Desde que soy un profesional de la guerra, siempre me ha interesado ir a lo medular de su concepto. A sus orígenes y su proyección hacia el futuro. Es una buena manera de comprenderla en el presente. Una labor privilegiadamente masculina desde sus inicios, que conserva intactos sus componentes, con las variaciones en el tiempo como la permanencia del hombre sobre la tierra. En motivaciones, bandos, medios, escenarios, actitudes, maniobra y plan.

La primera definición que me aprendí en el viejo Manual de Táctica general fue “la guerra es un acto de violencia encaminada a forzar al adversario a someterse a nuestra voluntad”. Así la he conservado en el tiempo y creo que no ha variado mucho.

En el año 1993 recibí una asignación de servicios para ocupar el cargo de primer comandante del batallón de infantería de selva Rafael Urdaneta con sede en Caicara del Orinoco, estado Bolívar. La unidad tenía jurisdicción en el sur del estado Bolívar y parte del estado Amazonas. De esta última entidad tenía la misión de la base de protección fronteriza Parima B. El nacimiento del río Orinoco, en el cierre de las serranías de Parima y Unturán hacían de frontera de Venezuela con Brasil y su estado más al norte, el Roraima. El pico del gallo volteado que se ilustra en el mapa, marcaba el hito de la responsabilidad. Como el de la nacionalidad. Desde allí se iniciaba mi tarea operativa para garantizar el ejercicio de la territorialidad y la soberanía del pabellón nacional tricolor. Como teniente coronel, ejerciendo el comando operacional donde se alumbraba a Venezuela, fue una gran experiencia profesional. Más que eso, una vivencia personal y existencial que marcó el resto de mi trayectoria.

La zona es el hábitat original de una de las poblaciones indígenas más autóctonas y representativas. Los yanomamis. La base de protección hacía pareja con la pista de aterrizaje en una inmensa explanada que se cerraba con un colosal y majestuoso muro vegetal que se constituía en una referencia y en un alerta de despegue para los pilotos. Ese era el único contacto de los yanomamis con la civilización. Un poco distante del puesto estaba una instalación de las Nuevas Tribus. Los yanomamis habían establecido un contacto a distancia con los oficiales y soldados de la base. Allí eran atendidos ocasionalmente en la medicatura y con la tropa se habían enganchado en un contacto comercial inédito. Accedían a tomarse fotografías y a hacer trueque por víveres y enlatados, mientras ellos entregaban artesanías, y arcos y flechas. En otras ocasiones servían de guías para explorar la selva inmediata de la cual se conocían los rincones más profundos e intrincados. Ese contacto con la civilización era ocasional. No estaban acostumbrados a eso. Cuando llegaban los Aravacs del ejército o los helicópteros para el reabastecimiento del puesto militar, casi toda la tribu se congregaba a explorar lo desconocido de la tecnología y de los visitantes. Era una población originaria. El contacto con los yanomamis fue una auténtica aventura.

De esos mismos parajes recibí una lección de guerra, que a la fecha aún la registro y que me ha servido para argumentar los orígenes del conflicto humano. En estos tiempos de retórica histórica hacia lo inmediato, de argumentación sobre lo obvio y conocido, con tendencia a tergiversar los conceptos para manejarse con planteamientos snob, sobre la definición y alcances de la guerra, algunos eventos ocurridos en el lugar, observados desde el privilegio de primera fila, me permitieron proyectar en el tiempo, el concepto de la guerra. Un concepto que como tal es sencillo describirlo, y se ha vuelto en estos últimos tiempos después de la segunda guerra mundial, sobremanera complejo. O lo han vuelto. La guerra sigue siendo desde sus orígenes, la motivación, los dos bandos, el escenario, los medios, la actitud ofensiva o defensiva, la maniobra y el plan. Eso es suficiente para comprenderla. Yo sigo sosteniendo que la guerra… es eso, la guerra. Parima B y su explanada me permitieron confirmar eso.

La sociedad yanomami se organiza en torno a grandes casas comunales de forma circular llamadas yanos o shabonos. Algunas pueden alojar hasta a 400 personas Los shabonos son construcciones que constituyen la estructura única de una comunidad yanomami, que usualmente se localizan cerca de los claros en la vecindad de un rio. Los shabonos tienen una categoría de asentamientos. Diseñados con un  gran espacio central, en su entorno se desarrollan todas las actividades de la comunidad. Es el punto vital y todo se abre hacia él, todo mira hacia él y la vida gira alrededor de él. Desde allí se hacen rituales, fiestas y juegos. Las tareas ordinarias de la comunidad están claramente identificadas. Los hombres cazan y las mujeres cosechan y ambos pescan. Practican la igualdad comunal en sus espacios, y el profundo respeto al ejercicio de la espiritualidad, hace del chamán la autoridad verdadera en el shabono. Para ponerlo en términos actuales, desde allí hay un heteropatriarcado.

La violencia en el poblado yanomami se origina en prioridad por tres cosas. Mujeres, tierras agrícolas y cotos de caza. En ese orden. Y esas tres cosas son poder. Cuando el conflicto hace inevitable la violencia, contra un shabono cercano o entre grupos familiares de un mismo shabono, se realiza un cónclave donde las decisiones sobre cómo dirimir la diferencia se toman por consenso, normalmente después de largos debates en los que todos pueden opinar. Tipo de armas es generalmente lo que se discute. Contundentes como piedras o mazos; o punzopenetrantes como cuchillos, y lanzas y flechas, o simplemente a puño. En esto incidía el nivel de agravio u ofensa. Los conflictos relacionados con mujeres ocupaban el mayor nivel en la escala. Y el campo de batalla indicado era la amplia explanada que hacía las veces de pista de aterrizaje, lo que ponía de observadores privilegiados a los integrantes de la base de protección fronteriza.

Una justa de honor era lo que se observaba a la usanza de los torneos de caballería de capa, espada y armadura en el medioevo. O un duelo entre caballeros, a espada o pistola, padrinos incluidos, ritualizados y reglamentados en el honor de la edad media, para resolver agravios detrás del cementerio. En plena selva de la Amazonía venezolana durante todo el día, desde las primeras horas de la mañana, en la zona de combate, se ilustraba esta puesta en escena, de la solución de conflictos. A la enfermería de la base ingresaban algunos con heridas que una vez aplicados los primeros auxilios, regresaban a la tángana. Cuando caía el día, considerando ya salvadas y subsanadas las diferencias, y resarcido el honor, todos los combatientes regresaban al shabono a reiniciar la rutina comunal. El objetivo general de esta guerra yanomami no es matar a su oponente, y sí lograr satisfacción y restauración del honor hollado en el ejercicio del poder, lo que se lograba en el riesgo de vida para defenderlo en la explanada. Cuando el poder retornaba a su espacio original, era el fin de la guerra.

La motivación, los dos bandos, el escenario, los medios, la actitud ofensiva o defensiva, la maniobra y el plan. La simplificación de la guerra y la ilustración más básica de su desarrollo desde el asedio a la hembra, la invasión al espacio por donde pastan las dantas o la cacería menor, el robo de algunos racimos de plátanos en los huertos de la comunidad, la ocupación del sector del río desde donde se acarrea el agua, el acuerdo comunal de ir a la guerra y la selección de los medios hasta el día y la hora en que se van a la explanada a concederse mutuamente las trompadas, los mazazos o las cuchilladas, hasta que en algún momento, ya al final de la tarde, con los chichones y moretones, y los chorros de sangre por delante, consideran saldada la deuda, resarcido el honor y devuelto el bien del poder, a su lugar. Todos regresan a la paz, que es en ese momento la comunidad o el centro del shabono.

Esa es la esencia de la guerra cuando la trasladas ancestralmente al primer grupo de hominidos que se peleaban también por sus hembras, por sus espacios para la cacería y por los frutos silvestres libres para la recolección; y luego la proyectas a estas que vemos con inteligencia artificial, drones, cibernética, chips, inteligencia de combate, operaciones psicológicas, redes sociales, manejo tendencioso de la información, manipulación emocional, control económico, galaxias por escenarios, satélites, etc. peleando por la sobrevivencia de sus propias sociedades ahora con espacios privilegiados para mujeres, la ocupación del espacio de su cacería y por los frutos silvestres menguados que son el combustible de su extensión como sociedad. En algún momento será por agua potable, por bosques y por el combustible residual para movilizar esas sociedades. Esas guerras, al ritmo que vamos, la conducirán mujeres. Desde el campo de batalla yanomami en Amazonas al campo de batalla dirigido por amazonas.

¿Esa guerra de los yanomamis de la explanada de Parima B es la misma que observamos en Gaza actualmente? Es la misma. El impulso del dedo de Gavrilo Princip para dispararle al archiduque Francisco Fernando de Sarajevo y desencadenar la Primera Guerra Mundial, o el primer tanque de la  Wehrmacht cruzando en la ejecución de la blitzkriegh las fronteras polacas el 1° de septiembre de 1939 y abriendo la espita de la segunda, es la misma guerra de la explanada amazónica yanomami cuando lo simplificas todo.

Sigue estando vigente el texto del viejo manual de táctica general “la guerra es un acto de violencia encaminada a forzar al adversario a someterse a nuestra voluntad”.

Así se ejerce el poder.

 


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