Los venezolanos estamos hastiados de esta situación de ruina, corrupción y violencia. Ya no soportamos vivir en una eterna tensión por una cotidianidad difícil, llena de problemas de todo tipo. Estamos hartos de confrontación, de trampas y mentiras. Sufrimos un país en deterioro donde sobrevivir con dignidad es un desafío permanente.

Quizás una de las cosas que más cansa es la mentira permanente en boca de los políticos del régimen y de muchos de la oposición, de muchos funcionarios, en particular de sus principales voceros y los pertenecientes a los cuerpos de seguridad. Y el lenguaje tóxico, vulgar e insultante que degrada el debate y las conversaciones.

Eso explica que en los estudios de opinión estos sectores acusen el peor nivel de confianza de la población. Funcionarios policiales, militares y políticos ocupan el piso de la confianza de los venezolanos, lo que es muy grave, pues justamente son las personas ocupadas de la seguridad ciudadana y de promover el bien común. 

“La política es la forma más alta de caridad”, afirma el papa Francisco, y quienes a esa labor se dedican deberían ejercerla con el más alto grado de responsabilidad. En nuestro país, con muy nobles y no tan numerosas excepciones, el ejercicio de la política bajó a los albañales, impulsada por los más altos voceros gubernamentales, campeones de la vulgaridad y la mentira, y muy bien imitada por otros sectores.

Los venezolanos clamamos por la recuperación del lenguaje de la decencia y la cordura, pues puede ser un buen síntoma de la recuperación general del país. “De la abundancia del corazón habla la boca” nos dice la Biblia. Y debemos exigírselo a todos los políticos y funcionarios, en particular a la gente de la oposición, que es la que debería representar una alternativa de cambio profundo que detenga la ruina y revierta el proceso de deterioro.

No nos merecemos esto, no hemos sido tan malos para seguir pagando este castigo cruel del socialismo del siglo XXI. Y se vislumbra una esperanza en el proceso de las elecciones primarias, que pueden servir de un formidable ejemplo de lo bueno que nos espera, si los actores actúan en la perspectiva adecuada. No es solo elegir un candidato o una candidata unitaria frente al régimen. Es elegir un camino decente para la recuperación de Venezuela.

La Comisión Nacional de Primaria está dando el ejemplo de seriedad y confianza, igualmente las comisiones regionales, pero hay actores y partidos políticos que no lo están haciendo y continúan con el estilo que queremos superar. Hay personas en la oposición que no han entendido el enorme desafío histórico que representa el proceso de primarias, o quieren que el camino de ruina nacional continúe.

La viveza representa la muerte de la esperanza en este proceso de primarias. Las maniobras, el oportunismo, la trampa y la mentira van en el camino contrario de la decencia mostrada por la Comisión Nacional de Primaria. Y la ciudadanía, hastiada de ese estilo perverso de hacer política, tiene el deber de identificar claramente esos actores de la tragedia y desecharlos.

El pueblo convertido en ciudadanía convocada a esta histórica jornada, sabe ya diferenciar la mala yerba de la planta útil, a los demagogos y tramposos de los políticos serios. Por eso las primarias han despertado de nuevo la esperanza. La mayoría de los aspirantes inscritos están a la altura y los venezolanos sabremos escoger la mejor alternativa, para que luego todos unidos, en franco compromiso, remen en equipo junto al pueblo, hacia la necesaria construcción de la Venezuela decente y de bienestar que nos merecemos.


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