José Ignacio Cabrujas / Archivo El Nacional

Por CAROLINA GUERRERO

Frases tópicas: las hay detestables, más otras, muchas, son sintomáticas. ¿Leíste a Cabrujas?, ha sido moneda de intercambio entre la clase media ilustrada por casi dos décadas. Leerlo ha sido un lugar de conversación y de conversión, zona de encuentros y una de las excepcionales manifestaciones de la inteligencia criolla que han sido premiadas por la alegría, risa, rabia, rechazo o discusión de los lectores. Cabrujas amado y vitupereado. Cabrujas admirado y revisitado. Maravilla: Cabrujas leído. Cabrujas hablaba de nosotros, sus lectores. Nos describía, nos narraba, nos burlaba. Hombre solidario de profundas y certeras intuiciones políticas, mucho de lo que sabemos de nosotros mismos se lo debemos. En su obra Cabrujas acumuló un ser venezolano, y también la vida real derivada de ello, una venezolanidad, una especie de búsqueda por definir a una tierra y a unas gentes, convictas de protagonizar un país inconcluso.

Tuvo la frecuente facultad de interpretar la entrelínea histórica del país. Tarea accidentada —por terrenal— para los académicos. Y muy cuesta arriba para los empíricos. José Ignacio Cabrujas tuvo un permanente encuentro con las entrañas de la nación. Sus hallazgos los proyectó en parlamentos y situaciones sugeridas en su obra teatral, dando cuenta de esa extraña abstracción llamada venezolanidad. Algunas conexiones son las siguientes:

Yo no fui

Una de las recurrencias en los personajes cabrujianos es la justificación de errores a partir de la ignorancia como excusa. El dramaturgo identifica la tendencia a redimir los pecados históricos y las falencias de la sociedad por medio del “es que yo no sabía” colectivo:

BUEY.-… Le dije: papá marico, pero la ignorancia no es culpable (…) Fue mi tío Alberto que me dijo: “Niño, vaya y dígale a su papá, marico” (…) Fui y le dije y después tuve que comerme medio jabón de este tamaño (…) Pero no sabía, Magra. No sabía. ¿Cómo se va a castigar a un niño si no sabe?

Hay otra vía de redención: el anclaje en la infancia. Un país infantil y desconocedor puede errar sin asumir responsabilidades. La ingenuidad (movida por la ignorancia o por una adultez que no llega) es el mecanismo nacional de expiación.

La cultura marginada

Al país se le atribuye el hábito de marginar la inteligenzia. El leitmotiv, la soledad de una intelectualidad no escuchada por una nación urgida de materia gris. El desencanto lo recrea en Acto Cultural.

AMADEO.-… Tengo tantos años diciendo conferencias… los martes a las ocho… Es increíble como después de veinte años nadie me escucha porque suponen que digo una conferencia. 

Mas toca otra llaga: la vacuidad del intelectual que, como Amadeo y tantos otros, cualquier tema lo vuelve conferencia. Objeta la validez de la cultura que se dice hacer, y su pertinencia frente a la realidad social y a la del intelectual mismo.

COSME.-…Yo no llamaría a este centro de respiraciones patrióticas, Sociedad Louis Pasteur (…) sino Sociedad para un Estudio Pormenorizado del Culo de mi Alemana. Y no sería tan cultural, pero por lo menos yo entendería mis quince rones y mis deseos y tal vez mi vida.

El gobierno que merecen

El autor descubre la tipología del mandatario pretendido estadista: seres marcados por la torpeza y la idiotez. Un rey católico al que le aprietan las botas y juega frontón. Gobernantes republicanos viciosos, legitimados por la indiferencia complaciente del ciudadano, cuya máxima insurrección es el chisme.

HERMINIA.-… Echo de menos los rosales. ¡Fue una verdadera canallada del general Castro pisotear los rosales! ¡El alcohol tiene sus límites!

La mediocridad también es perceptible en el resto de la burocracia:

GUZMÁN.- (Respecto a la deuda externa) Ni siquiera sé cuánto debemos (…) ¡Hay cifras borradas con grasas de chorizos! ¡Un degenerado comió chorizo sobre los protocolos de 1858 (…) ¡Estamos a merced de los documentos británicos!

¡Perdimos los recibos, Lander!

Monte y culebra

Otro mito develado: toda sociedad provinciana castra a sus ciudadanos para la hazaña heroica. La omisión individual y colectiva se excusa en que sólo un entorno adecuado (modernidad, primer mundo) promueve la proeza. Las víctimas del subdesarrollo son minusválidas para cambiar sus destinos:

AMADEO.- ¿Cómo hace un hombre en San Rafael de Ejido, cuando tiene una fantasía?… ¿y quiere descubrir América o cualquier otra soledad?

Ideas de moda

Quizás una de las mayores tristezas del país es la importación de ideologías que nunca llegan a ser entendidas. La disertación sobre la ideología predicada es una repetición irracional, retrato del ciudadano loro. Una muestra, el catecismo marxista en El día que me quieras:

MARÍA LUISA.- Anda, Pío, pregunta. Tú primero y nosotros después. ¡Qué notamos al examinar…!

PÍO.-¿… la sociedad actual?

PLÁCIDO.- Respuesta…

MARÍA LUISA Y PLÁCIDO.-… una profunda desigualdad…

GARDEL.- ¡Extraordinario!

LE PERA.- ¡Bravo, bravo, bravo!

PÍO.- ¿Cómo se manifiesta?

MARÍA LUISA Y PLÁCIDO.- Por la existencia de dos tipos de hombre… el proletario y el burgués…

PÍO.- ¿Está la sociedad bien constituida?

MARÍA LUISA Y PLÁCIDO.- No, porque existen dos clases sociales: el proletariado y la burguesía…

GARDEL.- ¡Luminoso! ¡Exacto! ¡Cronométrico!

Aguantar callado

La sumisión apenas se rompe en situaciones límite. Sólo con la sangre hirviendo, el individuo se percibe a sí mismo. Antes de ese “hasta aquí llegué” hay años, tal vez siglos, de aguante. Un indicio:

AMADEO.-… esa noche la recepción terminó a las once y el edecán del general Castro me dijo que no podía regresar a la casa con Lucrecia, mi mujer, porque Castro quería jugar con ella una partida de dama china. Yo, naturalmente, sospeché…mucho más cuando Lucrecia regresó a la casa, cinco días más tarde, alegando que el juego de dama china se había extendido…

Se necesita tanta más infamia para el estallido. Y si se da, dura poco.

AMADEO.-…Tres años más tarde la encontré en mi lecho con el Secretario del Partido Liberal (…) ¡La insulté con la pistola en la mano! (…) En un momento dije algo sobre el honor ultrajado y por allí me fui con una auténtica conferencia acerca del sentido del honor en la obra dramática de Calderón de la Barca…

COSME.- ¿Y ella?

AMADEO.-… me pidió que le recomendara una bibliografía.

Esto nunca será París

Finalmente, el desprecio de los ciudadanos por el país decanta en nostalgia por lo que no se es. O sea, extranjero:

GUZMÁN.- ¡Cher Lander!

ARISTIDES.- ¡Monsieur le président! (…)

GUZMÁN.- Un aire civilizado acaba de entrar a este salón.

La razón boba

Los inicios republicanos de Venezuela adoptaron uno de los legados del clasicismo del siglo XVIII: el dominio de las pasiones por la razón, lo que decanta en la libertad del individuo.

El triunfo de la razón habría prevalecido en la venezolanidad hace 180 años. Pero hoy las pasiones sólo son falsamente doblegadas por otras pasiones. El carácter nacional está, según, desprovisto de racionalidad. Y la libertad individual, por consiguiente, es ilusión,

En Profundo, la existencia se subordina al mito. A través de él se reprimen las pasiones. Este contrasentido culmina en una explosión aún más irracional, cuando Manganzón, que ni tiene sexo con su esposa por creerse iluminado, proyecta su cólera hacia el objeto (un hueco cavado en la habitación) supuestamente revelador de dicha bendición divina:

MANGANZÓN.- ¡No hay nada! ¡No hay nada!¡Allí en el hueco no hay nada! (…) Es un hueco para mear… ¡Es un meadero!

Y si el carácter nacional envuelve el freno de las pasiones a través de otras pasiones y no de la razón, su estado es de naturaleza (animal, salvaje, primitivo), pretendiendo una racionalidad y una civilidad que no le son propias.


*Publicado originalmente en la edición del Papel Literario del 29 de octubre de 1995.


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