Adriana Gibbs | Natalia Brand

Por NELSON RIVERA 

Su libro es llamativamente ambicioso: amplio manual que recorre, con textos muy cortos, geografías del vino, producción, variedades, maridajes, presencia del vino en la cultura y la literatura, la cata, modalidades de consumo, protagonistas, citas y más. ¿Podría hablarnos de las fuentes y del proceso de investigación?

“Fueron nueve meses continuos de escritura, días y noches, desde abril hasta diciembre de 2020. Ahora bien, este es uno de esos libros que se vienen escribiendo desde mucho antes. 365 días. Uno para cada vino, fue un proyecto que acaricié durante varios años. Hoy es un libro para acercarnos al vino con frescura, sin acartonamientos, pensado para quienes se inician en él”.

“A lo largo de sus 690 páginas, diseñadas e ilustradas por Betzy Barragán, comparto una muestra de las entrevistas que he hecho en mis múltiples visitas a bodegas del Nuevo y del Viejo Mundo, entre los años 2010 y 2019. En la sección ‘Palabra Maestra’ comparto citas textuales de distintos autores que han acompañado mi aprendizaje de vinos en todos estos años. Son esos párrafos que he resaltado en amarillo en mis libros por distintas razones: un dato, un consejo, algo que no sabía, la respuesta a alguna duda… Citas de Jancis Robinson, André Dominé, Meritxell Figueras, Alberto Soria, Maite Corsín, María Isabel Mijares, Miro Popic y Ophélie Neiman, entre otros tantos autores. ‘Palabra Maestra’ es mi manera de agradecerles a quienes tanto le debo. Una curaduría de mis lecturas”.

¿En qué se diferencia su libro de las guías de vino que se publican año tras año, principalmente en Europa?

“Si bien en la sección ‘En disfrute’ propongo un vino para descorchar cada día, eso no lo convierte en una guía de vinos. En esta publicación hay muchas otras secciones para apreciar el vino en su contexto cultural: artes visuales, literatura, cine, museos, arquitectura, ciudades”.

“El tema del arte de la cata lo desarrollo en los primeros cien días, alternándolo con armonías gastronómicas, servicio del vino y su disfrute en el restaurante, respuestas a las preguntas más frecuentes que me han hecho dentro del aula, en el Diplomado en Cultura del Vino & Spirits que coordino actualmente en la Universidad Metropolitana, y fuera de ella, en mis distintas presentaciones en público.

¿Qué hace posible que algunos países, Francia, España, Italia quizás, logren producir vinos exquisitos? ¿Son solo los factores geográficos y climáticos? ¿O la cultura del vino es factor decisivo?

“Una combinación de ambos: geografía, clima, suelos, historia y cultura. En esos países, parafraseando a Hugh Johnson en su libro Historia del vino, el vino habita desde siempre».

¿Es correcta la percepción de que, en términos históricos, Venezuela ha sido primordialmente consumidora de rones, cervezas y whiskies, y que el interés por el vino todavía es minoritario?

“El gusto por el vino ha crecido y de manera significativa. Hay interés por aprender: en Caracas, Maracaibo y otras ciudades del país hay bares de vino y una oferta de actividades todas las semanas. En la capital recientemente tuvimos una nueva edición de El vino toma Caracas”.

¿Es posible estimular una cultura del vino en un país donde la producción de uvas y de vino es casi inexistente? ¿Promover una cultura del vino basada en la importación?

“Creo en el vino como copa de cultura. Lo refrendan el Diplomado en Cultura del Vino & Spirits en la Universidad Metropolitana que cumplió 12 años, la Academia de Sommeliers de Venezuela para formar a profesionales del vino, una Certificación en Bebidas dirigida por una sommelier que respeto muchísimo, Elizabeth Yabrudy. Estas y otras iniciativas son recibidas con entusiasmo por los amantes del vino en Venezuela, tanto aficionados como conocedores”.

“Y cuento esta anécdota: pese a que Venezuela no está ubicada en la franja geográfica de los países productores de vino, se observa una producción sostenida en los estados Lara y Zulia. Bodegas Pomar tiene un largo recorrido y, personalmente, celebro su perseverancia. Cuando el señor Edouard Cointreau me invitó a asistir a Suecia para la edición 27 de los Gourmand World Cookbook Awards, me dijo esto: ´Tengo mucha curiosidad por probar alguno de los vinos de Pomar, en especial sus espumosos con chenin blanc´. No lo dudé y pedí a Pomar una botella especial. Le enviaron una edición que fue descorchada y celebrada en Suecia”.

Hay quienes sostienen que el conocimiento del mundo del vino –“saber de vinos”- aumenta el disfrute en el paladar. ¿Es así?

“Mi experiencia ha sido así. Yo llegué al vino desde la poesía. Descubrí mi gusto por el vino a los 22 años en el taller de poesía que impartió Harry Almela durante un año en el CELARG. Empecé lentamente a leer y aprender de vinos. Saber de vinos no solo se ha traducido en más disfrute en el paladar, diría que ha ensanchado mis caminos vitales. Aprender a catar vinos, por ejemplo, me ha convertido en una mujer más atenta al ‘catar’ un paisaje, una conversación, un afecto. La vida se cata. Bien lo dice el autor francés Andrés Dominé: Saber lo que se bebe aumenta el placer”.

En su breve La filosofía del vino, Béla Hamvas dice: comer es un acto físico, beber vino un acto anímico, fumar un acto espiritual. ¿Podría comentar este reparto de Hamvas? ¿Cómo describe su propia relación con el vino?

“Diría que comer va más allá de un acto físico, sentarse a la mesa siempre es un viaje. Se viaja, gastronomía mediante. Me resuena eso de beber vino como un acto anímico. En mi caso conjugo varios verbos con el vino. Una copa me lleva a la conversación íntima, a la reflexión, al verbo amar y también al silencio, espacio que procuro y cultivo. Aunque no fumo, creo advertir que en ese acto hay una voluntad introspectiva, unas ganas de ir hacia dentro, lo que tiene una carga espiritual”.

El vino en la literatura: ¿podría hablar de las lecturas que han sido más significativas para usted?

En la sección del libro “Sentir el vino” están textos de poetas, narradores y filósofos vinculados con el vino. Forman parte de una antología que he venido trabajando desde hace varios años con el narrador e investigador Ángel Gustavo Infante, barman literario de la sección “Cantina” en la web www.adrianagibbs.com.

De mis lecturas recientes -y que están siendo muy significativas para mí- destacaría la del británico Roger Scruton y su libro Bebo, luego existo. Deslizo una cita de él: ¿Por qué no admitir que el vino despierta algo en nosotros, igual que lo hacen la poesía, la pintura o la música, es decir, por medio de la presentación de un objeto de experiencia que tiene sentido en sí mismo?”

¿Son las notas de cata una especie de género literario, el esfuerzo por llevar a las palabras una experiencia casi innombrable? ¿Cómo se produce una nota de cata? ¿Recuerda alguna nota de cata memorable?

“En el aprendizaje es importante el registro de los vinos probados. Ahora bien, me gustan las notas de cata concisas y claras. Sin imposturas. Escribir notas de cata, como escribe la periodista especializada en vinos Ania Smolec, esculpe nuestros sentidos, paladar y experiencia con el vino. Esta información es crucial cada vez que tienen que elegir un vino para regalo, una comida con amigos o simplemente para disfrutarlo en casa”.

“Lo ideal es que en el camino uno vaya imprimiendo estilo propio a sus notas de cata sin traicionar el glosario que se ha desarrollado alrededor del vino. ¿Una memorable? El día que bebí el Sol, la nota de cata de un vino dulce del maestro Alberto Soria. Tenía rigor y también sensibilidad poética”.

Además de las extraordinarias crónicas de Ben Fihman, ¿han producido los escritores venezolanos literatura sobre el vino que debamos leer?

“Esas crónicas de Fihman son memorables. Sumaría el libro de Miro Popic, Venezuela on the rocks!, rigurosa investigación histórica de lo que hemos bebido en Venezuela, libro ganador del Tenedor de Oro 2018 a la Mejor Publicación, otorgado por la Academia Venezolana de Gastronomía”.

La editorial Punto Paladar, que usted dirige, también ha publicado un libro de Ángel Gustavo Infante, Cocteles de autor. ¿De qué se trata?

“Tras hacer un primer libro en el que los vinos fueron protagonistas, quisimos hacer otro dedicado a los destilados y en mi equipo tenía al autor indicado para esta tarea: el barman literario Ángel Gustavo Infante, escritor, profesor e investigador, de extensa trayectoria en nuestra escena cultural”.

Este bartender ilustrado mezcla arte & spirits para crear cocteles textuales con la poesía, la narrativa, el ensayo literario, la crónica y el artículo periodístico; una mezcla de géneros orientada por el ars combinatoria del mixólogo que convierte en maravillas el cruce de bitters, frutas, azúcares y destilados.

El libro ha sido diseñado como una carta de cocteles, concebida visualmente por la diseñadora e ilustradora Marvic Ruiz, en la que te paseamos por distintos destilados, con su respectiva presentación: vodka con “El destornillador de Truman Capote”, el coctel textual que abre el libro, y el segundo titulado “Y la mujer creó el Cosmopolitan”; luego el ron con “Gabo y el ron”, “Los diarios del ron”, “Mosaico Caribe” y “La canción de Stevenson”; más adelante ginebra con “La ginebra de Francis Scott Fiztgerald”; después viene el whisky con “Un whiskey para Sinatra”; seguido por el tequila con “Esa pálida llama que atraviesa los muros”, entre otros cocteles textuales.

En el bar que es este libro, cada sección tiene una propuesta musical a cargo del Dj y artista plástico Torkins Delgado. Se presentó recientemente y puede conseguirse en mi web www.adrianagibbs.com y en Amazon.


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