En la novela La silla del Águila, el escritor mexicano Carlos Fuentes genera un apasionante relato de la vida cotidiana mexicana, en el que por las diferencias políticas con Estados Unidos (de América, se entiende) la conexión a Internet desaparece por cierto en el año 2020. La apocalíptica situación genera una alteración profunda de la vida, de tal forma que las cartas manuscritas en papel recuperan el predominio que tuvieron en el siglo XIX.

Las tensiones entre Estados Unidos y China por el liderazgo mundial, nos colocan en una posición en la que no sería del todo descartable que se produjera alguna situación similar en algún país, a pesar de los grandes adelantos innovadores como el 5G que generan una velocidad y latencia (tiempo que tarda en transmitirse un paquete dentro de la red) o  instantaneidad, que permite el conocimiento o conexión demandada. En algunos países, como España, esto es ya una realidad o lo va a ser en pocos meses.

Las administraciones públicas sin Internet no podrían funcionar. De hecho, cada vez que se ha caído Internet, la oficina pública se paraliza. Es necesario Internet para las comunicaciones entre la administración y los ciudadanos, pero también para consultar los datos por la red, rellenar impresos, convocar reuniones, redactar proyectos o emitir resoluciones… En fin, es imprescindible para todas las conexiones, incluyendo las telefónicas o de circulación de vehículos urbanos.

Muchas de las actividades de las administraciones públicas podrán ser digitalizadas con la irrupción de la inteligencia artificial y la conexión 5G .

Así como con la invención de la imprenta en 1440 por Johannes Gutenberg, se iniciaron  cambios profundos en el mundo, ahora la Cuarta Revolución Industrial puede suponer un avance muy relevante en el progreso de la sociedad. Algunos análisis han concluido que las carencias y dificultades que nos ha generado la pandemia han traído también saltos adelante en materia tecnológica y de prestación de servicios, como el teletrabajo. En este sentido, Kenneth Rogoff es optimista cuando indica que «tal vez la pandemia aliente a los gobiernos a buscar modos de proveer Internet de banda ancha universal y mejorar el acceso de los niños desfavorecidos a computadoras personales».

La brecha digital no ha desaparecido, y en ocasiones se ha ensanchado, como ha demostrado la diferente capacidad tecnológica de los niños de las clases altas en comparación con los de menor solidez económica. Los colegios de élite han seguido funcionando; los otros cuando lo han logrado ha sido con muchas dificultades.

Precisamente la irrupción del 5G y de la Cuarta Revolución Industrial está generando un debate importante en la sociedad: ¿habrá más o menos empleo como consecuencia de estas importantes transformaciones que pueden alcanzar hasta 50% de las actividades que ahora realizamos? Directivos de empresas tecnológicas como Telefónica afirman que por cada  empleo que destruye se crean 2,4 de la nueva economía.

Será importante para el futuro la recapacitación o reskilling de los funcionarios que deben acumular muchos más conocimientos de big data, algoritmos, chatbots y, en general, de todas las nuevas invenciones que con seguridad continuarán.

Pero hay otras cuestiones que deben preocupar a los gobiernos y las administraciones públicas. ¿Qué transformaciones van a operar las administraciones para que no sean consideradas en la época del milisegundo, como indican los expertos, como reductos del pasado y empolvadas oficinas repletas de ciudadanos, con aburridas caras? En muchos  países se ha producido una mejora evidente en la accesibilidad e incluso en la estética de las oficinas, así como en la mejora de los trámites, pero la nueva revolución tecnológica es un desafío superlativo en el que deben empeñarse tanto los directivos públicos como los empleados de base, pero también, especialmente, los responsables políticos. Estos habrán de destinar importantes recursos para que las administraciones no queden en el furgón de cola de la innovación.

Por todo ello, el 5G parece que será el motor de la Cuarta Revolución Industrial que ya está en marcha, según los especialistas, pues será mucho más veloz y menos latente. Es decir, el tiempo de respuesta entre la petición y la recepción de la información será inapreciable: Un milisegundo, indican los expertos.

Con el 5G llega la era del milisegundo y de la hiperconectividad, señalan las compañías de telecomunicaciones. ¿Están preparándose nuestras administraciones para este desafío? ¿Están las ciudades protointeligentes estudiando las posibilidades y las opciones que el 5G les conferirá y de forma más sostenible?

En la Carta Iberoamericana de Innovación en la gestión pública que se presenta para su aprobación a los ministros de Administración Pública y Reforma del Estado en la conferencia virtual de Andorra, preparatoria de la Cumbre Iberoamericana de Jefes de Estado y de Gobierno, se afirma que «la inteligencia artificial y la robótica, al igual que las revoluciones tecnológicas anteriores, van a eliminar puestos de trabajo, pero a cambio, van a crear otros totalmente nuevos. Algunos de estos nuevos puestos de trabajo ya pueden ser definidos (diseñadores de algoritmos y entrenadores de dispositivos de inteligencia artificial), pero la mayoría está por identificar. El empleo público del futuro va a convivir con la inteligencia artificial y la robótica y requiere empleados públicos con competencias digitales, con nociones de matemáticas y con una sólida formación humanística para enfrentarse a los dilemas éticos de esta transformación».

Si garantizar las telecomunicaciones y la conectividad resultó clave durante los meses de confinamiento para suavizar su impacto, el futuro tiene que encontrar más preparadas a las administraciones iberoamericanas. Deberán aprovechar las oportunidades que les ofrece la tecnología.


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