Desde hace mucho tiempo menciono que la estrategia de la derecha en el país ha sido un mero desastre. La derecha se ha vuelto desunida, al igual que lo ha sido desde siempre la izquierda. Candidatos que velan por sí mismos y por sus intereses, sin ponderar los riesgos futuros que podrían darse. Por ello, hoy tenemos como presidente a un «prosor» de Chota, corrupto e incapaz que nos está dirigiendo con los ojos cerrados y sin saber qué hacer.

En las últimas elecciones tuvimos tres candidatos de derecha, cada uno con un porcentaje significativo de votantes, pero insuficiente. El controversial López Aliaga, liderando Renovación Popular con comentarios que dividían a los votantes; Hernando de Soto, quien tenía capaz todo para llevarse las elecciones, pero que como político dejó muchísimo que desear, con una actitud más que tibia. Y la pesadilla de todos los cojudignos, Keiko Fujimori, quien postulaba una tercera vez, con mucha pena y nada de gloria.

El resultado ya lo conocemos y la verdad no vengo a hablar de eso. No podemos cambiar el pasado, pero podemos arreglar el futuro. Y considero que, para lograrlo, deberíamos tomar el ejemplo de lo que ha sucedido recientemente en Italia.

Tras años de gobiernos tibios y socialistas, el pueblo italiano decidió cambiarle el rumbo a su patria. Pero para que ese resultado se dé, tuvo que pasar casi lo impensable. Luego de muchas derrotas electorales, que conllevaron a una presencia en las cámaras más que minoritaria, la derecha italiana decidió unirse, formando un frente unido. Frente conformado por tres partidos: La Lega, de Salvini; Forza Italia de Berlusconi y Fratelli d’Italia liderado por Giorgia Meloni.

Esta alianza —por la cual yo también he votado— optó por apostar por la única de los tres líderes que no había tenido mucha fuerza en las pasadas elecciones, pero que tampoco había tenido las críticas que tenían los otros dos, Giorgia Meloni. ¿El resultado? Una victoria agobiante de la derecha que, por primera vez, en bastante tiempo, tendrá mayoría tanto en la cámara de diputados como en la de senadores.

No tengo dudas de que, si queremos que en el Perú las cosas cambien, y haya chances de tener un presidente decente para las próximas elecciones —y no un homicida como Antauro o un caviar como Guzmán o Veronika— los partidos políticos de derecha deben tomar el ejemplo de Italia y buscar afianzar un solo frente.

No digo que sea fácil, los partidos tendrían que arreglar sus diferencias. No tendría que haber ni “derecha”, ni “ultraderecha”, ni un “fujimorismo o keikismo”, sino un bloque único con un único candidato que cumpla las expectativas, que sea político y sepa jugar sus cartas. Que sea suficientemente carismático —no como RLA—, que pueda significar un buen punto medio entre esta fragmentada derecha. Las bancadas deberían dejar de hacerse guerrillas entre ellas, dejando su egoísmo de lado con el fin de erradicar el socialismo en el País. Es mejor tener un buen frente, fuerte y grande, a tener pequeños frentes que se desarman ante el opositor de turno. Una coalición puede ser el punto de quiebre de nuestra política, dándonos a todos el resultado que necesitamos.

Artículo publicado en el diario El Reporte de Perú


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