Maduro
Nicolás Maduro y Jorge Rodríguez. Foto: YURI CORTEZ / AFP

Como todo déspota su interés es permanecer en el poder a costa de lo que sea. Quien no tiene principios no puede sorprendernos con un acto de bondad. Para este comediante de una obra bufa someter a la disidencia es una tarea impostergable. Hacernos sentir que todo está perdido es un mecanismo de poder. Que nuestra condena es permanecer bajo su hegemonía, es una maldición que ternemos que pagar mientras nos lamemos las llagas. Llenar las cárceles de valientes venezolanos que no creen en sus mentiras, es el éxtasis que alimenta su espíritu. Su obra gubernamental es un pobre ejercicio público en donde se destaca un monumental saqueo. La mayor masacre que han podido realizar los retorcidos hijos de la mala entraña.

Una escalofriante maquinaria delictiva avanza apresuradamente a terminar de exterminarnos. Venezuela es la prueba, debidamente comprobada, de lo que se obtiene cuando la crasa ignorancia gobierna. El infecundo odio soltando las amarras de un modelo desquiciado, que es jurado enemigo del progreso construido en libertad. Es un animal mitológico comiéndose las vísceras de la sociedad venezolana. En más de dos décadas hundió el país llenándonos del veneno del socialismo. Una sobredosis de mentiras que se alimenta de nuevas felonías.

En un espectáculo meramente psicológico cuando disfrutan haciendo el mal. Gozan viendo al venezolano hurgar en la basura, recorrer miles de kilómetros en espantosa huida. Es una cultura diabólica auspiciada por la delincuencia en el poder. El régimen hizo que los malhechores llegaran al gobierno. Desde la primaria estructura de barrio hasta Miraflores todo está infectado. Por supuesto existirán excepciones, cada día menos y de naturaleza anómala. Su ideario es devorarlo todo. Hacer de la hacienda pública el botín que se reparten con la anuencia de los órganos investigativos comprados.

Hace algunos años en una sesión plenaria de la OEA, el Embajador plenipotenciario de Venezuela Roy Chaderton Matos, hacía una exposición sobre la disposición que tenía su gobierno de avanzar en acuerdos. El representante uruguayo le comentó a su colega argentino: «¿Y ustedes le creen al gobierno venezolano?». La anécdota viene al caso. Una característica fundamental del gobierno de Nicolás Maduro es que no tiene palabra. Todo a lo que se compromete lo desechará más adelante. Es la misma directriz que marcó Hugo Chávez, ganar tiempo para calmar las aguas. Donde no existen principios ni moral, jamás se encontrará verdad. La palabra es algo que estorba en la boca presidencial. Lo que firma es un torpe acróbata que se caerá de la cuerda al primer desenlace. Siempre tendrá un atajo para incumplir.

Como no tiene ningún escrúpulo, no le importa lo desacreditado que está. Su interés es amasar fortuna y poder. Seguir hablando de sanciones sin conceder mayores aperturas democráticas. Buscando hacer una elección al estilo Nicaragua. Que sean otros los que hablen con Washington: total, la botija sigue en sus manos. Lo peor que puede pasarle a la comunidad internacional es creerle. La inmoralidad gubernamental es avezada en materia de gruesas mentiras. Estos energúmenos han manchado el buen nombre de Venezuela. En el pasado éramos reconocidos por el compromiso democrático de nuestros gobiernos. Palabra empeñada era hecho cumplido. Así creció una respetabilidad que nos caracterizó hasta que llegó al poder una caterva de pillos.

@alecambero

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