Mary Szybist | ©Melani Kirkwood

Su exuberancia

No es que el pulpo no te amaría –

no es que no intentaría abrazarte

con cada uno de sus finos brazos:

 

creo que serías igual que cualquier otro

para un pulpo. Pero las criaturas del mar,

al igual que el mar, no piensan

 

sobre sí mismas, o sobre ti. Se quedan flotando allí,

acunadas, incapaces de arder. Abandónate

al vaivén, los remolinos erizados, abandona

 

tus pesadas piernas a las praderas de algas

flotantes y siente

que el fitoplancton florece, rocío, espuma de

mar, percebes. En el oscuro reino bentónico, el necton resbaladizo se desliza sobre

las llanuras abisales: mientras flotas, siente

el afloramiento del frío, aguas profundas palpando

la piel estirada sobre

tu columna vertebral. Siéntete

asido y atizado. No, no es que el pulpo

no te amaría. Si pudiera tocarte,

si pudiera, cada uno de sus tres

corazones se volvería rojo.

 

¿Habrán de refutarme teólogos de fe alguna?

No el salmón azul. No su cabeza moteada.

 

Incarnadine, 2012

Invitación

Si puedo creer en el aire, puedo creer

en los ángeles del aire.

 

Ángeles, vengan a respirar conmigo.

 

Ángel del aborto, ángel de la alquimia,

ángeles de la esterilidad & los campos de batalla & la felicidad,

exhalen más cerca. Déjenme sentir

su aliento en mis dientes-

 

Los llamo, ángeles de embriones,

terremotos, ustedes, los del olvido-

sean complacientes: inclinen mi cabeza hacia atrás.

 

Ángeles de la infección, cubran mi boca

y mi nariz con su boca.

 

Inventos fallidos, alcen mi barbilla.

 

Ángeles de prostitución y lluvia,

ustedes, los de la verticalidad y la tristeza,

 

ustedes, que no toman nada, respiren en

mi silencio. Ustedes, que han limpiado sus labios

 

con fuego, no necesito conocer

sus rostros. No necesito

que tengan rostros.

 

Ángeles de insectos acuáticos, déjenme dormir

con el sonido de su respiración.

 

Ustedes, sin pulmones, hagan que mi pecho se eleve–

 

Sin ustedes, mi aire

sabe a nada. Por ustedes

aguanto la respiración.

Incarnadine, 2012

Anunciación oída desde la cocina

Les oía desde la cocina, hablando como si

algo importante había sucedido.

 

Yo lavaba las peras en agua fría, cortaba

sus moretones.

Desde mi lugar en el fregadero, pude escuchar

 

un vago zumbido de jet en lo alto, una aspiradora

encendiéndose al lado, el clic,

el clic entre cada toma.

 

«María, aléjate un poco de la cámara».

 

Había una suavidad en su voz

pero sin afecto, sin prisa alguna.

 

Había sonidos débiles

como nueces tiradas a la calle por los cuervos,

casi un roce

del campanil del porche-

 

En todas partes, ventanas entreabiertas rodeándome –

 

Mi piel viva en el trinar.

 

Incarnadine, 2012

Autorretrato con una abeja en mi boca

Dije que no, y entonces hubo un hervidero dentro de mí,

toda alas, inquieta-

 

Lujuria cruda de romance

 

*

Tú te desnudabas, quitándote

los calcetines gruesos en los que sudabas.

 

No eras tú lo que yo había negado.

Olías a hierba cortada, tu espalda te dolía,

cerrabas los ojos por un instante

 

antes de que te besara en lo que creía era silencio.

Pero el zumbido comenzó, arriba se cernía

mientras buscaba tus labios, mientras te halaba hacia mí,

mientras sucumbía

 

a la fuerza de tus labios. . . .

 

*

Aunque te besé, por supuesto, el beso fue para ti,

y no por el dominio impuesto por aquellos labios.

 

*

Como una abeja en un tarro de cristal, mi mente zumba-

Pero la abeja está en mi boca.

*

A veces, el zumbido es tan quieto

que no sé si está ahí.

 

Lo he tentado a salir.

Deshierbando el jardín, froto mi mejilla

contra los pétalos de espesas venas, fragancias

alzándose como incienso.

Y sólo entran más, volando.

 

Sólo tengo que tocarte para que de pronto me alces

en la cuna de tus brazos, para entregarme por completo. . .

 

*

Te pierdo en el zumbido.

 

(Toda alas, inquieta,

y luego una especie de ira:

flor abierta, rosa del campo

un poco mustia y desatendida-)

 

*

Mira como un cuerpo casi puede llegar a tener alas.

 

Me recogen cual flor y me tocan, como si hubiera sido hecha para ellas.

*

¿Para qué fui hecha, entonces?

 

Granted, 2002


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