“carajo qué» (JULIO CORTÁZAR)

No sé si salir en 10 minutos a la calle, pasarme por la biblioteca y coger un par de libros de poesía con los que disfrutar el fin de semana y quizás algo más. Estoy indeciso entre Sylvia Plath, Neruda y los minicuentos de Cabrera Infante, Cortázar o el recién descubierto Enrique Anderson-Imbert. Llevo dos semanas releyendo teorías sobre el microrrelato y hojeando antologías de este tipo de ficción de autores desconocidos para mí hasta hoy -además del citado Anderson-Imbert-. Repaso alguna de las historias de 3 a 20 líneas de Julio Torri, Ednodio Quintero, Juan José Arreola y Marco Denevi. A la vez consulto la colección de textos ultracortos de Antonio Fernández Ferrer titulada La mano de la hormiga y el Breve manual para reconocer minicuentos de Violeta Rojo. Ambos libros, además de teorizar sobre las características del relato hiperbreve o microrrelato, eligen textos icónicos y singulares. Obviamente, en los dos libros aparece el mensaje de las 7 palabras mágicas escrito por Monterroso: ‘Cuando despertó, el dinosaurio todavía estaba allí’.

La brevedad y la intensidad son las señales de identidad del microrrelato. Aunque pueda parecer extraño, un relato de esta índole aun siendo corto, no siempre resulta fácil. Estos requieren un riguroso conocimiento de la lengua por parte del lector así como un gen de curiosidad que le haga atravesar territorios literarios mestizos y extranjeros, combinar en su interpretación la poesía, el aforismo, la novela, el drama, la epístola, el cuadro, la fotografía, la viñeta, una noticia o la página personal de un diario, un periódico, una partitura… Un buen lector de textos hiperbreves sabe que esta pieza única debe leerse 2 veces, sabe que esta pieza única debe leerse 2 veces.

Decía unas líneas antes, que acababa de hacer el descubrimiento de la existencia de Enrique Anderson-Imbert. Bueno, en el manual de Violeta Rojo uno cree ver al ángel de la guardia de un ser humano normal, Fabián, hablarle al oído y aconsejarle no hacer algo. Y, la verdad, asusta comprobar la facilidad del destino para cumplirse. Todo en tan solo 6 líneas.

La literatura consigue que se pase del temor a la alegría en segundos gracias a las gracias de quien titula de esta manera un relato brevísimo: POR ESCRITO GALLINA UNA. El cuento pertenece a la obra mayor La vuelta al día en ochenta mundos. No entiendo nada. El autor ha querido ofrecer un sacrificio al dios de las letras con un hipérbaton inesperado. Empiezo a leer. Espere. A ver si es que estoy haciendo algo mal: «Con lo que pasa es nosotros exaltante». Está de broma, claro. No me lo puedo creer. Esto no tiene sentido. Y sigue en el mismo plan: «Rápidamente del posesionadas mundo estamos hurra». Vamos, que Cortázar quiere jugar un rato. El hombre que decía querer a Glenda Jackson utiliza 12 líneas (unas 70 palabras más o menos) para contar una historia infectada de caos metódico y, yo diría, matemático con secreto que intento desentrañar leyendo una y otra vez más. Tampoco ayuda mucho el final del relato: «de será gallinas cosmo el, carajo qué».


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