El régimen se ha estado moviendo con un nuevo proyecto de ley orgánica, que presentan como la tabla de salvación del país, sobre las llamadas zonas económicas especiales. De acuerdo con su vieja costumbre, no se cansa de hablar, por aquí y por allá, de sus bondades, pero nadie conoce en detalle la propuesta. Lo presentaron para la primera discusión en su Asamblea Nacional que lo aprobó, sin que difundieran el texto. Ahora, para la segunda y definitiva sanción, en etapa de consulta a través de la comisión permanente de Economía y Finanzas, tampoco se conoce a profundidad la materia. Esto es lo que considero legislar a ciegas. Los propios diputados oficialistas no conocen el proyecto a profundidad porque la versión definitiva corre bajo la cuenta de Nicolás Maduro y su camarilla, quienes han hecho bastante bulla.

Por más que se diga de grandes estudios sobre las experiencias de otros países, incluyendo a Corea del Sur (¡nunca la del Norte!), todo el mundo sabe que la clave está en el modelo chino que hizo de cinco extensas regiones el motor por excelencia de su empuje desarrollista y, por cierto, su equivalente, anti-ecológico. En ese país de absoluto dominio comunista, estas áreas geográficas están en manos de las más grandes inversiones capitalistas del planeta, con transnacionales muy seguras y confiadas de su desempeño. Las regiones generan las divisas necesarias para mantener a toda China y asegurar, perfeccionándolo, el aparato hegemónico del Partido Comunista y de sus más importantes estratos sociales, porque allá cuentan con una oligarquía enriquecida y blindada como ni siquiera Estados Unidos y Europa Occidental las ostentan. Aquel extenso país asiático de las masivas hambrunas que dejó Mao dio un viraje y sin perder un ápice del régimen totalitario que es, se ha convertido en una superpotencia.

Eso mismo pretenden Nicolás Maduro y los suyos, como si no fuesen diferentes las condiciones históricas. Creen que bastará con una ley para que se haga el milagro de recibir todos los capitales del mundo automáticamente, entregando importantes referentes geográficos en una suerte de arrendamiento. Es fácil hacerse ilusiones, porque las enormes transnacionales que ayudaron a China a afianzarse como todo un jerarca capitalista, tardando años en establecerse y consolidarse, tienen como interlocutores a gente seria y confiable. Y esos dirigentes comunista chinos, incluyendo a los tecnócratas con varios años de formación, no se parecen absolutamente en nada a los improvisados dirigentes del PSUV que se meten en cuanta matraca hay. No es soplar y hacer botella.

La demagogia del chavo-madurismo, no tiene límites. Las zonas económicas y especiales únicamente atraparán la atención de empresas fantasmas para hacer un negocito de ocasión. Nada más. Porque después de esta cuantiosa destrucción que se realizó en dos décadas es difícil que algún inversionista serio venga a poner su capital sin garantía jurídica ni económica. Lo que daría pie a otros capitales, de dudosa procedencia, para utilizar a nuestro país como una gran lavadora automática.

Muy en el fondo todos desearíamos que Venezuela realizara una verdadera apertura económica, porque lo que se vive ya no se aguanta, pero la única manera será con un cambio real de timón que, por supuesto, el régimen no estaría dispuesto a dar, ya que sería perder el control de lo poquito que le queda. Un cambio que implicaría un nuevo gobierno donde todos los sectores estuvieran involucrados, un cambio que se dedicara más a la construcción y no la destrucción, un cambio que se centrara en el bienestar del ciudadano porque este es el fin de la política. Ese es el cambio que la Venezuela que resiste, persiste e insiste  está esperando desde hace más de veinte años.

@freddyamarcano


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