Hermann Hesse en 1905 | Retrato de Ernst Würtenberger

Por LEÓN SARCOS

  A Eddie Ramírez López

Una literatura útil para el desarrollo humano

Los seres humanos en su mayoría nunca logran explicarse a sí mismos, y ese es el principal de los motivos que los convierten en indefensos peces que arrastra la corriente o en bonito rebaño de ovejas pastoreadas por cazurros plenos de voluntad, fuerza y astucia. Si la gente no sabe de dónde desciende ni la historia del lugar de donde procede, le será siempre más difícil llegar a saber quién verdaderamente es.

Siento que Ud. fue muchas partes del humano que aspiro a ser, a través de la literatura. Hay pedagogía de vida en su obra. Representó los roles que concibió, diseñó y soñó en cada una de sus vidas y novelas. No le quedó ningún avatar por experimentar en las infinitas posibilidades que tenemos cada uno de ser, hasta donde puede temporalmente cada espíritu. En Ud. se cumplió aquella idea del joven filósofo Wittgenstein: Revolucionario será aquel que pueda revolucionarse a sí mismo.

Hermann Hesse intuyó, al igual que muchos filósofos, una de las debilidades del pensamiento occidental, de que el ser solo es un pequeño logro de la lógica y la razón, que la mayor parte de él es espíritu, es quimera, es sueño, es incertidumbre, posibilidad; es viejo y nuevo cerebro, desde la nada en tránsito hacia una eternidad que no conocemos. Algo tan sencillo como haber descubierto que hay demasiadas posibilidades de ser, entre el ser racional y el ser irracional, que contiene animaciones del espíritu que nadie puede conocer. Y que el alma acepta tantas combinaciones del bien y el mal y tantos desencuentros entre razón y espíritu como percepciones y humanos existen.

Por eso no sorprende que al Hesse obsesionado en los inicios con encontrar una finalidad al mundo, (sus para qué) suceda un Hesse que afirme que es el camino y no el fin lo que da sentido a nuestra existencia. Fluir constante y absoluto de nuestro espíritu. Peter Camenzind: Eterno caminante, forastero en todas partes, suspendido entre el tiempo y la eternidad. En otras palabras: Caminante no hay camino / se hace camino al andar… cantaría Antonio Machado, en nuestra hermosa lengua. Esa es su mejor experiencia y su más estética y ética enseñanza; por eso es tan vital y tan útil para aprender a crecer y acrecentar las posibilidades de ser.

Carl Jung —quien lo asistió en uno de los momentos más luminosos de su creación literaria— confesaba a un buen amigo, cuando le preguntaba por el futuro de la súper civilización tecnológica, con la voz gris perla que anunciaba la extinción natural del sentido del habla y de todo síntoma de vida: Tarde o temprano el hombre tendrá que volver a sí mismo, aunque sea desde los astros. Todo esto que está pasando es una nueva extensión de escapismo, porque es más fácil llegar a Marte que encontrarse a sí mismo. Si el hombre no se encuentra a sí mismo, entonces corre el más grande de todos los peligros: su aniquilación.

Ya Ud. había asimilado esa convicción de Jung desde muy joven —solo que ahora aparecía despojada del idealismo romántico y del misticismo de los inicios de Peter Camenzind—, para confirmarla en la introducción a Demian: el bien y el mal, la razón y el espíritu, la vida y la muerte conviven en una oscura, sensual y desafiante armonía:

La vida de cada hombre es un camino hacia sí mismo… Muy pocos saben hoy lo que es el hombre. Muchos lo sienten, y, por sentirlo, mueren más aliviados, como yo moriré más aliviado cuando termine de escribir esta historia.

No soy un hombre que sabe. He sido un hombre que busca, y lo soy aún. Pero no busco ya ni en las estrellas ni en los libros: comienzo a escuchar las enseñanzas que mi sangre murmura en mí. Mi historia no es agradable, no es suave ni armoniosa como las historias inventadas; sabe a insensatez y a confusión, a locura y a sueño, como la vida de los hombres que no quieren mentirse más a sí mismos.

Nuestro querido Juan Liscano, en un ensayo de los pocos que se escribieron sobre Hesse en América Latina, titulado Espiritualidad y literatura: una relación tormentosa, lo percibe en fase de ruptura con las amarras del pietismo, para el cual la división es tajante entre el lado claro y el lado oscuro del alma. Quien se rebela contra el lado del bien, necesariamente trasciende la línea que lo divide y se pasa al otro lado: Entonces —nos dice— los rebeldes tienen que pactar con el mal, tienen que negociar un entendimiento cada vez puesto en tela de juicio, tienen que descubrir que la vida es línea quebrada, zigzagueante, que se corta de pronto, y no limpia parábola.

La literatura de Hesse es útil porque les permite a los lectores nutrirse de la experiencia de todas las etapas de crecimiento y desarrollo espiritual de uno de los grandes escritores del siglo XX. Ud., señor Hesse, es uno de los espíritus que más indagaron e investigaron en su propia intimidad, su naturaleza neurótica, sus inclinaciones psíquicas y obsesiones, su vocación artística, sus hábitos sensuales y emocionales. Pocos escritores han incursionado en otras artes distintas a su natural oficio, la escritura, y cultivado con tanta vehemencia la música, la pintura y el resto de las bellas artes.

Y si bien es cierto que el tema por excelencia de sus novelas es su mundo interior, es decir, es autobiográfico, también es verdad que fue uno de los escritores más abiertos a las grandes preocupaciones y problemas culturales y políticos de su tiempo: la enfermedad del siglo, crisis políticas, angustias, conflictos sociales, la guerra y la paz.

Es aquí donde viene su otro gran aporte al arte y a las ciencias humanas: su nacimiento, en 1877, coincide con el de un grupo de escritores —con diferencias mínimas de años hacia arriba y hacia abajo— que por la trascendencia de su obra marcarán un hito en la historia de las letras y la literatura.

Me atrevo a sugerir a manera de hipótesis, y puedo explicarlo en sucesivas correspondencias, que ellos: Thomas Mann, Marcel Proust, Franz Kafka, Stefan Zweig, Paul Valery, Robert Musil, Rainer María Rilke, Hugo von Hofmannsthal y otros, harán fragua del porvenir a la literatura en el gran salto cultural que representó la rebelión de la juventud iniciada en los Estados Unidos al principio de los años 60 y continuada en Francia en el 68, uno de cuyos escritores insignia será Hermann Hesse, el último glamoroso romántico del espíritu, como lo llamaría el dueño del café Voltaire, su amigo y biógrafo Hugo Ball.

Por otro lado, Ud. es el único escritor de su generación que con su obra cautivó para siempre el alma de la juventud del mundo. Era de aquellos —según Goethe, refiriéndose a los hombres de espíritu genuinamente poético— que tienen una pubertad repetida, un recomienzo eterno de la juventud. Fue joven y su alma no envejeció nunca, y fue irónicamente uno de los pocos escritores en dedicar un bonito y sentido ensayo a la vejez. Ernst Robert Curtius escribió, saludando la aparición de Demian: En esta obra su voz se dirigía inmediatamente a los estudiantes en trajes de campaña. Se hablaba en ella de los sufrimientos de la escuela; de los extravíos y turbulencias del sexo; del saber de mitos y misterios; la guerra era en ella prevista, sufrida y pagada con la muerte.

El español J.M. Carandell dirá sobre el encanto juvenil de su literatura: Hermann Hesse supo mantenerse extrañamente joven a lo largo de su vida de ochenta y cinco años, gracias a su espíritu rebelde, a su olfato para lo nuevo y a la extraña coincidencia entre sus gustos y creencias y los gustos y creencias de las sucesivas generaciones de jóvenes de nuestro siglo XX.

A pesar de tener el reconocimiento y el respeto de la mayoría de los integrantes de su generación y, después de la aparición de Demian, la alabanza de escritores como Romain Roland, André Gide, T.S Eliot y Walter Benjamin, uno de los más agudos críticos alemanes, no ha sido Ud. de los preferidos de la crítica de especialistas y académicos. Menos aún de los historiadores de la literatura.

Los expertos no evalúan contenidos; los análisis críticos son lingüísticos, filológicos, semióticos, filosóficos y en la mayor parte de los casos se hacen por movimientos, escuelas y agrupaciones, y Ud. marcó distancia con los círculos intelectuales y los grupos; solo frecuentaba a sus amistades, y he allí una dificultad para darle la notoriedad y la prestancia que merece su genio como escritor. Aislado de toda escuela o grupo, resulta difícil ubicarlo en el panorama de la literatura moderna. Es un solitario, de acuerdo con sus propias convicciones. Siento que no incluyen los académicos en su valoración su indeclinable defensa de la razón, la sinrazón, el bien, la paz y el humanismo.

En América Latina llega tarde, en 1930, con la primera traducción que hace el germanista Luis López Ballesteros de Demian, y luego, más de una década y media después, cuando recibe el Nobel, aparecerá traducida al español su primera y más popular novela en Alemania: Peter Camenzind, y muchas de sus obras.

La de Hesse es un alma confusa y complicada, como la de la mayoría de los jóvenes del mundo, cuando da sus primeros pasos enamorado de las letras. Eso no implica que sea difícil acceder a ella, sino por el contrario, como cada desarrollo juvenil, tiene etapas estándar: niñez, infancia, pubertad, adolescencia y juventud. En todas y cada una, los problemas son similares y divergentes.

En cada uno, vivir es un proceso de caos y orden, de asombro e indiferencia, de ilusión y desencanto, de expectativa y resignación, pero principalmente de narcisismo, rabia y rebelión, con la sangre de los antepasados que nos murmura, los retos contemporáneos que nos desafían, y las alucinaciones del futuro que nos acechan en el momento en que las ideas convulsionan y el alma es un carcaj, llena de una pluralidad de emociones, palpitares y sentires.

Ud. en la mayoría de sus novelas parte de la niñez; de ahí la riqueza para aprender en la vida de su vida. Por eso me inclino a intentar —en las correspondencias que siguen, con el permiso de los expertos— un análisis de sus novelas, con las limitaciones de casi todas las traducciones del alemán al español, a partir de las siguientes premisas: una aproximación estética a su prosa; una justificación pedagógica de su contenido, y el aporte de su generación a la literatura como fragua del porvenir al movimiento de la contracultura que dio paso a la rebelión de los sesenta en Estados Unidos y al Mayo Francés en 1968, expresiones de los avances de la cultura democrática liberal más trascendente desde su establecimiento en 1776, y su enorme contribución a la ampliación de los derechos civiles, al reconocimiento y consolidación de la sociedad civil y a la condición de ciudadano.

Hay tres grandes momentos en la narrativa de Hesse. Uno que corresponde a su primera novela, Peter Camenzind (1904), de gran éxito editorial; Bajo las ruedas (1906); Gertrude (1910); y Rosshalde (1914). De ellas, me concentraré en Peter Camenzind. En este período van a coincidir, con la agitación mental y el alma lista para curtirse llena de deseos y de ganas de conocer el mundo, el romanticismo, el misticismo franciscano y el panteísmo estético.

Un segundo momento, en el cual me enfocaré y al cual daré énfasis, es la etapa de consagración de su escritura, el instante crucial de su vida en que aparece la caballería de la mano de dos ilustres psicólogos para revelarle los significados de sus sombras y para escribir en acompañamiento de J. B Lang, asistente de Jung, Demian, en 1917; Siddhartha, 1920, animado por los consejos del propio Jung; y El lobo estepario, su obra cumbre, en mi percepción, esta vez de nuevo bajo los cuidados de Lang.

Un tercer momento —que no abordaré por razones de espacio— lo constituye el de la producción de Narciso y Goldmundo y El juego de abalorios, para algunos críticos su obra cumbre, la fase final, que yo he promovido como de ajuste de cuentas con la primera y la segunda fase de su vida como escritor. En el caso de El juego de abalorios, tardó una década en escribirla, inextricable y a veces aburrida, como toda la literatura que aspira de un solo tajo a decirlo todo.

Un calificado crítico ha dicho de su obra que es imposible señalar dónde comienza en Ud. la filosofía y dónde la poesía, y hasta qué límite su misticismo es sentido como nostalgia de Dios o querido por la razón, por lo que termina de remitirnos directamente a aquella frase de Marcelino Menéndez Pelayo, en la que juzgaba las manifestaciones más diversas del pensamiento idealista, cuando el eterno artístico se desborda sin diques ni barreras y convierte la filosofía en una especie de poética y deslumbradora teosofía, llena de mitos, alegorías y símbolos que en su origen tienen tanto de poético como de metafísico, si es que la metafísica y la poesía no se identifican en aspiración ideal y en sus determinaciones más altas.


*La tercera entrega (3/8) de la serie Carta a Hermann Hesse se publicará el próximo viernes 4 de diciembre de 2020.



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