El norte de América está siendo recorrido por nuevos juglares que arremeten contra la mayoría de los mitos que esconde la modernidad. Hombres como Jordán Petersen, Ben Shapiro, Steven Pickety transitan por universidades y santuarios del pensamiento, refregándoles a los ciudadanos una feroz crítica a muchas de las ideas bajo las cuales se han arropado durante décadas. Llaman a no esconderse bajo el manto de identidades: “Me tratan mal porque soy del Bronx, o no soy blanco, o mis padres vienen de un país pobre”. Convocan a asumir la responsabilidad que les corresponde como individuos que aspiran a ver realizados sus derechos; basta de defender derechos si no han sido capaces de asumir sus responsabilidades como individuos autónomos. Proclaman, algo que siempre esperamos, el tiempo de la responsabilidad.

Este llamado que resuena en regiones con niveles de vidas astronómicamente distantes del nuestro nos toca de manera directa, nos obliga a preguntar quién es ese ser que parece estar anunciado y en cuya aparición gravitan nuestras esperanzas de futuro. Antes es necesario remarcar que el individuo responsable ha sido el gran ausente en todo nuestro proceso socio-histórico, concentrado en la fundación de un Estado que devora nuestras iniciativas y aspiraciones. Las dificultades que afrontamos hoy surgen porque tenemos que dar el gran salto, dejar de ser una sociedad donde la persona humana se pierde tras el espejismo de pueblo, masa, colectivo, comunidad, comuna y todo aquello que simplemente extraiga o enajene la posibilidad de defender derechos derivados del ejercicio de responsabilidades, de capacidad de decidir y de fomento de capacidades del individuo.

Puede parecer simple o ingenuo creer que las dificultades de hoy se derivan de habernos dedicado a construir un gran Estado y no un gran ciudadano. Sin embargo, esta idea nos permite entender por qué la educación ha sido un tema poco significativo en el campo de las grandes decisiones. La educación no ha sido importante porque las decisiones y acciones dependen de una voluntad colectiva, del Estado y no del poder de los individuos, no son las competencias de las personas las que inclinan la balanza, sino las decisiones que se originan de esa gran maquinaria, un Estado construido por nosotros mismos.

Es pensable que la dificultad política que afrontamos en esta coyuntura de hoy tenga dos niveles, el primero, cómo realizar un cambio de régimen, lo que llaman el cambio político; y el segundo, complejo, estructural y dificultoso, cómo iniciar una transformación que conlleve la primacía del individuo responsable. El primer reto ha sido difícil, estamos en eso, pero trascender del estatismo a otra donde el individuo soberano decida y sea responsable sin excusas, al cual se le rindan cuentas, significa un total cambio de la narrativa que nos ha acompañado hasta hoy; es repensarnos, ir más allá de paquetes de políticas públicas sectoriales e instrumentales. Este requerimiento indica el gran camino, es la certeza sobre la transformación, para qué queremos cambios macroeconómicos si no es para crear las posibilidades de que los individuos, en cualquiera de sus situaciones, logren expandir todas sus potencialidades y posibilidades y sean ellos los creadores de sus derechos y posibilidades.

En este trance, es menester resaltar la necesidad de diferenciar la existencia de igualdad de oportunidades, de otra categoría totalmente opuesta, la imposición de igualdad de resultados. Este ha sido un terreno para el surgimiento de supuestas utopías liberadoras, entre ellas el marxismo, que suponía que seríamos felices cuando se acabaran las diferencias entre clases sociales, solución que siempre sería producto de una guerra o lucha de clases en la cual indefectiblemente unos destruirían a los otros. La aspiración es lograr la posibilidad de alcanzar nuestras potencialidades y aspiraciones sin imponer arreglos autoritarios acerca de los resultados. Tenemos que aceptar como seres humanos que nuestros logros se derivan de los esfuerzos, de las capacidades que hayamos logrado adquirir y no de imposiciones orientadas a nivelar autoritariamente los logros.

Ben Shapiro repite a los estudiantes en las universidades americanas: Acepten que tienen que prepararse, aprender y luego trabajar con ardor utilizando todo aquello que han aprendido como resultado de tus esfuerzos, si lo hacen pueden considerarse un triunfador. La igualdad de oportunidades nos enfrenta a responsabilidades. Hay que mudar las luchas sociales de la defensa de los derechos a las responsabilidades. Los derechos solo serán producto de la responsabilidad con nosotros mismos y con los otros. La igualdad de oportunidades es un reto que se alza como un horizonte de posibilidades para todo ser humano. Dejemos de culpar a otros, seamos responsables y reflexionemos.

 


El periodismo independiente necesita del apoyo de sus lectores para continuar y garantizar que las noticias incómodas que no quieren que leas, sigan estando a tu alcance. ¡Hoy, con tu apoyo, seguiremos trabajando arduamente por un periodismo libre de censuras!