Enza García Arreaza | Archivo Torrivilla

Por ALEJANDRO MARTÍNEZ

Cuando terminé mi primera exploración de Cosmonauta quedé dudando de cómo proponer algunas claves de lectura sobre este artefacto que demandaría, más bien, un seminario para su inagotable discusión. Y digo artefacto a falta de mejor palabra, o porque decir libro me parece ya insuficiente para este conjunto de textos, imágenes, disposiciones textuales y símbolos, desplegados como una constelación de recuerdos, imaginaciones, invenciones, pieles, dolores, deseos que Enza García congrega en Cosmonauta. Este título me hace pensar también en el Altazor de Vicente Huidobro, en la sensación de desprendimiento de su hablante lírico, esa experiencia de la caída y desarticulación del sujeto, ese devenir del lenguaje en el Canto VII cuando leemos, o quizá escuchamos, una pura secuencialidad vocálica que hace implosionar el propio libro. Pero a diferencia del poeta chileno, o mejor dicho, entre muchas diferencias que podamos hallar entre Altazor y Cosmonauta, resulta que en este último más que una caída estamos ante un estallido espacial que se expande y nos hace navegar por tiempos y lugares inhóspitos.

En Cosmonauta todo parece estar al borde del desmoronamiento, en un abandono y una soledad que no logran resarcirse. Pero este derrumbe, este desplome, perdura al borde, en suspenso, o como escribe Enza al cierre de Cosmonauta, “el fin de mundo era esto / un cohete que no tenía cielo”. Este permanente estado de flotación de un cohete sin cielo se trasluce también en la propia disposición del artefacto, donde se me hace difícil aterrizar y quedarme con una sola imagen o poema, donde cualquier alunizaje es tan solo momentáneo, donde más bien siento la necesidad de continuar sondeando la galaxia que Enza ha armado.

Así, cuando me acerco a Cosmonauta, no puedo leerlo u observarlo como tradicionalmente nos han enseñado a abordar un libro. Por su propia disposición, Cosmonauta tiene varias formas de ser leído, visto u ojeado. Podemos leerlo, claro está, desde la primera a la última página, en un orden secuencial quizá engañoso, acordes a una normatividad editorial en la que pueda figurar como libro. Podríamos también centrarnos solo en cada collage, o “recortajo” como los denomina Enza, intentando armar una poética visual del funcionamiento de sus recortes, de las configuraciones de sus imágenes y sus hilvanaciones con los textos escritos a mano o tomados de publicaciones impresas que las acompañan. También podríamos atender exclusivamente a los nueve pasajes narrativos, tipográficamente de mayor tamaño, suerte de abrebocas de cada sección de poemas, pero que a su vez imagino como anotaciones de un diario. O tal vez podríamos ignorar todo ello e ir directo a los poemas, dispuestos de manera más difusa a lo largo de las páginas, diferenciados de los nueve pasajes al tener un tamaño de letra menor. Sin embargo, pienso que más bien debemos adentrarnos en este artefacto como cosmonautas u observadores de galaxias, errando en una constelación de imágenes, materialidades y formas sin puntos cardinales que nos guíen, para entonces armar nuestro propio mapa, nuestro personal tablero de dirección, en la medida que vayamos localizando o proyectando puntos de referencia que nos sitúen o anclen temporalmente. Así, algunas configuraciones o constelaciones de sus recortajos, poemas y pasajes harán que prestemos más atención a la memoria familiar, pero en otras será el cuerpo, marcado por, como escribe Enza, “rastros de aquel estallido / donde mueren dinosaurios”, y en otras, más bien, la experiencia del migrante cobra lugar. Adentrarse en Cosmonauta, insisto, no supone buscar el producto final, es decir, no implica descender en alguno de sus planetas o satélites textuales y visuales para plantar una bandera. Más bien, Cosmonauta precisa de sumirnos en el proceso de su propia construcción, entender cómo sus partes funcionan en simultaneidad, preguntarnos por la estructura de sus collages, por cómo se disponen entre uno y otro poema, qué figuras y símbolos retornan una y otra vez sea en verbo o en imagen, qué relaciones se van estableciendo entre cada signo, palabra, ícono u objeto que Enza ha decidido presentar en conjunto.

Collage número 4 | Enza García Arreaza

Pero a todo esto, Cosmonauta resulta ser también un artefacto que viaja, que se desplaza entre espacios y temporalidades heterogéneas, flotando sin gravedad a la deriva como una nave que transporta una colección de muestras recopiladas de diversos asteroides. En este sentido, Cosmonauta me hace pensar en Walter Benjamin y en Marcel Duchamp, sobre los que volveré en un momento. En uno de los poemas, Enza escribe “abrí una gaveta y me atacaron fotos viejas”. Pienso que allí radica una de entre las varias claves de Cosmonauta: la imposibilidad del desecho, de abandonar del todo ciertos objetos, ciertos recuerdos, ciertas ideas, ciertos mitos, el regreso tal vez ominoso tal vez destructivo de un pasado hecho imagen, de un tiempo remoto hecho verbo. Sin embargo, esta acumulación de objetos, recuerdos, palabras, oblitera incluso la razón del conservar, el objeto que la lleva a archivar. “Tengo asuntos secretos. De hecho, no recuerdo dónde los puse”, escribe Enza sobre un collage al que acompaña con el interrogativo where. Estos asuntos secretos quizá estén dispersos a lo largo de Cosmonauta, atrapados en un umbral de silencio donde esta o este cosmonauta continúa errando.

En una reciente entrevista realizada por Sandra Caula, Enza hace énfasis en su tendencia a acumular cosas: “acumulo fotos que tomo, acumulo productos de papelería japonesa y todo cuanto pueda reciclar para mis collages, acumulo cajas de colores, y siempre recuerdo cuando las cosas me faltaban, recuerdo los momentos más humillantes”. Quiero detenerme un momento en este afán acumulativo, en esos niños titanes, como escribe Enza en un poema, “que crecen y recogen sus cosas muertas en un saco”, para entonces especular sobre esa gaveta de las fotos viejas.

Imagino Cosmonauta ya no como libro ni como artefacto, sino como un cúmulo de papeles en una gaveta en un escritorio de Enza en la Universidad de Brown. Pero también imagino Cosmonauta viajando con ella en una maleta desde Venezuela a Estados Unidos. Cosmonauta es un refugio, ese estado de la imaginación que, según Enza, es a la vez “el único lugar donde estamos a salvo”, pero donde asimismo podemos ser heridos. Cosmonauta constituye la emergencia del despliegue de palabras e imágenes que Enza ha ido acumulando durante años, símbolos y voces que no pierden su cadencia a pesar de la distancia, a pesar del tiempo. Como la maleta de Walter Benjamin, con el valioso manuscrito que intentó proteger a toda costa antes de morir, hoy perdido y del cual se especula que pudo haber sido una versión final de sus Tesis de la historia, o como Marcel Duchamp con su Caja en una valija, un museo en miniatura con réplicas de gran parte de su trabajo como artista y que llevó consigo a Estados Unidos huyendo del avance del nazismo en Europa, Cosmonauta es un archivo migrante, un artefacto capaz de contener en sí un universo donde lo personal no puede separarse de la urgencia del presente político.

Collage número 2 | Enza García Arreaza

Quiero cerrar pensando en la futuridad de este artefacto. Como tengo el placer, pero también el vicio de vivir 24/7 en la academia, encerrado en, como diría Borges, ese “universo (que otros llaman la biblioteca)”, y más aún en un campus universitario que, como dijo un conocido que lo visitó, solo se escucha el murmullo de la gente pensando todo el tiempo, no puedo dejar de especular en los posibles textos, reflexiones, ideas, tesis, tuits, que surgirán a partir de Cosmonauta. Cuando me preguntan una y otra vez sobre qué se ha escrito en literatura sobre la diáspora venezolana, sobre la dictadura, sobre la crisis social, se me hace todavía complicado desplegar una lista exhaustiva de obras o artefactos, tal vez porque seguimos tan sumergidos en esta debacle, tal vez porque el mercado literario prefiere ciertas narrativas más fáciles de comercializar. Sin embargo, y aquí termino, tras haber navegado en Cosmonauta, encuentro que este artefacto de Enza García no es tan solo una valiosa obra visual y literaria, sino una intervención fundamental que desde ya hay que tomar en cuenta para cualquier lectura o abordaje sobre la realidad venezolana.


*Cosmonauta. Textos y collages de Enza García Arreaza. Fundación La Poeteca. Caracas, 2020.


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