Por YLIANA DUNO

El gran Maichak más que una novela ficcional basada en mitos indígenas latinoamericanos representa una propuesta fresca y audaz que intenta extraer la rica tradición oral del continente americano a un plano tangible y accesible para las nuevas generaciones. En sus líneas nos encontramos con un lenguaje pleno de símbolos y de aforismos arquetípicos de las leyendas y mitos; además de un estilo escritural audaz con el cual Rondon-Hanway magistralmente intenta agitar la estética narrativa catapultándola a los niveles del lenguaje del nuevo milenio.

El gran Maichak es una novela épica que narra las hazañas de Jacob Miranda, una estrella de rock y fundador de la banda Los Profetas, un hombre atormentado con una infancia plagada de los maltratos y vejaciones psicológicas de su padre alcohólico; no obstante, lucha por seguir adelante y se aferra a la música, su tabla de salvación, pero al llevar una vida desenfrenada aunada a la fama, se convierte en un hombre egocéntrico y ensimismado. Las circunstancias lo arrastran a un viaje multidimensional en donde deberá ser el protagonista de diferentes historias entramadas con personajes de mitos ancestrales suramericanos y grandes héroes de la resistencia indígena latinoamericana.

Como una suerte de tributo a los cantos homéricos pero al estilo criollo, Rondon-Hanway nos presenta a las deidades mitológicas americanas que se transforman en personajes del texto: Yara, María Lionza, Kori Ocllo, Odo Sha, Bochica-Viracocha, Walichú, Supay, Huitaca, Pachamama, Mallku, Inti, Iwarka y muchos más, al igual que rescata a grandes líderes como Tupac Katari, Bartolina Sisa, Cori Ocllo (personaje mítico-histórico), Caonabó, Tamanaco, Huatey, Guaicaipuro, Lautaro y Caupolicán, entre otros guerreros, protagonizan hazaña en un mundo paralelo en donde la autora utiliza la técnica del hipervínculo de manera efectiva, enlazando las vivencias de estos personajes con la trama que hilvana la historia del Gran Maichak.

El aspecto de la otredad y el desarraigo están presentes en la dualidad Jacob-Maichak, quien emprende ese viaje personal en busca de su identidad y la razón de existir y además para cumplir con las tareas que le han sido comisionadas; junto a este viaje emergen otros viajes, no menos importantes; el viaje individual de cada personaje, quienes a lo largo de la historia enfrentan a sus propios demonios.

Un tercer viaje se inicia simultáneamente y es el viaje geográfico el que emprenden los personajes a lugares de Suramérica, los cuales la autora describe asiéndose de una prosa poética de alto nivel.

“ … Bartolina se despertó muy temprano y se encontró frente a una inmensa planicie serpenteada de preciosos arbustos. Se conmovió frente a la magnificencia de la fascinante cordillera de los Andes, su amado terruño. Los Andes, mítico dominio donde las condiciones climatológicas y de relieve, daban lugar a la más hermosa e ilimitada vegetación. Macizos montañosos que irrumpen en el asombroso paraje desde las indómitas selvas lluviosas, pasando por las más austeras y extremas tundras, para luego coronar las titánicas cimas arropadas con sábanas blancas. Parajes impregnados de la mística bruma y el perenne canto del viento entre los acantilados. A ese lugar pertenecía Bartolina, una sencilla muchacha, tejedora y mujer del campo; enfrentándose a un reto que definiría su existencia…”.

Paisajes paradisiacos, mesetas y tepuyes del Parque Nacional Canaima, de Venezuela, valles y montañas de Bogotá, el altiplano andino con sus legendarias Puma Punku y Tiahuanaco, las selvas, montañas, desiertos y playas de Perú y Ecuador, la Amazonía brasileña, la mítica Yvy Tenonde guaraní y las mágicas laderas de Chile, creando un ambiente mágico, místico y surrealista al mismo tiempo.

La hipertextualidad es otro elemento que fluye como una red que hilvana momentos con escenas fílmicas, letras de canciones, personajes históricos y del espectáculo que aparecen como ráfagas interculturales otorgándole al Gran Maichak un carácter universal.

Podemos encontrar ese vínculo respetuoso con otras lecturas y momentos históricos, razón por la cual podríamos situar al Gran Maichak como una novela que se ciñe al realismo mítico.

Un ejemplo de esa hipertextualidad lo encontramos a través de la música cuando Jacob – Maichak hace referencia a la canción de los Beatles denominada “Black Bird” luego de escuchar la anécdota de la joven Zuh:

“…Recuerdo que mi abuela todas las tardes se sentaba a escucharme en una pequeña loma cercana a nuestra casa. Una tarde ella se acercó a mí y me dijo: “Tu cabello negro flameando al viento te hace lucir como un ave en vuelo.  Eres como un pequeño jilguero negro, siempre subyugado y solitario que espera el momento para volar libre”.

—Esas palabras me recordaron a una hermosa canción de Los Beatles —replicó Jacob emocionado.

—Los Beatles, ¿quiénes son?… ¿entidades mágicas? ¿Cantan icaros rituales?

—Quizás encontraste la verdadera esencia de los Beatles, quizás ellos fueron eso, entidades mágicas que tocaban icaros rituales

—¡Sería hermoso poder escuchar su canto! —exclamó Zuh emocionada…”.

Uno de los aspectos que se pueden apreciar en esta obra es la crítica social que de alguna forma es representada por las vivencias previas de los personajes; por un lado, el pasaje de la infancia de Pedro, y la tragedia que se cierne sobre su familia; momento que no se aleja de la realidad de la violencia en las escuelas producto del uso indiscriminado de armas poniendo en riesgo la vida de los niños, adolescentes y maestras de las escuelas, crisis social que en la actualidad ha enlutado a muchas familias.

“—¡Un tiroteo! ¡Un tiroteo! —exclamó ella sollozando

“—¡Dios mío! ¡Otro tiroteo más! Qué mal ya se está haciendo común” —pensó Pedro; increíblemente ya era común ver en los tabloides las sangrientas reseñas de esos tiroteos masivos donde un asesino perturbado disparaba a sangre fría a decenas y a veces cientos de niños y adultos, bajo la ignominia de un Estado que permite el uso de armas sin regulaciones. Caminó desolado cavilando: “¡Qué día tan pesado!”.

Asimismo, muestra otra realidad no menos importante como la minería indiscriminada, el tráfico de oro y diamantes por parte de los Garimpeiros en las tierras amazónicas como bien lo dice la autora a los ojos de los entes públicos de la región sin que haya una respuesta efectiva y contundente:

“… A los  mineros en toda la región se les conocía con el  nombre de  garimpeiros. Un garimpeiro es un hombre que arriesga su vida  por la ambición de encontrar  instantáneas riquezas, su sueño: hallar la piedra  preciosa que le librará de la pobreza, para alcanzar su preciada meta, en medio de este pandemónium existencial abandona  a su mujer y a sus  hijos adentrándose en la selva, en mucho casos para morir de fiebre amarilla o a manos de otro minero. Entre más tiempo transcurre envuelto en el barro oloroso a muerte más se deteriora su esencia  desdibujándose y metamorfoseándose en un depredador implacable del medio ambiente y de su vida misma.  (…). Los garimpeiros llevados por su propia avaricia son capaces de destruir todo ante sí, ante la indolencia de un estado permisivo y forajido…”.

Esta novela épica es ambiciosa y está compuesta de tres tomos: Suramérica, Centro América y Norteamérica; el Volumen I El gran Maichak consta de diez capítulos, cada capítulo narra historias inéditas, protagonizadas por personajes de los mitos y leyendas. En estos diez capítulos se narran las aventuras de Maichak y sus compinches: Iwarka el mono, Macao el papagayo-guacamayo y Kuwi el cui. Narraciones dinámicas y llenas de acción que nos conmina a seguir unidos al texto por medio de un discurso interactivo entre el lector y los personajes; un discurso nos pasea por ambientes exuberantes, hermosos, inhóspitos. La lectura del Gran Maichak induce al lector a enfrentar obstáculos que le hacen pensar que está dentro de un videojuego como un avatar más involucrado en el reto de salvaguardar los multiversos. Es relevante trastocar la conexión que nos llevan al presente y a ciudades transitadas en nuestra cotidianidad con ciudades milenarias hoy reducidas a ruinas, pero descritas de manera impecable.

Los símbolos presentes en la obra confluyen como arquetipos, algunos surgidos de la inventiva y genialidad de la autora y otros como homenajes a los grandes de la literatura; como el símbolo de las mariposas y flores amarillas en el funeral de Paki; narrativa que coquetea con las mariposas de Mauricio en Cien años de soledad, la obra cumbre del Boom y realismo mágico latinoamericano del genial Gabriel García Márquez:

    “… En ese momento Paki se despegó del cuerpo de su hermana, y se fue evaporando en miles de pétalos de atapillas amarillas que como traviesas mariposas jugueteaban alrededor de los presentes…”

También se evidencia la alegoría recurrente a la identidad dicotómica de los hermanos gemelos que se repite en muchas mitologías desde Jacob y Esaú hasta los legendarios gemelos amazónicos:

“… Todos los domingos, en un extraño ritual, muy en la mañana sus padres le llevaban a la tumba de su hermano gemelo Elisau. No era algo grato para el pequeño Jacob ver la cara de odio de su padre al referirle la historia de como él impidió que su hermano naciera tomándole por el talón, cuando en realidad fue él mismo quien lo asesinó…”.                   

“…—¡Tú eres el morocho Omawe, hermano de Yoawe!… ¡tú eres el morocho!  —gritó el hombre  abriendo su  boca  forrada de la negra pasta del chimo, sus ojos estaban exorbitados. El hombre estaba evidentemente afectado y era presa de un horror inexplicable para los visitantes, los cuales le veían como si fuese un demente fuera de control.

—¿Qué te pasa, viejo? ¿Qué quieres decir con eso de morocho?  —preguntó Pedro al hombre, quien sujetó fuertemente el brazo de Jacob. Jamás había escuchado la palabra morocho en el español de México…”.

Muchos de estos elementos alegóricos de la novela se presentan en el sueño de Jacob y van acrecentándose a medida que la historia se desarrolla. Otros tienen que ver con imágenes demandantes que deben ser decodificadas por el lector a medida que establece una relación íntima con la historia y los personajes.

El símbolo del caracol como emblema de perfección y eternidad es recurrente y se puede evidenciar en el escape del Okinuiema, cuya escalera tenía forma de caracol, en el pasaje de la adivinanza que Jacob-Maichak resuelve, el pututu o caracol de los mensajeros incas llamados chasquis y en el regalo que Paki le hace a Zion:

“…—Te regalo este caracol, es mi caracol de la buena suerte, quiero que lo cuelgues en tu pecho. Dicen las sabias de mi tribu Mundurucu que ese caracol es la perfección. 

—¿Perfección?  —respondió henchido de amor por la chica—. Si la perfección existe eso eres tú. De nuevo el muchacho la besó con intensa ternura …”. 

Gracias al Gran Maichak las letras latinoamericanas pagan tributo a la sabiduría atávica de la literatura oral indígena que, si bien no dejó huellas físicas por medio de la escritura en pergamino o piedra, sí dejó un discurso rigurosamente establecido bajo la figura del cuentacuentos o relator de la tribu, quien tenía a su cargo la responsabilidad de aprender esas historias y de transmitirlas de generación en generación sin alterar la esencia ni el contenido de estas. La oralidad tiene un gran valor en la literatura, aunque se le ha querido desacreditar; muchos conocedores de la materia la han reivindicado, entre ellos Walter Ong, quien en su libro Oralidad y escritura. Tecnologías de la palabra (1981) establece que el pensamiento cíclico oral característico de las culturas orales primarias es tan válido y riguroso que puede perdurar de generación en generación sin poseer cambios estructurales puede ser aceptado, al igual que el pensamiento lineal, histórico o evolutivo, que depende exclusivamente de la escritura.

Como lingüista y profesora de Lengua y Literatura Castellana y como compañera de estudios universitarios de la autora, siento gran emoción por ver el nacimiento de estas páginas, que extenderán las fronteras del género ficcional hasta límites impensables, pues la calidad estética aunada a la calidad narrativa de esta obra no tiene parangón. Esta es la narrativa de una escritora que se adentró en los caminos de la poesía antes que en los de la prosa, por tal motivo en cada línea del Gran Maichak podemos ver, sentir, percibir, degustar, captar y hasta oler imágenes y recursos literarios que son utilizados a tal extremo que podemos internarnos en cada pasaje y verlo como si fuese una película.  El gran Maichak es la manera genial y divertidamente audaz de entregar las historias primigenias a nuestros jóvenes del nuevo milenio. La generación de los multiversos y de las redes sociales que se ha levantado viendo a los héroes míticos de las lenguas escandinavas e indoeuropeas convertidos en superhéroes de historias y de películas de Hollywood; es hora de presentar a los héroes amazónicos, guerreros de la resistencia indígena americana como personajes que esgrimen valores universales.

El gran Maichak nos deja un exquisito sabor a literatura, pero de esa literatura estética, la de antes, sin dejar de lado el dinamismo de las nuevas tendencias.

A través de la lectura decodificamos los secretos del mundo mítico y del metalenguaje, pero pasándola muy bien porque la narrativa es entretenida y conecta al lector con el hipervínculo e intertextualidad de los Mitos y leyendas Indígenas, historias ficcionales y leyendas urbanas y, por qué no, los mitos conspirativos de los dioses alienígenas.

Amigos lectores, esta es una de esas novelas que una vez que comienzas a leer ya no la puedes soltar, aunque eso implique estar despierto la noche entera.  Les invito a leer El gran Maichak, quisiera contarles más, pero les dejo para que lo descubran por ustedes mismos.


Yliana Duno

Licenciatura en Ciencias de la Educación 

Mención Lengua y Literatura Castellana

Universidad de Carabobo, Venezuela

Maestría en Lingüística 

Universidad Pedagógica Libertador, Venezuela


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