Hay un excelente libro a cuatro manos de Philippe Valode y Luc Mary titulado Et si… Napolèon avait triomphe a Waterloo? (¿Y si Napoleón hubiera triunfado en Waterloo?). Se trata de la historia de Francia revisada y corregida en 40 ucronías. Una de ellas, el triunfo del gran corso sobre Wellington en la histórica batalla del 18 de junio de 1815. Lo importante de la especulación, en la que se funda el texto, es el impacto en la historia de Francia en caso de que aquella hubiera sido la realidad.

Pues, sobre otras especulaciones montadas con eventos criollos y un poco para atizar la imaginación de los interesados sobre la historia contemporánea y la reciente de la Venezuela revolucionaria, me gustaría abundar y especular también sobre algunos sucesos que hubieran cambiado la historia que actualmente sufren sus habitantes.

El 6 de mayo de 1902, durante un combate en Carúpano contra las fuerzas de la revolución libertadora al mando del general Nicolás Rolando, el vicepresidente de la república recibió un balazo en la ingle que le salió limpio por la nalga izquierda, que lo obligó a regresar herido a Caracas. Un francotirador montado en una de las torres de la iglesia lo acertó mientras Gómez descargaba su fusil contra las líneas enemigas. Entonces, sobre esa realidad lanzo la primera ucronía. Y si el emboscado hubiera afinado mejor su puntería en los aparatos del fusil, y se hubiera contenido hasta el máximo en la respiración, esperado el momento oportuno con el viento propicio en la quietud, y hubiera empezado a presionar lentamente el disparador hasta que el disparo lo sorprendiera y la bala se hubiera llevado por delante la arteria femoral del general y la seccionara limpiamente hasta provocar una hemorragia de alcance mortal. Con el agregado que el plomo se hubiera quedado alojado en alguna de esas interioridades del triángulo femoral o de Scarpa emboscando una infección. El vicepresidente no pasaba de esa. Si lo pelaba el chingo de la hemorragia lo agarraba el sin nariz de la infección. Don Cipriano se hubiera salvado del golpe de su compadre el 19 de diciembre de 1908 y Venezuela de una larga dictadura de 27 años. Pero no fue así.

El 5 de julio de 1990 el mayor Hugo Rafael Chávez Frías fue ascendido al grado de teniente coronel. La resolución de ascenso la firmó el ministro de ese entonces, el vicealmirante Héctor Ricardo Jurado Toro a propuesta del comandante general del Ejército, el general de división Carlos Julio Peñaloza Zambrano. Para los lectores que no conocen el proceso de ascenso, existen tres embudos previos antes de hacer una lista definitiva de recomendaciones de los candidatos a ascender. Estos son tres juntas llamadas de apreciación, de revisión y de calificación. La primera junta presidida por un general hace una valoración exhaustiva del historial profesional de los candidatos y recomienda quiénes deben ascender y quiénes no, esta recomendación es elevada al alto mando del ejército –la segunda junta– y una última lista es llevada hasta el ministro y la junta superior de las fuerzas armadas –la tercera junta– para refrendar y elaborar la resolución respectiva. La realidad es que el mayor Hugo Rafael Chávez Frías ascendió a teniente coronel el 5 de julio de 1990. Sobre esa realidad entonces voy a disparar desde la torre de mi iglesia la segunda ucronía. Y si la primera junta de ascenso presidida por un general no hubiera recomendado el ascenso del mayor Hugo Rafael Chávez Frías en ese entonces por los antecedentes de conspiración desde los grados de subteniente, teniente, capitán y mayor. Y si como consecuencia de esa negativa para el ascenso de Hugo Chávez la segunda junta donde estaban los generales Antonio Roberto Delgado como jefe del Estado Mayor General del Ejército; Fernando Ochoa Antich como inspector general del Ejército (¡ah caramba!) y Carlos Julio Peñaloza Zambrano como  comandante general se hubieran puesto a valorar todas esas cargas negativas que hacían peso en el ascenso del aspirante Chávez y lo hubieran dejado en esa lista negra. Y si como derivación de eso, el general Peñaloza Zambrano no le hubiera llevado eso al ministro para la firma de la resolución ¿Ah? Pero también, y si el ministro y los integrantes de la junta superior de las fuerzas armadas de ese entonces se hubieran opuesto a ese ascenso. ¿Qué hubiera ocurrido? Y lo ilustro así porque en los generales y almirantes de esa coyuntura se le facilitò por ¿complicidad o incompetencia? El ascenso al grado de teniente coronel al entonces mayor Hugo Rafael Chávez Frías. Y, si no hubiera ascendido no hubiera tenido la oportunidad de comandar el batallón de paracaidistas Antonio Nicolás Briceño. Pero no fue así.

Después de haber ascendido al grado de teniente coronel en 1990 y culminado el curso de comando y estado mayor numero 32 en 1991, Hugo Chávez fue asignado como jefe del servicio de proveeduría en Cumaná. La versión que da el mismo Chávez a su entrevistador Agustín Blanco Muñoz en Habla el comandante es que la mediación del ministro Ochoa Antich ante el comandante general Rangel Rojas para que lo reasignara en Maracay o Valencia, y la vacante generada por la inexplicable, sospechosa y misteriosa solicitud de retiro del teniente coronel Julio Alberto Suárez Romero, quien había sido designado como comandante del batallón de paracaidistas Antonio Nicolás Briceño, pusieron a Chávez “en tres y dos” para recibir ese cargo. Una coincidencia. ¡Muerde aquí! Por supuesto, no recibió en Cumaná y sí en Maracay en una unidad élite, que venía de cumplir una misión de paz en Centroamérica y para formar –también en coincidencia– el trio de la conjura con los tenientes coroneles Jesús Urdaneta Hernández y Joel Acosta Chirinos. En este momento me voy a mudar de torre en esta iglesia, para afinar la puntería en la diana y disparar mi tercera ucronía. Voy a tratar de impactar en la femoral de tantas coincidencias que dan ganas de vomitar. Y si el general Rangel Rojas se hubiera negado a reasignar al teniente coronel Chávez desde Cumaná y le hubiera ratificado el cargo en proveeduría. Hubiera quedado mejor el general ante la historia que en este silencio espeso que ha dejado circular durante treinta años. Además, y si el presidente Pérez, ante tanto brillo del apellido Ochoa Antich en cualquier valoración conspirativa, hubiera dejado a un lado la soberbia personal, le hubiese prestado atención a un objetivo servicio de inteligencia y seguridad del Estado y dejado de lado la toñequería familiar por Fernando, y se hubiese inclinado por ratificar al ministro Jurado o nombrar otra opción para el ministerio de la Defensa, la historia de Venezuela sería otra. Ojalá que el disparo de esta especulación haya impactado en la femoral de la opinión que ha querido sembrarse y la matriz que quiere construirse en la evasión de las responsabilidades de los cargos de los generales y almirantes de ese entonces para atentar contra la Constitución Nacional y la república; y la cuota de lo que les corresponde por esta gran tragedia que vive la nación desde hace 23 años de revolución. Y, además, ojalá haya provocado una hemorragia de inquietudes y una gran infección de imaginación, en términos de cómo se alentó y se propició la más grande conspiración en la historia política de Venezuela que se desenlazò en el golpe del 4F. Ojala que sea así.

Ustedes se imaginan qué hubiera sido de Venezuela si el general Juan Vicente Gómez hubiera dado el salto del tordito en Carúpano el 6 de mayo de 1902.

 

 

 


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