BEN AMÍ FIHMAN, POR VASCO SZINETAR

Por FAITHA NAHMENS LARRAZÁBAL

Como los obsesivos, como los inconformes, como los insaciables, Ben Amí Fihman se zambulle en tres entrevistas publicadas de su autoría a los celebérrimos Jorge Luis Borges, Emil Cioran y Bashevis Singer, y con el tiempo a favor, sabiduría que le da el saber de barricas, regresa del fondo con las manos llenas de literatura. Además de por el cine y por los viajes, este escritor que fundó las revistas El ojo del Golem, Exceso y Cocina y vino, y suscribióla columna gastronómica urbana caraqueña Los Cuadernos de la gula venerará la buena mesa y la palabra, a partir del punto y comamos, y la comidilla. Autor de Boca hay una sola, Segunda Mano, La quimera del norte y El espejo siamés, ahora sale de la hornada a los anaqueles Caza mayor.

Hay que decir que siempre ha tenido olfato para el verbo, y ojo para escoger con acierto de entre la oferta de posibilidades que da la lengua, en su caso lengua que bien dice, y lengua que bien cata. Cazador mayor él que detecta la palabra precisa, la disecciona, la desnuda sin desparpajos y la pone a traducir la incomprensible escena a veces circense, a veces carente, a veces agujereada, a veces camuflada con lentejuelas, Ben Amí Fihman parece entender el trabajo fino de la pinza del cirujano que extrae, el del artista que crea delicados sueños de origami, el del egoísta que dispara a la presa, pum, y acierta.

Nativo de una ciudad que se devora a sí misma —la frase es suya—: gastrónomo. Lengua capaz de contar los años de un vino, gozar el espesor de su cuerpo y anticipar la caída de la lágrima: escritor. Editor de fino olfato, provocador desprejuiciado, voyeur de tentaciones, arqueólogo del tejido social y tenedor tras el lomito: cojo ilustrado. Viajero que como un coloso goloso sujeta el mapa del mundo y devoto de París, donde echa anclas pero no echa por la borda las heridas históricas: lector. Cineasta en el tintero, sueños de mar y todas las mesas, árbol genealógico de tintas con cicatriz en la esquina de Gradillas —como Simón Bolívar—: caraqueño. Una calavera en el dedo anular: casado. Ben Amí Fihman, personaje real e imposible, que se reinventa en los caldos de la ficción y acaso fricción, ha vivido y ha estado a punto de ir preso por ella.

Periodista de la escuela de Letras por la Sorbona, crítico de todos los platós y todos los platos del primero al postre, tiene paladar para todos los placeres planetarios, incluyendo repúblicas plataneras, gusto para el arte y el maridaje, memoria para la historia y la anécdota minúscula, y una cabeza que no olvida las líneas ocurrentes de un encuentro especial con, por ejemplo, y claro está, Jorge Luis Borges, Emil Ciorán o Bashevis Singer. Es un recurrente contumaz.

Antecedido su nuevo libro de un crítica reverencial, esta reconstrucción o deconstrucción de tres entrevistas suculentas a estos tres celebérrimos de la cultura, el libro que suscribe quien fuera compañero de curso en la escuela de cine de New York de Martin Scorsese, hace foco, pues en este trío de personajazos con quienes conversó, a quienes admiró y tal vez exprimió, y a quienes convierte ahora no en protagonistas, que ya lo son, sino en espíritus desnudos, más de meollo, sobre los que ha pasado el tiempo, como a los vinos. Luego de que los mojara originalmente en tinta periodística, la suya de eternos visos o rizos poéticos, ahora a estas potestades y objetos de culto las volverá más de carne y hueso, a la vez que más literatura.

Caza mayor es la historia de un proceso de coloración y/o decoloración y del suculento maridaje entre verdad y fantasía, subjetividad y pasión que rezuma exquisitez. Un singular trabajo en el que también puede pescarse alguna explicación del mundo.

En octubre fue la presentación en el Café Comercial, Madrid. Hablaron los periodistas Sebastián de la Nuez y Milagros Socorro. Además, Juan Manuel Bellver, excorresponsal de El Mundo en París y el erudito y exdirector del Museo Reina Sofía y el Instituto Cervantes Internacional, Juan Manuel Bonet. De Exceso aparecerían, desde la Valencia mediterránea, Gonzalo Jiménez, y desde El Escorial, Francesca Cordido. “Se llenó”, confirma un Ben Amí Fihman de alma sonriente. Luego se presentó en Miami, tan nuestro, donde se encontró con sus fieles.

Tentación ahora mismo la otra orilla con el aroma a tinta fresca, desde Caracas uno intenta el nado en la nada —dios, que el fango no persista— y la aproximación con el verbo leer —no valen los brazos cruzados—, que el mar reafirma: trae los murmullos y las novedades de una reunión de paisanos —o de pauta— con el exjefe de Exceso que le respondiera a Hugo Prieto en Prodavinci que no imagina la posibilidad o conveniencia de saltarse ese período tan vital de su vida, la de editor de esa revista, en pos de la literatura cuando Exceso fue una escuela en la que dejó el pellejo. Maestro con quien será natural aprender que vale la pena escribir porque, igual a como decía Javier Marías, queda claro que es una forma privilegiada de pensar, habrá muchos más aprendizajes, como que no está del todo mal decir a veces con ambigüedad, que es una forma de coquetería o de sugerencia o de guiño; pero que mejor será intentar llegar a lo hondo, al tuétano, a la esencia con toda la curiosidad y pasión del caso.


*Caza mayor. Salir en la foto con Borges, Cioran, Bashevi Singer o Piglia. Ben Amí Fihman. Edición: Demipage. Madrid, 2022.


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