Vinay
Anise Postel-Vina / Sabine Mirlesse (liberation.fr)

Sobrevivir a un régimen dictorial, autoritario y totalitario puede ser un acto de resistencia, de valentía, de fuerza. Hacerlo desde sus mazmorras, atrapado bajo las entrañas de su sadismo, es un verdadero milagro.

¿Qué hacer en medio de la locura, de la muerte, de un lugar que en sí mismo es una enfermedad crónica?

En el caso de Lorent Saleh, por ejemplo, lo mantuvo a flote pensar en las pequeñas cosas, las mismas que poco a poco vamos perdiendo los venezolanos: si cierran una tienda, caminamos el bulevar, si ya no hay películas para ver, compramos libros usados económicos, si perdemos un familiar por los problemas de medicinas, lo dejamos pasar. El tema es que en cada nivel de nuestras vidas la carencia se multiplica.

A Saleh, preso desde 2014 hasta 2018, lo salvó el poder de la contemplación. Lo contó en una entrevista para el diario español El Mundo: «Yo peleé tanto, como un loco, para conseguir cosas que a cualquiera le parecerían irrelevantes. Hice una huelga de hambre de 18 días para que me dieran un reloj. La Defensora ¡del Pueblo! me decía: «¿Dónde está escrito que un reloj es un derecho humano? ¿Dónde dice que debamos dejarle una mesita?».

Su historia de confinamiento, aunque muy distinta en cuanto a período histórico y experiencia, fue en la que pensé al leer el libro testimonial Vivir, una descripción detallada con colaboración de la periodista francesa Laure Adler de lo que tuvo que padecer Anise Postel-Vinay tras caer a manos de los nazis.

En 1942, Postel-Vinay, quien formó parte de la Resistencia Francesa durante la ocupación nazi de su país, fue detenida y llevada ante la Gestapo con apenas 20 años de edad. En el libro narra la crueldad a la que se vio sometida tras pasar por las cárceles de la Santé y Fresnes y luego ser deportada en octubre de 1943 al campo de concentración de Ravensbrück, en Alemania, un sitio de encierro exclusivo para mujeres.

La narración de esta sobreviviente de los nazis se divide entre lo que escuchaba de las compañeras que venían de otros campos de concentración y lo que ella misma vivió.

Al llegar a Ravensbrück, Postel-Vinay lo describe como un lugar lleno de mujeres desfiguradas, grises, con la mirada ausente. «Las SS hacían cantar a algunas mujeres, al compás, en alemán… Germaine y yo estábamos juntas cuando llegamos y recuerdo que ella comparó a aquellas prisioneras con los animales que van camino al matadero y «saben» que van a morir».

Cuenta que allí se enteró de que en Auschwitz había una oficina que se encargaba del asunto de la «raza científica». Un profesor de medicina de apellido Hirt dirigía la idea, que consistía en matar una cantidad de judíos sanos y sumegirlos en una especie de baños que corroyeran la carne a gran velocidad para quedarse con lo esqueletos y luego se encargaban de medirlos con precisión.

En Ravensbrück, continua Postel-Vinay, llevaban a las polacas a una sala de operaciones. Después, al devolverlas a sus cubículos, las compañeras escuchaban como se desgarraban en gritos de dolor: tenían heridas de diferentes tamaños en las piernas. A tres de esas mujeres les inocularon el tétanos para hacer experimentos y a otra la dejaron con menos músculos: le faltaba uno de cada dos músculos en la pantorrilla. Pero nadie entendía el propósito de los experimentos.

Hay quien dice que es una exageración comparar este momento histórico con aquel, pero basta con mencionar algunos nombres para estar alertas: Fernando Albán, David Vallenilla, Rafael Acosta Arévalo, Óscar Pérez, Rafael Baduel, Marivinia Jiménez, Pedro Michel Yammine… la lista es demasiado larga.

Anise Postel-Vinay, liberada en 1945 por la Cruz Roja sueca, dice en el libro que sobrevivió gracias a que gozaba de una buena salud, era deportista y había sido educada en una familia donde no hay derecho de quejarse, pero también menciona que la ayudó su interés por todo, pues le permitió acercarse a mujeres de distintas nacionalidades mientras estuvo en cautiverio.

Es pesimista, sin embargo, respecto a si ese germen que se propagó en Europa ha muerto: «Me da la sensación de que la transmisión de la vil historia del nazismo está siendo muy complicada, de que el antisemitismo vuelve a resurgir».

Ese y otros males siguen resurgiendo.


*Vivir. Anise Postel-Vinay con Laure Adler. Traducción: Laura Naranjo Gutiérrez. Errata Naturae. España, 2016.


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