“Intimidar a la población venezolana con secuestros, asesinatos selectivos, sicariatos, sabotajes a empresas estratégicas, acciones de carácter terrorista que permitirían pasar a una fase insurgente con operaciones en el oriente, centro, occidente y en la franja fronteriza del país”. Esos eran los objetivos de la Operación Boicot que supuestamente se planeó en Colombia con la participación de Leopoldo López. O al menos así reseña Telesur las palabras de la ministra de Interior del régimen.

Si se lee detenidamente, pareciera que se estuvieran acusando ellos mismos, porque todos saben que son los autores por omisión de todo lo que aterroriza al venezolano desde hace años. Ya ni se puede hablar del boicot a empresas básicas porque no hay nada que boicotear. La franja fronteriza es ya una zona roja por la que pasan guerrilleros y narcotraficantes con la anuencia de las autoridades. Y los asesinatos “selectivos” ocurren a diario y por cientos.

Por eso es que la denuncia de la ministra más bien pasa a formar parte de los capítulos noveleros que escriben los guionistas cubanos o hasta los rusos, que le ganan a cualquier teleculebra.

Se sienten exitosos porque se enteraron de un “clomplot” en territorio colombiano, supuestamente financiado por Iván Simonovis y que incluía entre sus participantes algunas autoridades del gobierno del país vecino, como si Leopoldo López no hubiera estado saliendo en todos los medios de comunicación con cada persona que se encontró.

Entre los detenidos como consecuencia de este golpe de “inteligencia” está una persona identificada como Ronald Enrique Rivero Flores, con varios alias como para que no quede duda de los escenarios en los que se mueve. Fido, Dido, El Flaco parece haber confesado absolutamente todos los detalles de la operación y ahora el régimen decidió ofrecer recompensa por los demás implicados. Se deben estar dando palmaditas en la espalda porque sus cuerpos de seguridad lograron desarticular una banda sumamente peligrosa que pretendía poner en jaque la tan adorada estabilidad venezolana.

Lo último parece y es un chiste. Un país que arde por los cuatro costados, en el que la gente sale diariamente a reclamar luz, gas, agua o comida no es estable. Venezuela no puede estar en paz cuando va a la deriva en todos los aspectos. La tranquilidad que ellos quieren preservar es la propia, la que les permite vivir como si fueran jeques en una nación que se cae a pedazos.


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