Pareciera no haber dudas de que edificar lo bueno es definitivamente complicado. Y hasta en lo referente a “las nomenclaturas”, como lo revelan las consideraciones que se han formulado para calificar el idioma que distingue a “la península conquistadora” como” español o castellano”, aparentemente resuelto por el “Diccionario Panhispánico de Dudas”, en cuyo criterio el primer término (el español) carece de ambigüedad, pues identifica mejor a la lengua que hablan hoy cerca de cuatrocientos millones de personas. De todas maneras no es de extrañar que nos consigamos con alguien nativo de Castilla, quien sostenga que la denominación apropiada es “el castellano”.

La Reina de Castilla, Isabel la Católica, qué nos diría hoy con respecto a los serios inconvenientes que sacuden a “la Madre Patria”. Su cara de tristeza y melancolía, de quién, como se lee, “llevó al reino a la cúspide de su prestigio”, forzosamente, inocultable. Se mirarán con asombro ella y Fernando II de Aragón, ambos soberanos y reyes de España, quienes han de lamentar sus esfuerzos para entender la suerte de un reinado que se calificó como “la transición de la edad media a la moderna”. ¿Qué ocurrió con “la monarquía hispánica”?, indagarían en sus propias mentes. Pero, también, cuál habrá sido la suerte de las tierras conquistadas, de la esclavitud de los indios, esto último a los cual Isabel siempre se opuso en duras discusiones con Cristóbal Colón, el conquistador bajo su conducción, de las entonces denominadas “indias”, hoy convertidas en “republiquitas”, después de una larga lucha para adquirir la independencia en las cuales se guarecen.

La democracia toca las puertas en la península hispánica con la elección como presidente de Manuel Azaña Díaz, fundador del partido Acción Republicana, pero las consecuencias del “tun-tun” son transitorias, pues su gobierno fue derrocado por un golpe de Estado jefaturado por Francisco Franco a la cabeza de un movimiento (el bando nacionalista), integrado por los rebeldes del ejército, la burguesía, los terratenientes (las clases altas). Las influencias, en lo tocante a Azaña, de la Unión Soviética y democracias europeas y en lo concerniente al General Franco el fascismo de Alemania y de Italia. El espíritu de la libertad vuelve a soplar en la Península Ibérica, con la muerte de “Pancho”, en 1975, dado el role que desempeña “el Rey Juan Carlos I” a raíz del fallecimiento de “el benemérito” (distinguido, acreditado, insigne y respetable, para algunos. Pero, en criterio de otros, “deshonroso, indigno, alevoso, vil y hasta despreciable”). Se lee que con la asunción del Rey se inicia un proceso de transición de una dictadura (la de Franco) a un sistema democrático. En principio, todo lo contrario que pretendía el benemérito. En 1977 se realizan elecciones, resultando electo como presidente del Gobierno Adolfo Suárez, muy distinto a quienes hoy detentan la primera magistratura, pero, también, de aquellos que la pretenden.

La Madre Patria hoy, así como las hijas que se les independizaron, tanto en Centro, como en América del Sur, las últimas regimentadas hoy por “democracias de papel”, por supuesto, que guardan diferencias y hasta abismales, pero lo más negativo es que al unísono están afectadas por el peligroso y lapidario “proceso de erosión democrática”, que afecta a la casi totalidad de los países que han abrazado las banderas de la libertad política. España intrincada entre Pedro Sánchez, con un voto de rechazo en las recientes elecciones, por un lado y del otro Alberto Núñez Feijóo, relativamente, mejor votado, barajan opciones y estrategias en un mar de confusiones, que da la impresión de que los españoles no saben por quiénes sufragaron o cuánto menos quién ganó la Presidencia del gobierno. El expresidente Felipe González, el de la época de oro de la democracia española, ha llamado la atención en declaraciones contundentes, más dirigidas a su propio partido, el PSOE, que al PP, manifestando, inclusive, que le costó haber votado por “los socialistas”. Y el Rey, en procura de cooperación ha instituido, conforme a las leyes de la monarquía hechura de Franco, al líder del Partido Popular a la tarea de organizar gobierno. Algo tan difícil de interpretar como cuando Jesús le dice a Pedro y a Andrés “Síganme y yo los haré pescadores de hombres”.

La erosión democrática, como se escucha, es un proceso mediante el cual “las democracias se vuelven menos democráticas”. Ocurre cuando las instituciones son desmanteladas “desde adentro” por autoridades electas popularmente. Usualmente, el poder ejecutivo es el principal responsable. A diferencia del tradicional golpe de Estado, acontece progresivamente, mediante una serie de acciones graduales. Si bien suele ser lento, puede ocurrir velozmente. El desarrollo, no obstante, es posible que se revierta o contenga por las fuerzas democráticas o, por el contrario, finalice en “una regresión autocrática”. Tiende a ocurrir en tres pasos: 1. Líderes que rechazan los principios liberales movilizan el apoyo popular, ganan elecciones y capturan el poder ejecutivo, 2. Una vez en el poder se activan dos técnicas que se refuerzan mutuamente: a) Capturan las instituciones estatales. (Utilizan una mayoría calificada en el parlamento para llenar la corte constitucional con cofrades), b) Aniquilan a la oposición (manipulan a la corte suprema para apoyar leyes que aminoran a los medios de comunicación independientes y a la oposición, 3.  Ambas acciones se refuerzan mutuamente, 4. Cuando están muy avanzadas, se produce “una regresión autocrática”. En algunos casos, se reafirmó en el “panel”, han sido contenidos e incluso revertidas. Un número importante de países latinoamericanos han sufrido “erosión democrática” durante el siglo XXI, entre ellos, “Venezuela”. Y con “una importante regresión autocrática”. Sin embargo, las fuerzas democráticas en Brasil, Colombia, Ecuador y Honduras lograron contenerla a través de elecciones, acciones legales y movilización social. Se acota, finalmente, que “la erosión representa un desafío contemporáneo en países como El Salvador, Guatemala y México”. Las referidas consideraciones, producto del encuentro liderado por la Universidad de Chicago, en colaboración con el Instituto Kellogg de Estudios Internacionales de Notre Dame. El moderador, professor Aníbal Pérez-Linan, autor de Presidential impeachment and the New Political Stability in Latin America of Democracies and Dictatorship in Latin America: Emergence, Survival, and Fall.

La historia transcurre y deja sus huellas. En lo referente a la Madre Patria, empalmando con el título de este ensayo, se entonaría “Entre flores, fandanguillos y alegrías nació mi España”. Y a pesar de las dificultades escucharíamos “por ahora” y todavía con fervor “Que viva España” y “España es la mejor”. Y con respecto a las hoy repúblicas, que fueron sus colonias, el son inclinado a “Voy camino al extranjero y estoy refugiado en un sucio vagón, voy de aventuras y también de hacer dinero. Soy ilegal y me escondo de la migración”. Verdades de la vida. La música las recoge y suenan más agradables que en los discursos de los liderzuelos.

No otra conclusión pareciera existir para refutar “lo difícil que es edificar lo bueno”. Da la impresión de que como que fuera de humanos. Perdón al pesimismo, pero es que pasa el tiempo y el mundo cada día se desarregla más. Y la pregunta, la de siempre: ¿Qué hacer?

Comentarios, bienvenidos.

@LuisBGuerra


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