CAROLINA OTERO, NEUMAS II (2022)

Por RUTH AUERBACH

El más reciente proyecto expositivo de Carolina Otero —artista venezolana residenciada en Houston, Texas, desde 2013— se configura a partir de un repertorio visual en  el que la naturaleza y el espacio se manifiestan como elementos recurrentes, relacionados a sus vivencias culturales en torno a la arquitectura y la música.

De infinita sutileza, su singular proceso de trabajo emerge desde los ámbitos de la introspección y el silencio interior. Concibe así una expresión  estética con voz propia y universal que nos refiere a la noción de L’ Inframince, concepto acuñado por Marcel Duchamp en un intento por describir aquellos matices efímeros y fugaces de nuestra realidad. La práctica creadora de Carolina Otero pareciera surgir del subconsciente y traducir lo casi imperceptible en un diálogo con las imágenes  construidas, invariablemente, mediante el uso del collage y diversos medios que incluyen la fotografía, el dibujo, el grabado y últimamente los relieves en materiales diversos.

Resonantes con el paisaje, con los vestigios y arqueologías de antiguas y recientes civilizaciones, su imaginario visual explora lo primigenio más allá del contenido, otorgando especial interés a las formas, al trazo y a la huella de lo humano. Con ello, no pretende representar lo real, se trata de captar   la energía esencial de lo observado en un ejercicio relacional y contemporáneo.  En su haber, cada nueva pieza se articula mediante el principio de  fragmentación recreando, a partir del detalle, delicados collages de dibujos antes descartados.  Ambas estrategias  confluyen como hilo conductor de una propuesta susceptible al tiempo y al lugar. Es así como de las constantes caminatas realizadas en pandemia se revelan  sensibles diálogos con el entorno;  de allí también emerge una poética de la intuición y el descubrimiento que, libre de categorizaciones, traspasa los límites entre lo real aparente y su abstracción. Cada una de las series de ésta —su primera exposición individual en Venezuela desde hace más de una década— deconstruye la imagen hacia un horizonte incierto para presentarnos una  visión más subjetiva, que nos trasciende.

En Neumas, los pequeños relieves tallados en yeso parecieran transcribir un lenguaje críptico, similar a las escrituras musicales del medioevo, aquí despojado de contenido y transmutado en signos gráficos  esenciales. La  disposición  de estos posibles “vestigios culturales” se funde  con el muro impoluto,  en un sistema lineal   articulado;  mientras que, en Tablatura,  el conjunto de fragmentos elaborados en cerámica blanca, configura un relieve  estructurado en varias franjas de grafías transcritas de un dibujo previo transmutándose, ahora, en códigos de naturaleza táctil y vulnerable.

A partir de una práctica híbrida entre medios distintos, el dibujo y la fotografía expresan su autonomía en la serie Diálogos, estableciendo  estrechos vínculos formales entre las nociones de naturaleza y  arquitectura. En estas impresiones digitales se articulan fragmentos de formas  y huellas  efímeras —materiales  y humanas— que revisitan hábitat y ecosistema, fijando el origen de  una percepción  personal. De su fascinación por las inmensas  posibilidades gráficas actuales y la mezcla de materiales y tecnologías se origina Transicionesuna  serie de pequeños  y sutiles collages  construidos con estampaciones  de dibujos fragmentados sobre papel traslúcido. Y así, también, concibe las sugestivas propuestas  de una gráfica experimental titulada Time Travels-Confluence, en la que combina conscientemente diversos   procesos  de impresión digital con la serigrafía tradicional.

Silenciosa, reflexiva y contemplativa, la sensible propuesta de Carolina Otero nos invita a explorar en el desconcierto la insondable vulnerabilidad de lo humano y una ineludible conciencia de pertenencia.


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