Vladimir Nabokov | ABC

Por N.R.

Evelyn Waugh (1963). Recibe al entrevistador en un hotel de Londres. Ya en la habitación, se pone un pijama blanco, enciende un puro y se mete en la cama. Desde una silla el entrevistador hace su trabajo. “¿Cuándo empieza el interrogatorio?”. El tono del intercambio es de cortesía básica. “¿Experimentar? ¡Que Dios me libre! Mire los resultados de la experimentación en el caso de un autor como Joyce, que empezó escribiendo muy bien y acabó cayendo en el delirio de la vanidad”. Cuando le preguntan por Edmund Wilson, responde: “¿Es estadounidense?”. Algunas de sus respuestas tienen una, dos o tres palabras. Sobra anotarlo: la entrevista acaba en pocas páginas.

Louis-Ferdinand Celine (1964). El texto es una edición de dos entrevistas realizadas en 1960 (recordemos que Celine murió en 1961, en tiempos en que ejercía la medicina entre familias muy pobres). “Me he metido en cosas que no eran asunto mío, como la cuestión judía”. Ráfagas verbales, destellos de lucidez, un aire agónico, pero también estereotipos que parecen hondamente enraizados: “Las mujeres son muy aprensivas, porque es evidente que padecen todas las debilidades habidas y por haber”. La familia, la pobreza, la prisión. Hartazgo, hartazgo vital. “No quiero ser magnífico (…) Lo que quiero es ser un viejo ignorado”.

Jean Cocteau (1964). La entrevista ocurrió pocos meses antes de su muerte. Trayectoria de brillo hasta la Academia Francesa. “La consagración de la primavera puso a todos patas arriba. De pronto comprendimos que el arte era un sacerdocio terrible”. Primeras décadas del XX: revulsión, inconformidad, vanguardias. Por momentos, habla como un penetrante cronista de sus años jóvenes: “El mundo está muy cansado”. “Picasso no tiene ninguna teoría. No puede tenerla, porque la creación termina en sus muñecas”. Cita a Hemingway: “En Estados Unidos un escritor es como una foca amaestrada, un payaso”. Confesional: “Nunca he escrito sin estar profundamente conmovido por algo”.

William S. Burroughs (1965). Nieto del fundador de Burroughs Corporation. Al comienzo, se percibe la tensión. Harvard. Comenzó a escribir a los 35 años. Las drogas. “No creo que nadie sepa de verdad qué es o cómo funciona un narcótico, cómo elimina el dolor. Para mí es una especie de puñalada en la oscuridad”. La técnica del cut-up (recortar un texto y reordenarlo para que surja algo nuevo): Eliot, Tzara, Dos Passos. “El constructo aristotélico es una de las mayores trabas del pensamiento occidental. Los cut-ups surgen como un movimiento orientado a romper esas cadenas”. Años como publicista. Cienciología, Dioses.

Saul Bellow (1966). Obcecado: varias reuniones durante cinco semanas para revisar, palabra a palabra, la grabación de unos noventa minutos. Condición: no responderá preguntas triviales. Tampoco sobre hábitos de escritura. Eliminó toda digresión: el periodista lo lamenta, puesto que allí estaban las evidencias del genio de Bellow. “El desarrollo del realismo en el siglo XIX sigue siendo el mayor acontecimiento de la literatura moderna”. Esta distinción: la comprensión perfecta es cartesiana. La comprensión aproximada es judía. “La literatura moderna no ofrece evidencia alguna de que nadie esté formulándose ninguna pregunta significativa”.

Jorge Luis Borges (1967). Varias conversaciones en el despacho de la Biblioteca Nacional, julio de 1966. “Su voz tampoco es enfática; parece casi un zumbido que, posiblemente a causa de la mirada incierta de sus ojos procediera de una persona que se ocultara detrás de su rostro”. Erudito. Despliega sus inagotables recursos. “La poesía épica me ha llegado siempre más hondo que la lírica o la elegíaca”. Hasta el momento de la entrevista, había leído diez veces La vida de Samuel Johnson, de Boswell. Las metáforas. El coraje y los cuchillos. “En realidad, si no le molesta a usted que lo diga, creo que Frost es mejor poeta que Eliot”. Bioy Casares y H. Bustos Domeq: “En cierto modo hemos engendrado una tercera persona que no se parece a nosotros”.

Vladimir Nabokov (1967). Le había enviado las preguntas anticipadamente. Al llegar al hotel en Montreaux, donde vivía con su esposa Vera, le entregaron un sobre con las respuestas. Aun así, el encuentro se produce. Lolita. No tarda en arremeter contra “esa trillada fantasía sobre personajes con voluntad propia. Es más viejo que la sarna”. Exhibe sus indisposiciones: hacia el poder ruso, el poshlost (“uno de los criaderos favoritos del poshlost ha sido siempre las exposiciones de arte, donde lo producen supuestos escultores que, valiéndose de herramientas propias del desguace…”), hacia sus estudiantes (“Mi método de enseñanza excluía el auténtico intercambio con los estudiantes”). Eso sí: también prescinde de los críticos. De sí mismo, dice: “El más arrogante de los autores”.

Jack Kerouac (1968). Le entrevista el poeta Ted Berrigan, acompañado de otros dos poetas. La esposa de Kerouac pone condiciones: veinte minutos y no pueden beber. El encuentro se alarga. Leen poemas. El entrevistado toca el piano, después la armónica. El clima de la visita varía: de la amabilidad al cinismo, de la tensión a la hostilidad. Los beatniks: amiguetes. “He recorrido todo el país libre como un pájaro”. Mas que una entrevista, casi una conversación sin rumbo. Especulaciones, palabrerío sobre las drogas. Beben. A una pregunta sobre el proceso mental de su escritura, responde Keruoac: “Pareces salido de la carrera de literatura de la Universidad de Indiana”. A la pregunta sobre su apreciación de Yonqui, la novela de Burroughs, responde: “Es un clásico, mejor que Hemingway”. Más tarde, improvisan poemas. Kerouac le pide a Berrigan: pregúntame qué significa Keruoac.

Isaac Bashevis Singer (1968). De su hermano, el gran novelista Israel Yehoshua Singer, aprendió reglas pilares: hechos, no explicaciones. Tema ineludible: el yiddish. “Cambiar de país, emigrar, es como una especie de crisis. Tenía la sensación de que mi lengua estaba desubicada. Perdí mis imágenes. Veía miles de cosas para las que no había nombre en yiddish”. Lo sobrenatural: “El motivo por el que los uso como símbolos es que tengo determinadas intuiciones con respecto a ellos”. El trasfondo religioso de su obra: “Siempre acabo volviendo a esos dogmas religiosos, aunque no soy religioso en el sentido dogmático del término. Pero las verdades básicas de la religión están muy cerca de mí”.

John Updike (1968). Sofisticado, inconforme. Un hombre que duda. “Mi obra no es pontificación, sino meditación”. “Las entrevistas son intrínsecamente mentirosas”. Harvard: “Quizás desconfío de los lugares reverenciados y estupendos”. Redactor en The New Yorker. Huida de New York: “Hemingway describió el New York literario como un frasco lleno de tenias que intentan alimentarse las unas de las otras”. La importancia del lugar: “En cuanto has interiorizado las posibilidades fundamentales de un lugar, ya puedes imaginar libremente”. Escribir: “En la ejecución tiene que haber una alegría que no se puede forzar ni predeterminar. Tiene que cantar, algo tiene que hacer clic”. Bellow: “Hay una especie de profesorcillo, de profesor-duende, que no para de revolotear alrededor de sus personajes”.

John Dos Passos (1969). Afirma el entrevistador: “Inusualmente imparcial”. No habla de sí mismo. Pregunta: ¿Más historiador social que artista? “No creo que el hecho de hacer de historiador vaya necesariamente en contra de lo artístico”. Conductor de ambulancias durante la Primera Guerra Mundial. “Los olores. Parece que se quedan en la memoria”. Política y ficción. “Aunque no sea lo único que hay, en nuestra época es la política lo que ha movido más gente que ninguna otra cosa”. Con Hemingway: “Ernst y yo solíamos leernos la Biblia el uno al otro. Empezó él”. Oposición individuo/sistema. Estudiantes de la Nueva Izquierda: “Una extraña paranoia parece estar barriendo el país”. Pasternak: “Curioso libro El doctor Zhivago. Parecía en gran medida una voz del pasado, como si Turguéniev volviera a la vida”.

Robert Graves (1969). Autor de más de cien libros. Mallorca. “En distintos momentos de la entrevista, Graves se ponía a ordenar la mesa, revisar un manuscrito, comprobar referencias, cortarse las uñas con unas enormes tijeras, seleccionar zanahorias, cantar canciones folclóricas o cortar judías verdes. No nos lo puso fácil”. La diosa blanca. Experiencia y poesía. “En la historia de la literatura inglesa ha habido quince poetas auténticos —literalmente— para quienes la poesía no era un simple juego”. La herencia de la memoria. “Mi talento es que de vez en cuando soy capaz de trasladarme al pasado y ver qué ocurría en otro tiempo”. Experiencias con alucinógenos. “Influencia es un término difuso, suena como si uno estuviese bajo el poder de alguien”.

John Steinbeck (1969-1975). No es una entrevista, sino el material armado por el escritor y amigo Nathaniel Benchley, a partir de diarios y cartas: “Para él las cosas eran blancas o negras”. Algunas frases: “He buscado durante años el lápiz perfecto. He encontrado algunos muy buenos, pero nunca el lápiz perfecto”. “El oficio de escribir es el intento más torpe de encontrar símbolos para lo inefable”. “A veces, cuando escribo, estoy muy cerca de alcanzar una especie de inconciencia”. “Mi obra no cuaja. Es tan escurridiza como un huevo roto en el suelo de la cocina”. Y así, fragmentos sobre la escritura, la poesía, el relato, sobre Hemingway, al que detestaba: “Hemingway tuvo una profunda influencia en la literatura, más que nadie que se me ocurra”.

Yorgo Seferis (1970). Tres sesiones grabadas. Opiniones sobre un amplio catálogo de asuntos. Por supuesto: qué queda de Grecia, su lento declive. “Gibbon, sin ir más lejos, hablaba de un declive que duró mil años”. La lengua griega. “En poesía (…) lo más importante es evitar las expresiones agotadas”. Poesía y política: “No creo que Esquilo estuviese haciendo propaganda cuando puso en escena el sufrimiento de los persas, o la desesperación de Jerjes, o el fantasma de Darío, al contrario, había compasión humana, compasión por sus enemigos”. Henry Miller. El jazz. Cavafis: “Es un ejemplo espléndido de hombre que, a fuerza de rechazar, encuentra su camino”.

Eudora Welty (1972). Jane Austen, Anton Chéjov, Virginia Woolf. Los diálogos. El sur de Estados Unidos y la tradición del relato: “En el sur todo el mundo mata el tiempo hablando por los codos, y a nadie le preocupa que escuches sus historias”. El peso de Faulkner. “Muchas veces me preguntan cómo pude escribir una sola palabra mientras William Faulkner vivía en el Misisipi, y la pregunta me deja perpleja. Era como vivir cerca de una montaña, algo majestuoso”. Sobre su proceso creativo: “El mío es un pensamiento visual, veo todo lo que escribo, pero tengo que escuchar las palabras conforme las escribo”. “El lugar hace muchas cosas por mí, me salva”.

Eudora Welty | Chicago Tribune

Anthony Burgess (1973). “Me enfada la estupidez de los críticos que se niegan obstinadamente a ver de qué tratan realmente mis libros”. Joyce: “Lo que me interesa a mí es saber qué sonidos está oyendo Joyce cuando escribe el habla de Molly Bloom, de Leopold Bloom y de los personajes secundarios”. Kubrick y La naranja mecánica. Nabokov: “Pálido fuego solo se califica de novela porque no hay otro término para nombrarla, pero es un artefacto literario magistral que incluye poesía, comentario, diario, alegoría y estructura en estado puro”. “Soy católico tradicionalista”. Muriac, Waugh, Greene. “Como novelista, e incluso como ser humano, el novelista puede permitirse una teología ecléctica”.

W. H. Auden (1974). Inteligencia en movimiento. La máquina fotográfica crea dolor. “El poeta, como tal, solo tiene un deber político, que es sentar ejemplo con su obra del uso correcto de su lengua materna, que siempre está siendo corrompida. Cuando las palabras pierden su significado, la fuerza física se impone”. Shakespeare: la enormidad de su vocabulario. “En cualquier momento de mi vida tengo dos cosas en mente: un problema que me interesa y un problema de forma verbal”. Ideas y más ideas sobre la poesía: “El poema más descabellado necesita tener un pie firmemente plantado en el sentido común”. Otra: “La musa es una muchacha llena de vida a la que no le gusta ser cortejada de forma tosca ni brutal. Y tampoco le gusta la devoción servil”. La colaboración entre dos autores: cuando funciona, da origen a una tercera persona. “El primer prerrequisito de la civilización es la capacidad de conversar adecuadamente”. Yeats. Eliot. “Cuando desaparece el ego, desaparece también el poder sobre el lenguaje”. “No me puedo quejar, nunca he tenido que hacer nada que aborreciera”.


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