaria estadounidense podemos quedarnos flotando felices, sin comprometernos con ninguna en particular, sin tomar partido ni criticar”.

Derek Walcott | Ulf Andersen/Getty Images

John Irving (1986). Prolífico, autor de muy extensas novelas. Dedica largos períodos a la investigación. “No soy un novelista del siglo veinte, no soy moderno, y desde luego no soy posmoderno (…) Soy un escritor anticuado, no soy un analista ni un intelectual”. Dickens, Grass y Vonnegut: “Lo que me interesa son las cosas que los enfurecen, les apasionan, les sacan de quicio”. “Ningún político estadounidense contrataría jamás a Philip Roth, a William Styron, a Arthur Miller o a cualquier otro buen escritor”. “Me resulta muy fácil creer cuando estoy físicamente en una iglesia, pero cuando me alejo durante mucho tiempo es como si perdiera también la capacidad de rezar”.

Marguerite Yourcenar (1988). La segunda sesión de la entrevista no se produjo, puesto que la escritora falleció en diciembre de 1987. Primera mujer en ingresar a la Academia Francesa. “Diría que concebí todos mis libros cuando tenía veinte años, aunque luego tardara treinta o cuarenta en escribirlos”. Cuando le preguntan por qué casi todos sus protagonistas han sido hombres homosexuales, y por qué no ha creado su equivalente femenina, una leve irritación se siente en la entrevista: “La homosexualidad, como usted la llama, no es el mismo fenómeno en hombres y mujeres”. Dice la entrevistadora: “Usted ha sido siempre muy discreta sobre su propia vida con Grace Frick”. Responde: “Y, en cuanto a mi vida personal, hay veces que una debe revelar ciertas cosas, porque de otra forma no se podría hablar con verosimilitud”. Más adelante: “Lo preocupante es la pérdida de lo sagrado en las relaciones humanas, en particular en las relaciones sexuales, porque sin lo sagrado no es posible que haya auténtica unión”.

Doris Lessing (1988). Hija de un padre herido en la Primera Guerra Mundial. Más adelante, desarrolló un sistema para buscar oro. “Era un hombre poco práctico, en parte debido a la guerra”. Durante su infancia, practicó la caza. Interesada en el sufismo. Le preguntan sobre la reencarnación: “Me parece más probable que estemos haciendo una simple incursión en este plano como parte de un camino más largo”.

Max Frisch (1989). “La Edad de Piedra, la Edad de Hierro, la Edad de las Entrevistas… es muy vulgar”. La brecha entre experiencia y lenguaje. “Es muy difícil describir un sentimiento sin mentir un poco, ponerlo en un nivel más elevado o cegarte a sí mismo”. “Ahora mismo estoy experimentando algo y no sé qué es”. “Algo me dice cuándo he de cortar algo, mejorarlo o abandonarlo, a menudo sin saber por qué”. La representación del poder: “Ya no estamos en un momento ni en una situación social en que se pueda mostrar el poder. Ahora las cosas son mucho más anónimas y colectivas”. “La literatura debería mostrar las posibilidades y evitar la idea de que lo que ha pasado tenía que pasar”. “Detesto la idea de que estemos libres de obligación, de la obligación normal y humana de luchar contra algo, de intentar combatir la abulia, la abulia del público”.

Iris Murdoch (1990). Al momento de producirse la entrevista, además de sus varios libros de filosofía, Murdoch había publicado 24 novelas. Hija única, comunista por un brevísimo período: “Estuvo bien ver el marxismo por dentro, porque me di cuenta de lo poderoso y terrible que es”. “Tienes que esperar con paciencia hasta que la intuición te diga que vas por buen camino”. “No se puede escribir una novela tradicional sin plantear problemas morales”. Encadena sus ideas con elegancia. “Una novela legible es un regalo para la humanidad”.

Mario Vargas Llosa (1990). “Leo muchos más libros del siglo diecinueve que del siglo veinte”. “Cuando era joven me apasionaba Sartre (…) Hoy en día no volvería a leer a Sartre”. “Todos nuestros grandes escritores han sido prolijos, desde Cervantes hasta Ortega y Gasset, Valle Inclán o Alfonso Reyes. Borges es completamente distinto: todo en él es concisión, economía y precisión. Es el único autor en lengua castellana que tiene tantas ideas como palabras”. El controversial: “No tengo un baúl, sino varias maletas llenas de artículos que contienen cualquier insulto con el que se pueda atacar a un hombre”. El hiper productivo: “Vivo una especie de doble vida permanente. Hago mil cosas diferentes, pero siempre estoy pensando en mi trabajo. Evidentemente, a veces llega a ser obsesivo, neurótico”. “La distancia también ha sido importante porque creo que para el escritor es muy importante sentir nostalgia”.

Margaret Atwood (1990). La supervivencia, los extranjeros, la relación entre Estados Unidos y Canadá. “No creo que exista una política contra libros escritos por mujeres”. “No creo que exista un único punto de vista masculino, como tampoco un único punto de vista femenino”. “La ‘autenticidad’ se ha convertido en una obsesión. Por mi parte, apuesto por la libertad creativa”. “Escribo sobre un montón de cosas que no he vivido. Nunca he padecido un cáncer. Nunca he sido gorda”. Dice: más difícil es dar entrevistas que escribir.

Tom Wolfe (1991). Siempre tentado a decir frases ingeniosas. Sobre Thomas Wolfe: “Ignoro sus fluctuaciones en el mercado bursátil literario”. “La prensa es, sin duda, muy perjudicial para el estilo literario. Por eso me fui inclinando hacia los reportajes, donde tienes un poco más de libertad estilística”. The Washington Post, Esquire, Herald Tribune. “Los suplementos dominicales de aquella época eran como golosinas para el cerebro, de usar y tirar”. “Cuando comencé a escribir La hoguera de las vanidades para Rolling Stone no me sentía en absoluto libre. Me costó mucho darme cuenta de que podía disfrutar de tanta libertad como al escribir mis crónicas”. “Lo mejor que se puede decir de Nueva York es que su equilibrio se debe a que los antagonismos tienden a anularse mutuamente”.


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