La mayoría de las generaciones militares en formación en esa época de los setenta, ochenta y parte de los noventa en Venezuela son hechura académica del general de brigada del ejército José Luis Prieto (exministro de la Defensa) desde las escuelas de Estado Mayor en materias como Estrategia, Doctrina Militar y Geopolítica. Algunas cosas del conocimiento deben haberse iniciado desde allí mientras el general se subía a la mesa y bailaba un joropo para ilustrar la diferencia entre una nación y un estado, el diseño de la mentalidad para la guerra en la concepción y la formalización de las doctrinas militares y su aporte hacia la estructuración de la doctrina de guerra de un país, complementando dentro del concepto estratégico nacional el norte que fija el rumbo de una nación dentro de un estado. Mientras Prieto folklóricamente buscaba oídos adentro engranarse con el son del repique del arpa o de la bandola para remacharle a la sorprendida audiencia “nación no es Estado a la luz de las relaciones internacionales y del orden mundial establecido”, los señores oficiales alumnos buscaban vincular las naciones de ese momento con el concepto que se ilustraba y empezaban a pasar por la mente algunos ejemplos. El más emblemático el de los kurdos; más de 40 millones de personas que comparten una lengua y una cultura, que viven repartidos entre Turquía, Irán, Irak, Siria y Armenia. Y en ese mismo ambiente, cuando aún el martillo de la guerra y el de la presión nacionalista no había tomado la suficiente fuerza ni la superficie precisa para hacerla estallar, el de Yugoslavia y la URSS como una juntura de naciones y pueblos alrededor de un Estado ensamblado con la fuerza de la guerra y de la política.

El tema de la nación, el pueblo y el Estado viene al caso a raíz de otro que lo puso en el tapete de la opinión pública con la incursión del grupo terrorista islámico Hamás en un territorio donde ejerce la soberanía el Estado de Israel para ejecutar una masacre a una parte de la población judía sita. Y entonces es inevitable rememorar al general arriba de la mesa, inspirado en el escobillao, sin la quintaesencia de buscar la pata número 5 del michi de ¿quién estuvo primero en ese lugar del conflicto? El huevo de los israelíes o la gallina de los palestinos para enfrascarnos en una interminable discusión que al final va a desembocar en el onanismo académico e intelectual de aullarle a la luna con la camisa de fuerza puesta.

Desde que el mundo es mundo, este se ha repartido con el ejercicio del poder y siempre ha tenido el respaldo de la fuerza. No se vislumbra hacia el futuro que vaya a cambiar algo de eso. Solo hay que ver cómo ha cambiado el mapa geográfico y político de Europa, de África, de América y de Asia a lo largo de los siglos y de qué manera las cuotas de control global se han ejercido proporcionalmente con quien tenga la fuerza suficiente. El Califato Rashidun, el imperio Portugués, el Califato Abasí, el Califato Omeya, la Dinastía Yuan, la Dinastía Qing, el Imperio español, el Imperio ruso, el Imperio mongol, y el Imperio británico son ejemplos de que la dominación y el control de cualquier territorio y de su población para controlar su soberanía, solo es cuestión del orden forzado en la punta de una  lanza, en el galope de un caballo enemigo en la profundidad de la retaguardia de las líneas de comunicación, de la intensidad y la profundidad de las granadas de artillería, en el avance hacia la conquista del objetivo de su infantería, en el alcance de sus navíos de guerra y en la letalidad de su aviación de combate. Ergo, de su fuerza. Y esta tiene su representación en los militares. Cuando se quiere ponerle nombres y apellidos a esa referencia entonces los graficamos históricamente con Alejandro Magno, con Napoleón Bonaparte, Julio César, Gengis Khan y con un etcétera corto. Todo eso se ordena, se organiza y se ensambla a partir del siglo XVIII con la noción del Estado-nación y, con la aparición y desaparición de las guerras napoleónicas, y el surgimiento de los nacionalismos. Algo como para poner orden en todo el concierto de las naciones del mundo con la pistola de quien ejerza mayor poder, en la sien del débil. Se altera el mapa de Europa con las guerras del imperio francés con las coaliciones fluctuantes que lo enfrentaban. En la América poscolombina la cartografía se empieza a resquebrajar con las guerras de independencia desde el norte hasta el sur y en África y parte del medio oriente los colonialismos del Reino Unido, de Francia, de Bélgica y de Portugal se asientan. Las comunidades asociadas en religión, cultura, economía, y con una identificación territorial buscan garantizar la coexistencia y la prolongación vital de sus integrantes, de sus intereses, de su seguridad y el poder busca las salidas jurídicas formales para establecer un orden y seguir manteniendo el control sin la necesidad del fusil público. Después de los resultados de la Primera Guerra Mundial se crea la Sociedad de las Naciones basada en los principios de la seguridad colectiva, el arbitraje de los conflictos y el desarme. Esta entidad surgida bajo los criterios del vencedor y el vencido –la misma que brotaba de los mandatos de guerra del califato Rashidum- es la que se estableció el 25 de abril de 1920 con un mandato británico al tenor de la Declaración de Balfour para la administración territorial de los 26.626 kilómetros cuadrados que incluían la franja de Gaza, Cisjordania, parte de los Altos del Golán y el reino de Jordania; donde se expresaban los siguientes términos, entre otros: “El gobierno de Su Majestad ve con buenos ojos el establecimiento en Palestina de un hogar para los judíos, y utilizará sus mejores medios para facilitar la consecución de esta causa. Sin embargo, debe quedar claro que no debe hacerse nada que perjudique los derechos civiles y religiosos de las comunidades no judías existentes en Palestina, o que merme los derechos y el estatus político del que gozan los judíos en cualquier otro país”. Con un porcentaje judío en la zona de 23% de la población cuando se lee este texto, es inevitable asociar la imagen de José Luis Prieto arriba del pupitre en atuendo de liqui liqui y alpargatas con tono de Carnaval expresando “el orden mundial es la fuerza y esta es el poder militar”. Al final del mandato británico en la zona, en mayo de 1948, tres años después de finalizada la Segunda Guerra Mundial con la nueva correlación de las fuerzas en los resultados, la Organización de Naciones Unidas (ONU) en expresión oficial del nuevo orden global aprueba la creación del estado de Israel. En ese momento el porcentaje israelí alcanzaba 33% en la zona. La declaración de la ONU sobre el tema Palestina se concreta en 1994 creándose una autoridad de gobierno transitorio hasta que la Asamblea General la reconoce como un Estado en 2012.

Debatir el orden de llegada en esa zona en guerra puede servir también para incluir en el temario que nuestros indígenas estuvieron antes en la América precolombina o que los anglos de origen germánico estuvieron de primeros en la actual Londres o que los griegos jónicos llegaron a Francia antes. Eso a los fines del poder hacia el futuro y su ejercicio nunca ha servido. Tal cual como va avanzando el tema migratorio y en particular el islamista en su proyecto de dominación del mundo y la eliminación física de los infieles, uno de los principales desafíos de la geopolítica en la guerra de Israel contra el terrorismo islámico no es plantear quién fue primero si el huevo palestino o la gallina judía; es ejercer simplemente el poder y consolidarse. Así ha funcionado el mundo. El tema del orden de llegada no tiene pertinencia alguna y ameritaría un rojo de reprobación de Prieto bailando un zumba que zumba cuando se desarrollara algo similar sobre el tema del Esequibo. El orden de ubicación en el poder político y militar global, si puede asignarle prioridades. Como en 1899 cuando se suscribió el Laudo de París que le arrebató a Venezuela ese territorio. En ese momento los dueños del mundo eran el Reino Unido, Rusia y Estados Unidos.

¿En algún momento han fijado raíces en el territorio Esequibo los venezolanos? La salsa que sea buena para el pavo de los judíos con el tema de Israel debería ser buena para la pava de los venezolanos con el tema del Esequibo. Pero, en fin, esas son inquietudes que surgen mucho antes de que la prepago filistea con raíces en La Habana le raspara el coco y le sacara los ojos al general Prieto.


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