Alberto Navas Blanco | Cortesía del autor

Por NELSON RIVERA

—¿Podría contarnos, de forma sumaria, cómo era aquella Caracas que en 1721 recibió la autorización para crear la Real y Pontificia Universidad de Caracas? ¿Qué había en esa ciudad que la hiciera merecer esa autorización? ¿Era un privilegio?

—Hay que tomar en cuenta que, al erigirse la Real Universidad de Caracas en 1721, se realizaba una medida relativamente tardía, pues desde 1592 ya Felipe II había ordenado la creación de Seminarios en sus dominios en Hispanoamérica y en Caracas solo se creó una Cátedra de Gramática.  Y se trataba siempre de una iniciativa para favorecer no solo a la ciudad capital, sino también a toda la Provincia de Venezuela, además de las de Maracaibo y Cumaná, entre otras. Caracas era el centro del poder político colonial desde el siglo XVI y por ello fue que en el siglo XVIII se convirtió en la capital de la Capitanía General de Venezuela, convirtiéndose en el Eje del sistema de provincias coloniales que luego integrarían en la República de Venezuela desde 1811. La ciudad era, en consecuencia, el eje político y económico de una pujante economía cacaotera esclavista de exportación, que comenzaba a perfilarse como un polo de interés para los intereses del domino español. La Universidad siempre fue un Privilegio dado por el rey o el Papa en América y en Europa.

—¿Qué razones tenía Felipe V y su monarquía para darle curso a esa aprobación? ¿No se consideró que crear universidades en los dominios de España podía resultar riesgoso para sus intereses?

—Al contrario, España creó unas 32 universidades en Hispanoamérica durante sus tres siglos de dominio imperial, y las universidades más antiguas pertenecieron a regiones donde la Independencia fue más tardía y hasta forzada, como en Perú, Santo Domingo y México. El rey necesitaba en España y en sus posesiones de ultramar una élite profesional que se formara para gestionar la burocracia y los cargos de la Iglesia, ello le daba poder para contrarrestar el poder de la nobleza y el clero que aspiraban a acaparar los altos cargos en los Consejos Reales y en la burocracia de un imperio tan grande.  De allí la política regalista de Felipe V creando la Universidad de Caracas y más tarde la Real Compañía Guipuzcoana de Caracas, en 1728.  Lo que también más tarde se continuó con las Reformas Borbónicas de Carlos III, que decretó la Unidad Territorial actual de Venezuela en 1777, las Milicias regladas. Y luego la Real Audiencia de Caracas como la Real Intendencia.

—¿Cómo se recibe esa noticia en Caracas? ¿Quiénes aspiraban a que Caracas contase con una universidad?

—En Caracas se celebró por todo lo alto tanto la noticia de 1721 como la inauguración oficial en 1725. El clero, los comerciantes, los productores cacaoteros y los funcionarios públicos clamaban desde el siglo XVII por esta elevación del viejo Colegio Seminario de Santa Rosa de Lima de Caracas al rango de Universidad, al darle la facultad de otorgar los grados de bachiller, licenciado, maestro y doctor, a los que aspiraban los nuevos componentes de la pujante sociedad cacaotera para poder elevar su condición social y competir con los peninsulares que acaparaban los cargos públicos. Por ello figuras como Francisco de Miranda iniciaron sus estudios en la Universidad de Caracas, así como Andrés Bello, el doctor José María Vargas, Juan Germán Roscio y muchos otros. Entre 1725 y 1721 la Universidad de Caracas otorgó unos 2.500 títulos universitarios, recibidos por los constructores civiles de la futura República independiente.

—En 1725 se establecieron nueve cátedras. ¿Por qué esas y no otras? ¿Qué significaban esas cátedras? ¿Qué interés despertaron?

—Esas cátedras eran las básicas dentro de la tradición académica del Trívium y el Cuadrivium, y otorgaban grados en las llamadas facultades de Teología, Cánones, Artes o Humanidades hoy, Derecho Civil y luego Medicina, con diferentes asignaturas impartidas, desde la música y el latín, hasta la Filosofía y las leyes, etc. Los estudios de Teología eran los más complejos y completos y, a veces, representaban las cátedras y los cargos mejor remunerados. Los estudios de Artes o Filosofía eran de carácter básico para todos los grados y daban el primer título profesional de Bachiller y el paso para otras especialidades como Teología y Medicina.  Las cátedras surgieron en función de las necesidades del poder Real y del Poder local, y se giban por el modelo de las Universidades de Santo domingo y de Salamanca.

—¿Cómo era esa universidad en sus primeros tiempos? ¿Hay datos sobre su demografía? ¿Quiénes eran sus estudiantes? ¿Existían mecanismos de selección?

—Por ser una Real y Pontificia Universidad, la de Caracas debe ser considerada como una Universidad Mayor, con todas sus cátedras dotadas y reglamentadas por sus Estatutos elaborados por el Obispo Escalona y Calatayud y aprobados por el Rey Felipe V, con todos los privilegios y prerrogativas de las del resto de América y España, con la validez universal de sus títulos. Sin embargo, era una Institución pequeña en número de estudiantes y profesores, ubicada en la Esquina de las Monjas Frente a la Plaza Mayor de Caracas, hoy Plaza Bolívar, en el edificio que ocupa hoy la Alcaldía de Caracas y su Concejo Municipal, donde aún se conserva la Capilla de Santa Rosa, en la que se realizaban las graduaciones y principales ceremonias, entre ellas la firma del Acta de Independencia de Venezuela en 1811. En la obra del doctor Ildefonso Leal se pueden consultar los datos demográficos de la Universidad original, así como el los Libros de Egresados editados por el Archivo Histórico, bajo la dirección del doctor Leal, Luis Zerpa y mi persona, cuando me correspondió ser director de dicho Archivo adscrito a la Secretaría de la UCV. Allí reposan los expedientes de Matrículas y de Limpieza de Sangre, que era un requisito indispensable para matricularse y graduarse en la Universidad, por ello la selección era muy cerrada. Sin embargo, la mayor parte de estudiantes eran de la clase media blanca colonial de la provincia de Venezuela, pues muchos de los representantes del mantuanaje y clases acomodadas principales estudiaban por medios propios, como fue el caso del mismo Simón Bolívar.

—En nuestro tiempo, tenemos a la autonomía como un principio fundamental de toda universidad. ¿Cuál o cuáles eran principios o valores de aquella universidad en sus primeros tiempos?

—La autonomía era el principal valor de las universidades en Europa y América, que radicaba en la autoridad del Claustro Pleno y en menor medida en el rector, vicerrector, secretario y otros funcionarios menores. También era fundamental la fidelidad al rey de España, quien era considerado como parte de la universidad y última instancia jurídica y administrativa, por ello la participación real no podía ser considerada como intervención externa. También se conservaba una alta fidelidad a los principios de la iglesia Católica.  Aunque en 1784, el rey Carlos III emitió una Real Cédula en la que otorgaba la facultad de elegir al rector al Claustro de la Universidad de Caracas, imponiendo el principio electoral y de alternabilidad en ese cargo.  En el siglo XIX, sobre todo desde el régimen del guzmanato, esta autonomía fue derogada por los caudillos republicanos durante unos 60 años, por los generales Guzmán Blanco, Crespo, Castro, Gómez y parte de López Contreras, pues desde 1939 y 1946 comenzaron las reformas para la recuperación de la autonomía universitaria, consolidadas finalmente en 1958, luego del derrocamiento del general Pérez Jiménez.

—¿Podría hablarnos del concepto Universidad Central? ¿Qué implicaciones ha tenido en el devenir de las universidades venezolanas?

—El concepto de Universidad Central tiene sus raíces en la Ilustración francesa y española, así como en las consecuencias de la Constitución de Cádiz de 1812, pero especialmente en el llamado Trienio Liberal español de 1821 a 1823, cuando se creó la Universidad Central de Madrid, como una Universidad de Universidades, es decir el eje central de un futuro sistema universitario más amplio. En el contexto de la llamada Gran Colombia un Decreto de 1826 dispuso la erección de las Universidades Centrales en Caracas, Bogotá y Quito, por ello en el caso de Caracas, en 1827, el claustro Universitario y el rector doctor José María Vargas dispusieron la discusión y elaboración de los nuevos Estatutos Republicanos para con la vieja Real Universidad de Caracas, que sería en adelante la Universidad Central de Venezuela, recibiendo la aprobación del presidente de la Unión colombiana, el Libertador Simón Bolívar, derogando las restricciones coloniales y dotándola de recursos rentales para garantizar su efectiva autonomía administrativa. La UCV es la madre del resto del sistema universitario venezolano, conjuntamente con la Universidad de Mérida, fundada de 1808, conocida hoy como la Universidad de Los Andes.

—Esta frase: “La universidad fue anterior y causal de la República”. ¿Podría desarrollarla?

—Es muy sencillo. La Universidad fue creada en 1721 y la República un siglo más tarde. Desde 1811, los graduados, estudiantes y profesores fueron el principal personal civil para la construcción de la República Independiente, los militares también, aunque algunos también fueron universitarios, pero ellos perdieron la Primera y Segunda Repúblicas y luego de 1830 se apropiaron como caudillos de los beneficios de la Independencia.

—Escribe usted en su libro: “Felipe V fue, para nosotros, los venezolanos, el rey que contribuyó como ninguno otro anterior al inicio de la modernización de Venezuela, principalmente por haberla dotado de su primera Universidad”. ¿Le hemos agradecido su contribución? ¿Hay en la UCV un monumento, una placa, algo que diga, Gracias, Felipe V?

—Sí, en el viejo Palacio de las Academias se Conserva aún en el Paraninfo un retrato de Felipe V que recuerda su papel primordial en la erección de la Universidad; pero luego en el siglo XIX el proceso de secularización, radicalizado por el anticlericalismo del general Guzmán Blanco, llevó a suprimir buena parte de los símbolos de la Universidad original. Luego de la década de 1930 se inicia un proceso de recuperación de esos valores fundacionales, con trabajos como los de Caracollo Parra y la gestión rectoral del doctor Antonio José Castillo, quien es el autor original del proyecto de Ciudad Universitaria de Caracas, y también de la recuperación del acto de grados con ceremonial de Toga y Birrete.  Hoy deberíamos contar con un busto de Felipe V en la Plaza del Rectorado de la UCV, pero el presupuesto universitario actual no alcanza ni para comprar papel. En realidad, es una vergüenza que ni siquiera tenemos una estatua del Libertador Simón Bolívar, pese a que somos la verdadera Universidad Bolivariana, pues Bolívar estudió y aprobó la reforma de sus estatutos republicanos. Somos un pueblo desagradecido con nuestras figuras fundamentales, muchas personas no recuerdan hoy ni a Rómulo Gallegos, quien también fue ucevista.

—¿Qué ocurrió con la universidad, a lo largo del siglo XIX, durante las guerras? ¿Cómo logró sobrevivir?

—La Universidad de Caracas, o Universidad Central de Venezuela desde 1827 pudo vivir de sus rentas y avances entre 1827 y 1870, e incluso logró mudarse a su segunda sede en el viejo Convento de San Francisco (hoy Palacio de las Academias), pero con el guzmanato feneció la autonomía universitaria, pese a que el general Guzmán era egresado de la UCV como licenciado en Derecho, el edificio fue modernizado pero los alcances de Carlos III en 1784 y de Vargas y Bolívar en 1827 se perdieron, pues el presidente de la República designaba desde el portero hasta el rector de la Universidad, como consta en los archivos, además los bienes rentales fueron expropiados, entre ellas la valiosa Hacienda de Chuao, productora del mejor cacao del mundo, que fueron a parar al patrimonio de Guzmán y de sus testaferros. Desde entonces la UCV ha dependido del presupuesto nacional y cercenada su autonomía administrativa y, con ello, su autonomía académica, contraviniendo el deseo del Libertador.

—En estos 300 años, ¿cuáles han sido los momentos de mayor dificultad o peligro para la universidad?

—Mire, ni la rebelión de Juan Francisco de León en 1749 (La cual fue apoyada por la Universidad y su Claustro) contra los abusos de la Compañía Guipuzcoana, ni la Guerra de Independencia misma, ni la fatídica Guerra Federal, ni las dictaduras de los generales Cipriano Castro, Juan Vicente Gómez, ni Marcos Pérez Jiménez, han podido anular la Universidad caraqueña fundada en 1721; tampoco los terremotos de 1812, 1900 y 1967, ni las plagas de colera, bubónica, Gripe Española, HIV, Covid, ni la violencia salvaje de policías y encapuchados. Porque la UCV es la base de la Venezuela moderna y democrática, aunque la situación actual es muy grave y caótica, los mismos universitarios debemos recapacitar contra el oportunismo y el miedo que nos ha cubierto desde las crisis de 1989, 1992 y 1998, recuérdese que incluso algunos académicos cometieron la “ingenuidad” de publicar manifiestos de apoyo a un dictador cubano que se presentó en el Aula Magna de la UCV para dar un discurso senil e incoherente pero efectivo contra la democracia venezolana. Yo presencié personalmente aquel disparate trasnochado.

—¿Desde cuándo se implantó el estatuto que entendemos como Autonomía Universitaria? ¿Ha estado amenazada de forma permanente?

—Ya señalé la Real Cédula de Carlos III en 1784, los Estatutos Republicanos de 1827, el Estatuto Orgánico de Universidades Nacionales aprobado en 1946, la Reforma Universitaria de 1958 y la Constitución Nacional desde 1961.  Pero desde la Intervención realizada por el gobierno del doctor Rafael Caldera en 1970 hasta nuestros días del siglo XXI la amenaza ha ido creciendo hacia límites intolerables, no solo por culpa de los gobiernos de turno, sino también por la acción oportunista y temerosa de la comunidad universitaria, hoy postrada por los ínfimos sueldos y pensiones que no hacen necesarios tanques ni policías para postrar al conocimiento crítico.  En realidad ya la Universidad no ha sido una amenaza para los gobiernos desde la derrota de las guerrillas de la seudo izquierda venezolana entre fines de la década de 1960 y comienzos de los 70. Las insurrecciones han venido de los barrios (1989 en adelante) o de los cuarteles, por lo que no se entiende esta tradición oficial anti universitaria, muy manifiesta hoy contra UCV, UDO, ULA, LUZ y otras.

—¿Cómo puede describirse el vínculo entre Nación y UCV? ¿Qué ha significado la UCV para la historia del país? ¿Reconoce la sociedad el aporte que la UCV le ha dado a Venezuela?

—La UCV le ha dado al país hoy más de 300.000 profesionales, y la mayor parte de las obras modernas en infraestructuras, salud, educación, alimentación, cultura, etc, son la obra de profesionales universitarios. La UCV y el sistema universitario son el destino de la sociedad venezolana republicana, creo que la sociedad no ha reconocido esto lo suficientemente, con lo que se expone a perder su propio destino y prosperidad.

—La UCV de 2021: ¿cuál es su situación? ¿Cuáles son sus perspectivas? ¿Logrará sobrevivir como ha ocurrido por 300 años?

—La UCV y el sistema de Universidades públicas son demasiado vulnerables a la precariedad económica que estamos padeciendo, no solo por la remuneración irrisoria que es un crimen, sino por la falta de presupuesto para los proyectos de Investigación e insumos necesarios en la educación superior. Han fallecido, migrado o abandonado los estudios miles de profesores, estudiantes y empleados, el hampa impune acosa las instalaciones y las personas, el presupuesto asignado es irreal con respecto a las necesidades mínimas de las instituciones, el Hospital Universitario, antes una referencia mundial, hoy es una vergüenza de abandono, etc.

Que si vamos a sobrevivir, por supuesto, pues sin la UCV y el sistema de Universidades Autónomas el país no sobrevivirá tampoco, apenas será posible conformarse con seguir observando la pandemia y los tiroteos tipo “Cota 905” desde un encierro postapocalíptico, y eso no lo queremos los venezolanos.


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