NIÑOS MINEROS, @YRIS PAUL

Luis Moreno Gómez

Y todo sigue cambiando

Aquí todo cambió, nada nuevo, lo vivimos cuando Juan Vicente Gómez ejercía el poder plenamente y la Guerra Europea de 1939 a 1945 hacía difícil la vida en nuestro país, acostumbrado, como siempre, a importar cosas de fuera, entonces España era un proveedor seguro. Luego vino la transición gubernamental pero siempre militar de Eleazar López Contreras y luego la del demócrata y derrocado general Isaías Medina Angarita, precursor de la «Era Democrática» que instauró por 40 años la administración de Rómulo Betancourt y sus partidarios bajo Acción Democrática. Nada es estable en nuestro país.

Continuaron los militares en el poder de la República con el advenimiento de otro general, Marcos Pérez Jiménez, acompañado por dos militares más (Delgado Chalbaud y Llovera Páez), todos de carrera académica, pero con el mismo orden correspondiente a su formación castrense. Hasta estudiantes, entonces, como yo, fuimos al Cuartel San Carlos, como soldados comunes, a cumplir el servicio militar. El militarismo desde la Guerra de la Independencia de España ha sido un motivo arraigado en Venezuela.

Desde el punto de vista de la administración pública, salvo esos 40 años desde 1945 a 2002, aproximadamente, todo transcurre de ese modo. El advenimiento del teniente coronel Hugo Rafael Chávez Frías fue una continuación de la «serie», como se llamó a las producciones continuadas de la cinematografía de entonces.

¿Dónde podemos ubicar las diferencias del comportamiento al que se ha visto obligada la sociedad venezolana durante esa vigencia político-administrativa-militar en el país?

Se me ocurre que en el progreso de la carrera nacional, por demás accidentada como país de nuevo cuño que somos a pesar de que hayan transcurrido ya más de medio milenio desde que se constituyó la nación. Tomando como base —y por generalizar la idea— de las propias situaciones de las clases prevalecientes en el país, populares, medias y de alto ingreso, todas han sido afectadas de una u otra manera:

< Las  populares conservan su estatus que va desde la esclavitud y semi-esclavitud hasta bien adentrado los años 30 del siglo XIX, ocupándose de los servicios de toda índole donde priva más la mano de obra que otra cosa.

< La llamada clase media, defendiendo su categoría de preparación educativa, en lo comercial, en los servicios de atención médica, en la educación y muchas otras áreas que demandan un nivel de preparación formal, según el esquema europeo y luego el norteamericano que adviene con el desarrollo de la industria petrolera desde 1914 en adelante, de modo gradual.

< Las de alto ingreso, por herencia en el original reparto de tierras y explotación agrícola-comercial, en su condición de empleados de la burocracia del Estado o preparación universitaria que le permite participación en universidades y corporaciones públicas y privadas mantienen su status quo a veces claudicando posturas y obligados por la propiedad de dineros o posesiones que deben protegerse hasta con la vida.

Este es, grosso modo, una realidad de nuestra sociedad todavía por desarrollar plenamente, definiendo qué quiere su mayoría extraviada por un origen mezclado de culturas y hechos formativos.

En ese estadio nos encontramos con la «nueva» situación cuando todo lo construido desaparece gradualmente, las instituciones se desmoronan, la invocaciones extranjerizantes revolucionarias adquieren relevancia y los actores de primera línea no encuentran real asidero en una «prueba y error» constante que lleva a la deriva de la sociedad.

Es un mal planetario, como lo demuestran en estos momentos los sangrientos frentes bélicos en Ucrania y Medio Oriente, por razones diferentes, como se sabe, pero debilitando la estructura europea que se creía inalterable en medio de sus monarquías constitucionales (al estilo español) bajo la amenaza desafiante de un comercio intercontinental cada vez más avasallante como es el chino probablemente asomado a la interacción con  Rusia, si hay acuerdo presumible y anunciado.

En lo personal he vivido la aventura de pasar por los estamentos sociales ya descritos y encontrarme al final  nuevamente con la pobreza crítica derivada de la carencia de industria y comercio, del trabajo que no fluye y sus productos se estancan en vías remotas de la producción de alimentos, porque las carreteras no sirven, su mantenimiento no existe, carencia de gasolina, escasez de dineros, conculcada la libertad de expresión parcialmente, sujeto a precarias y dificultosas torturas pensionales, ante el monstruo del acaparamiento del poder por poderosos, como siempre, basados en la creencia tradicional de que son propietarios de los bienes de producción y pueden disponer a su voluntad, sin Congreso Nacional, sin Constitución.

Abrigamos la esperanza de que el próximo devenir de la nación sea mejor y encuentre el cauce necesario para una estable sociedad, con utilización apropiada de sus recursos naturales para el beneficio de todos los venezolanos.


Manuel Gerardo Sánchez

La niña que vuela

A Maca

Ayer

Diciembre de 1999, un adolescente desfilaba frente al espejo su muñequería: pantalones acampanados, crop top que desnudaba la ingle y zapatos de plataforma. Mientras contemplaba su imagen ignoraba lo que afuera sucedía: la porfía del agua —provocada por un diluvio que ningún zahorí adivinó— despertaba de las profundidades de la tierra a colosos de piedra. Con un río indómito también de piedras y barro de aliado, los colosos marcharon rumbo al mar dejando a su zaga un reguero de destrozos y mortandad. El adolescente tampoco podía adivinar que una niña para salvarse del cataclismo volaba como Hermes por los tejados de su barrio; ella desafiaba la gravedad y la inmisericordia de aquel caudal que bajo sus pies se ennegrecía por los muertos que se le unían. En cambio, por exhibir su delicado atrevimiento, él sí podía predecir el aguacero de insultos que lo golpeó al salir de paseo: “pato”, “pargo”, “marico”.

(…)

La geografía lo mismo que la cartografía cambió. La vida cambió. Incluso el mar cambió: en su lecho de algas amortajó a miles de cadáveres. Desde entonces la niña clamaba con lágrimas el milagro de Lázaro y el adolescente descubrió que su feminidad lo hacía objeto de repudio.

Hoy

Por un hado literario, la niña que vuela y el adolescente con zapatos de plataforma se conocen y sueldan sus almas con palabras. Juntos leen y releen montañas de libros: pronto aprenden que la literatura granjea lecciones que los iluminan, que las civilizaciones dominadas por los hombres fabrican «mujeres» como un producto insuflado de artificio y docilidad para someterlas, que el mundo y todos los mundos son ficciones y que el lenguaje, “como resultado de una convención histórica”, ordena realidades y les otorga sentido. Viven lejos de sus casas y, a pesar de las calamidades de su generación, exilio, desamparo, añoranza y orfandad, la niña dejó de llorar a los muertos del río y el adolescente nombró los insultos para dotarlos de bellos significados. Ya no los hieren.


María Antonieta Flores

sospechas y conjeturas

todo es más lejos

sentarte en una piedra

sin sombra

para que tus hombros

cedan ante el fuego

años atrás

los incendios arrasaban barrios en áfrica

ya sé a qué se debe tal calamidad

avisan las noticias locales

de escapes de gas

depósitos clandestinos

la gasolina

cortocircuitos

arde también la montaña

el fuego no viene a purificar

 

el entendimiento

es una luz cetrina hasta la vida

todo es más lejos

el escaparate es un ataúd

y el entierro se hace en el patio

los refugios

mirar el cielo

la línea que dibuja la montaña

el presentimiento de la sombra

no se puede alcanzar la nube

con la mano de la pérdida

en el cabello recogido

escondes una mínima casa

tallada en una semilla

y el anillo de la memoria


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