Eduardo Buroz Castillo / Cortesía

Por NELSON RIVERA

—Quisiera pedirle un somero diagnóstico de la situación ambiental venezolana

—La situación ambiental de Venezuela abarca dos grandes áreas, una, la pertinente a las ciudades, las aglomeraciones humanas, con múltiples conflictos derivados de la inadecuada gestión del llamado metabolismo urbano, de comportamientos socioambientales inadecuados y de la necesidad de prevención ante las amenazas ambientales. La otra, la pertinente a los medios rurales y silvestres donde la atención se debe centrar en la conservación de los diversos ecosistemas y de su biodiversidad, el cabal aprovechamiento de recursos naturales y la reducción de los riesgos ambientales. La atención a todos esos asuntos requiere de instituciones adecuadamente articuladas, dotadas y conformadas por un recurso humano capacitado y entrenado. Venezuela desarrolló su sistema institucional  a partir del Ministerio del Ambiente y de los Recursos Naturales Renovables, además de un cuerpo de activismo ambiental conformado por múltiples ONG, un proceso de descentralización en algunas áreas como en la gestión del agua potable y saneamiento, un régimen complementario de empresas privadas de prestación de servicios ambientales, aunado a capacitación e investigación proporcionado a través del sistema nacional de universidades, una adecuada respuesta de algunos sectores económicos nacionales y el desarrollo de un cuerpo legal que permitía llevar adelante la acción reguladora del Estado, aún en los términos más complejos como es el control del Estado por el Estado. Este sistema se ha desarticulado e incluso en algunos de sus componentes reducido hasta casi desaparecer. La consecuencia es el deterioro de la gestión ambiental, que se puede percibir, pero no cuantificar por cuanto se adolece de cifras que determinen la magnitud de la pérdida de calidad ambiental.

—De forma particular, ¿podría detallar el estado de las cosas en el Arco Minero?

—Para hablar del Arco Minero es menester afrontar previamente, como el país civilizado y plural que debe ser Venezuela cuál es el destino que aspiramos para la región de Guayana, concebida como la sumatoria de los territorios que comprenden los estados Bolívar, Amazonas y Delta Amacuro, que constituyen el 50% del espacio continental nacional y que, si agrega el área de Esequibo alcanzaría al 60%. Consecuentemente, los conductores del desarrollo nacional, los líderes y promotores del desarrollo regional, los ocupantes originarios y las élites intelectuales de la nación deben dilucidar qué hacer con ese espacio. Cuatro opciones parecen resumir las posibilidades: preservarlo a toda costa para su uso por las generaciones futuras; aprovechar sus recursos dentro de los cánones del desarrollo sustentable; aprovechar sus recursos de cualquier modo y, a cualquier precio, abandonarlos a su suerte.  En esa región se presupone la existencia de abundantes recursos minerales, algunos de ellos ubicados en el llamado Arco Minero.

La pregunta que es menester contestar con sindéresis y con el concurso de mentes serenas y con conocimiento suficiente para aportar opiniones desde las múltiples perspectivas que requiere esa decisión −ecológicas, antropológicas, técnicas, sociales, económicas, políticas, geopolíticas por mencionar algunas de las más evidentes− es qué desea hacer la nación venezolana con ese espacio territorial: preservarlo o intervenirlo y procurar su aprovechamiento dentro del rigor técnico, social, ambiental, etc. con que se concibe el desarrollo en la actualidad.

Cualquiera sea la respuesta a esta cuestión fundamental, es necesario concienciar que la preservación tiene un costo para el erario nacional que puede ser significativo y elevado, pues áreas con abundancia de metales y piedras preciosas de relativamente fácil apropiación constituyen, y así lo evidencia la historia mundial, polo de atracción a aventureros de toda laya, allí se instalan formas primitivas de comportamiento social, el hecho se impone al derecho, los procesos de patología social se multiplican, por lo que preservar los espacios en su forma natural requiere de acciones de vigilancia y control con suficiente personal, debidamente entrenado y equipado, sistemas de monitoreo  avanzados, organización judicial local y, recuérdese, que se indicó que Guayana es la mitad del territorio nacional y el Arco Minero abarca cerca de 112.000 km2, esto es un 25% de ese territorio, y los recursos minerales no solo están en ese espacio.  En concordancia con la corrección de la patología social, es menester ordenar la aplicación del régimen jurídico ambiental que concierne a las áreas bajo régimen de administración especial que se encuentren en las áreas mineras o que se suponen mineras en todo el ámbito de la Guayana.

La decisión de usar los recursos en el contexto de las leyes y normas que regulan su aprovechamiento procurando minimizar la agresión al ambiente también supone un estricto y completo sistema de vigilancia y control cuyo costo debe ser provisto por las reglas de tasación y tributarias que imponga el Estado a quienes ejerzan las labores de explotación minera.

En la actualidad, y de acuerdo fundamentalmente con la información de los medios de comunicación, puesto que es pertinente y necesario realizar estudios que cuantifiquen las dimensiones actuales del deterioro, considero que debe atenderse prioritariamente la patología social que afecta el territorio. Solventada esta debe desarrollarse la recuperación ambiental según las opciones de preservación o de aprovechamiento acorde a estrictas normas y regulaciones, según se haya decidido.

—Una impresión: el debate sobre la crisis climática en América Latina no tiene la jerarquía que tiene en otras partes del mundo. ¿Cuál es el estado de esta cuestión en el espacio público venezolano?

—Debemos reconocer que el cambio climático global es una realidad incontrovertible, que prácticamente toda la comunidad científica mundial lo atribuye a la emisión de gases de efecto invernadero y que la mayor proporción de estas emisiones tienen su origen en la combustión de hidrocarburos. Sin embargo, tal como indica la Cepal, América Latina y el Caribe contribuyen con menos del 10% del total global de emisiones de gases de efecto invernadero (1). Lo que no determina que sea invulnerable a sus efectos negativos. La relativa poca participación de iberoamérica en la emisión de gases de efecto invernadero (2) no quebranta la responsabilidad de nuestros países ante la comunidad mundial, puesto que para exigir que ellos cumplan y de ese modo se disminuyan las consecuencias en nuestra región, es menester demostrar que hacemos el esfuerzo que nos corresponde en la obligación de cumplir con las acciones de mitigación que hayamos acordado. Venezuela debe asumir un proceso de adecuación de su matriz energética. Al respecto la Academia Nacional de Ingeniería y Hábitat ha publicado unos lineamientos conceptuales para la formulación de una política energética nacional donde se aborda esta materia. Adicional a la adecuación referida, es posible pensar en el desarrollo de acciones destinadas a la captura de CO2, La agroforesteria es una acción que provee esa posibilidad y genera una actividad económica rentable. Venezuela puede adoptar una estrategia dual. La sustitución de generación térmica por energías renovables, en combinación con embalses de rebombeo, cuando las plantas térmicas estén obsoletas debería ser una acción preferente. Sin embargo, hay que reconocer que la escogencia de fuentes es una tarea compleja sujeta a muchos factores, de los cuales el económico, con estimación de costos y beneficios internos y externos y la tasa de retorno energético son algunos de los más importantes.  A pesar de que algunos países hacen esfuerzos importantes a la escala de sus economías, comparto la percepción a que se refiere su pregunta, enfatizando que es una impresión que requiere confirmación. La razón puede estar asociada a la ya indicada relativamente baja participación de la región en la generación de gases de efecto invernadero, lo que puede conducir a conceder prioridad política a otros asuntos que se asumen como más apremiantes. A este hecho se aúna el bajo crecimiento demográfico que se evidencia para la región como resultado de los modelos de proyección de población, tal como lo informa el Banco Mundial con base a datos de Naciones Unidas (3,4) . En particular, pienso que estas dos condiciones lejos de causar desatención deberían estimular el desarrollo de estrategias de aprovechamiento de esas circunstancias favorables, a la vez que preparación ante eventuales movimientos migratorios extracontinentales.  Los hechos relevantes que se asocian con el cambio climático y a los cuales la región hace seguimiento son el deshielo de los glaciares andinos y recientemente los incendios amazónicos. En el caso de otros eventos, que pueden ser atribuidos al cambio climático global,  como, por ejemplo, sequiías e inundaciones aún no se discierne si son imputables al cambio climático o si son propios de la variabilidad hidrológica.

 

 —En Venezuela, ¿hay oenegés, especialistas, centros académicos o instituciones que mantengan un seguimiento de lo que está pasando? ¿O lo ambiental también ha sido convertido en un ámbito opaco, del que no se dispone la información básica necesaria?

—Las ONG ambientales en Venezuela se pueden agrupar en los grandes conjuntos de activismo, de educación y especializadas en algunos aspectos científicos o técnicos. Se perciben disminuidas en su tarea escrutadora de la situación ambiental. Una de ellas mantiene una encuesta perceptiva dirigida a un universo de especialistas que constituye una referencia obligada para trazar una línea de tiempo de sucesos ambientales en el país. Hace unos años las ONG se organizaron en red y publicaron un interesante documento sobre la situación ambiental del país. Lamentablemente no tuvo continuidad. Un éxito notorio ha sido la recopilación y publicación de los libros rojos de fauna, flora y ecosistemas llevada a cabo por una ONG ambiental venezolana especializada en estos temas. Un grupo de ONG ha elaborado documentos sobre su percepción del cumplimiento de los derechos ambientales que se han presentado ante el Examen Periódico Universal del Consejo General de Derechos Humanos de las Naciones Unidas. Los centros académicos mantienen una actividad regular y constante en investigaciones ambientales, expresada a través de la publicación de artículos científicos y sobre todo de tesis de pre y postgrado. Sin embargo, es notoria la disminución del interés de las nuevas cohortes por estos temas.  La Academia de Ciencias Físicas, Matemáticas y Naturales (Acfiman) realizó una investigación sobre la producción científica ambiental en el país durante el periodo 2002 a 2012, la línea base desarrollada en esa ocasión debe ser continuada y adecuada a los cambios sucedidos entre 2012 y el presente La Secretaria Académica de Cambio Climático de Acfiman mantiene una atención constante a las investigaciones nacionales sobre este tema y ha realizado tres Simposios y publicado una recopilación e interpretación documentada de las investigaciones efectuadas desde 2005 hasta 2014 y se prepara para realizar una indagación semejante del 2015 al presente. Ese documento permitió plantear unos Lineamientos Transversales y Sectoriales para decidir políticas públicas en relación con el cambio climático y para trazar orientaciones sobre las investigaciones necesarias. El III Simposio Nacional de Cambio Climático realizado con la participación conjunta de la Academia de Ciencias Físicas, Matemáticas y Naturales y la Academia Nacional de la Ingeniería y el Hábitat se focalizó sobre la agricultura y el sistema agroalimentario en concordancia con los resultados de la investigación señalada previamente. La Academia Nacional de Ingeniería y Hábitat actuando en colaboración con las universidades Simón Bolívar, Católica Andrés Bello y de Los Andes ha realizado tres foros nacionales sobre Gestión Ambiental Urbana en atención a que este es uno de los asuntos que mayor atención requiere. Las estadísticas oficiales en materia ambiental comenzaron a producirse en el antiguo Ministerio del Ambiente y de los Recursos Naturales Renovables a mediados de los noventa, pero luego de publicar tres años de datos, la actividad fue suspendida. El Instituto Nacional de Estadística recopiló y publicó información ambiental mediante indicadores correspondientes a estándares internacionales. En la actualidad prácticamente no es posible obtener acceso libre a esa información por lo que no se conoce si se continúa acopiado y procesando. El Ministerio del Ambiente a través del Sistema de Indicadores y Estadísticas Nacionales para la Gestión del Ambiente (Sienaga) publicó una serie de indicadores, algunos de ellos basados en datos obtenidos de diversas mediciones y otros de orden perceptivo, en la actualidad esa información no está disponible para consulta pública a través de la red global. La recopilación sistemática de información básica ambiental orientada a recursos está actualmente dispersa en diversas instituciones, algunas no integradas al sistema de gestión ambiental. No se tiene conocimiento de que haya procedido a recopilar la información requerida para actualizar e incrementar la resolución espacial de Sistemas Ambientales Venezolanos, la más completa geografía de Venezuela, obra monumental elaborada por el Ministerio del Ambiente y de los Recursos Naturales Renovables en la década de los ochenta del siglo pasado.

Ciertamente es de destacar que uno de los ámbitos donde más ha retrocedido la gestión ambiental del país es en la recopilación, sistematización y difusión de la información básica ambiental.

—Me pregunto si ha existido una especie de prejuicio común venezolano, que atribuye al trópico cualidades auto reproductivas. Me parece que hemos tenido esta creencia: no importa lo que hagamos, nuestra naturaleza volverá a nacer y crecer. ¿En la cultura venezolana del último medio siglo, la cuestión ambiental ha tenido alguna relevancia? ¿O es un ámbito que se ha mantenido como asunto de especialistas? 

—La cuestión ambiental no parece ser un asunto de interés para la mayoría de la sociedad venezolana. Hay que recordar que lo ambiental abarca al ambiente natural y al construido. Se apreciará que nuestras ciudades están en un proceso continuo de construcción  −deconstrucción− construcción. Se desarrollan espacios urbanos que se degradan en breve tiempo. La conservación del patrimonio urbano se logra a duras penas. Las áreas verdes públicas se deterioran con facilidad, la basura se acumula, ruido (sonidos inapropiados en lugares y horarios inconvenientes), rayados, pintas y otras manifestaciones generan contaminación sónica y visual, el comportamiento desordenado y atropellado prima en muchas áreas públicas urbanas. Efectivamente, la valorización del entorno urbano no parece ser una cualidad colectiva. Del mismo modo ocurre en los ámbitos rurales, deforestaciones en cuencas que deberían ser protegidas, descargas de aguas negras sin ningún reparo en los cursos de agua urbanos y rurales, basura desordenada por doquier, carga en exceso de sus capacidades en las playas y parques nacionales, captura y explotación comercial de especies silvestres, agotamiento de la fauna por su caza por encima de su respuesta natural de sustentación, obligación a regañadientes de los inversores a cumplir con la reglamentación ambiental, oposición de las entidades públicas a cumplir con los requisitos de control de las autoridades ambientales, son situaciones corrientes que tienen que enfrentar los responsables de la gestión ambiental, de tal modo que esta es un continuo ejercicio de convencimiento, promoción, vigilancia y control. Es cierto que hay grupos sociales, empresas y autoridades motivadas por la gestión ambiental. En uno de los estados más pobres del país hubo una época que sus carreteras lucían un cuido especial, con jardines, paradores, limpieza y orden, también es cierto que muchas fincas se comprometieron con la conservación y estimularon investigaciones sobre la biodiversidad a la vez que promovían el ecoturismo, de igual modo múltiples voluntarios, bajo el liderazgo de una ONG, que lo inició hace ya varios años, se movilizan anualmente para limpiar las playas. Hay elementos positivos a favor del ambiente en nuestra sociedad, pero el balance no es favorable. Es necesario incrementar la educación ambiental dándole el contexto amplio a que se refiere esta gestión, para que se comprenda que abarca todo nuestro entorno en cualquier lugar donde estemos y que lo que suceda a grandes distancias también puede afectarnos.

—Entes multilaterales señalan una contradicción estructural entre economías extractivas y pensamiento a favor de la sostenibilidad. No hay actividad minera compatible con el ambiente, dicen los expertos. ¿Es un designio de nuestra cultura y de nuestras realidades productivas, e incluyo en ello al turismo, la destrucción del medioambiente?

—Efectivamente, la actividad minera causa alteraciones significativas y permanentes del medio natural; por ejemplo, eliminación de la vegetación, cambios topográficos, remoción del suelo, modificación del drenaje, afectación de la biodiversidad y las consecuencias pueden ser peores cuando se agregan las prácticas de separación y concentración de los materiales. La pregunta es qué actividad humana no causa alteraciones al medio natural y la pregunta consecuente es cómo sustituimos lo que nos rodea, el medio donde vivimos por actividades y materiales que no afecten la naturaleza. ¿Cuánta es la capacidad de carga natural para sobrevivir una especie de primates, como somos los hombres, en total armonía con la naturaleza?, ¿cuánta sería nuestra esperanza de vida? La minería, la agricultura, las ciudades, los sistemas de transporte, la concentración y uso de energía y un largo etcétera son actividades necesarias para mantener la población humana, sus demandas y aspiraciones de comodidad, bienestar, calidad de vida y su deseo de incrementar la esperanza de vida y que el incremento sea digno de ser vivido. Por ello la respuesta es la búsqueda permanente de convivir con la naturaleza del mejor modo posible en cada época y ante cada exigencia. Es cierto que es posible morigerar nuestros excesos y demandas de bienes y servicios, también es cierto que las soluciones que se consideraron adecuadas en alguna ocasión no lo son en otras, imagine una gran ciudad de la segunda mitad del siglo XIX con sus calles atestadas de excrementos de ganado caballar que era la fuerza, la energía que movilizaba a las personas. Los tranvías eléctricos y luego los automóviles fueron la panacea que limpió el medio y prestó el servicio de movilidad urbana. Ahora los automóviles en las superciudades modernas reducen la movilidad por causa de los atascos y contaminan el aire con sus emanaciones. Los plásticos en su momento redujeron el consumo de papel, de vidrio, de textiles, y hasta de hierro y aluminio, ahora   constituyen una afectación a muchos medios y principalmente al océano y sus criaturas.

Encontrar un equilibrio, una armonía, entre ambiente y desarrollo como era el leiv motiv del Ministerio del Ambiente y de los Recursos Naturales Renovables y reconocer que ese equilibrio es inestable y que continuamente necesita ser restablecido es la noción esencial para acometer una gestión ambiental que satisfaga la aspiraciones de la sociedad y preserve los valores y servicios que presta la naturaleza.

—John Berger decía que las sociedades que perdían sus tradiciones agrícolas, “disolvían” su comprensión de la naturaleza. ¿Qué lugar ocupa la naturaleza en la cultura venezolana? ¿Es un objeto de contemplación? ¿Un tópico de conversación? ¿De usufructo? ¿Bien sujeto a dominación? 

—Una pregunta muy interesante que contesto de modo perceptivo y adelantando ideas que requieren indagación, comprobación y desarrollo. Creo que la sociedad criolla venezolana no fue una sociedad agricultora, ni tampoco pastoril. La ganadería que creó riqueza durante el periodo provincial hispano y durante el siglo XIX y buena parte del siglo XX fue de carácter extensivo basada en grandes porciones de territorio debido a la baja capacidad de carga de las sabanas. La agricultura que determinó el ascenso económico de la provincia fue agricultura de plantación ejecutada bajo el régimen laboral de esclavitud y la del siglo XIX fue igualmente de plantación bajo régimen laboral de asalariados. El resto de la agricultura fue principalmente de subsistencia, bajo la modalidad de conuco, que es una práctica que implica movilización del productor a una nueva parcela de modo de aprovechar los nutrientes del nuevo terreno mientras se reponen los del campo abandonado por la acción de la naturaleza. Solo en los Andes había asentamientos indígenas sedentarios y allí los criollos procuraron el desarrollo agrícola permanente, pero al pretender intensificarlos con las prácticas agrícolas de roturación de tierras y siembra en pendientes generaron severas afectaciones ambientales que debieron ser objeto de acciones de restauración ambiental. La percepción que debe ser comprobada mediante investigación socio ambiental es que ni las poblaciones aborígenes ni los criollos, desarrollaron una íntima relación de preservación de la naturaleza. Se aprovechaban sus recursos y los mecanismos naturales que eran capaces de restituirlos.

El cuido de la calidad de las aguas y la recolección y disposición de aguas servidas no fue objeto de preocupación sino a mediados del siglo XX. La distribución de los caudales de los ríos de larga tradición en la península española y recogido en la legislación indiana, solo fue puesto en práctica en las zonas agrícolas y áridas como Lara. Los repartos de agua de regadío fueron tardíos en las zonas agrícolas de plantación como los valles de Aragua y del Tuy, pero ya comenzaban a generar tantas controversias judiciales que para 1790 el rector de la Universidad de Caracas, un caroreño, planteaba la creación de cátedras de agrimensura y de hidráulica. Lamentablemente hubo de esperar casi un siglo para que la gestión del agua y la medición de la tierra alcanzase rango universitario.  Estos ejemplos nos hablan de la escasa conciencia colectiva por la conservación. Obviamente, han existido personalidades y grupos de destacada actuación en pro de la conservación de lo natural, de los paisajes, de la biodiversidad, del ambiente construido, de lo cultural. De sus acciones y méritos resultan los avances logrados en la gestión ambiental y la preservación del patrimonio natural y construido del país, así como en la adecuación del medio físico, de modo de hacerlo propicio a la salud y bienestar humano. Creo que más que actitudes y actuaciones como las indicadas en la pregunta predomina en el colectivo la indiferencia respecto a la naturaleza debido a una insuficiente formación en cuanto a sus valores, servicios y riesgos. El inmenso reto de formación colectiva de conciencia ambiental sigue estando presente y por tanto constituye una tarea ineludible de asumir.


Notas

1. Bárcenas, A., J. Samaniego, J. Ferrer Carbonell y otros. 2018. La Economía del Cambio Climático en América Latina y El Caribe. Una visión grafica. ONU, CEPAL. Santiago de Chile [https://repositorio.cepal.org/bitstream/handle/11362/42228/4/S1701215A_es.pdf]

2. Consejo Argentino para las Relaciones Internacionales (CARI). 2016. El Acuerdo de Paris y sus compromisos para Argentina. [http://www.cari.org.ar/recursos/cronicas/acuerdo-paris7-07-16.html]

3. Khokhar, T. y H. Kashiwase. 2015. La población mundial en el futuro en cuatro gráficos.  [http://blogs.worldbank.org/es/opendata/la-poblacion-mundial-en-el-futuro-en-cuatro-graficos]

4.  CEPAL, Centro Latinoamericano y Caribeño de Demografía (CELADE). 2019. Tendencias recientes de la población de América Latina y El Caribe [https://www.tn23.tv/wp-content/uploads/2019/07/dia_mundial_de_la_poblacion_2019.pdf]


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