¿Qué haremos entonces los ciudadanos venezolanos que aún vivimos y sufrimos en la República?, ¿dónde están las iniciativas o las medidas  económicas y sociales que nos permitan que el salario alcance para la realización del mercado de la semana?

¿Seguiremos exportando compatriotas a los países vecinos para que las muy justas exigencias del empleo y de la seguridad social se continúen resolviendo a través de la solidaridad y la generosidad de la comunidad suramericana e internacional?

¿Continuaremos la exportación de la mano de obra calificada formada en nuestra nación durante décadas, a través de una sistemática inversión de recursos nacionales, la que de gratis se les expulsa del país mediante los salarios miserables y el desempleo creciente?

¿Cómo resolveremos el crónico y dramático problema del profundo y extenso deterioro de la salud pública?, ignorada y olvidada por el poder gubernamental, cuya irresponsabilidad ha llegado al límite de utilizarla en el intercambio comercial y de negocios con otros Estados, descapitalizando y empobreciendo la estructura sanitaria nacional.

¿Cuándo confrontaremos la política liquidadora de la estructura educativa nacional, hoy universalmente empobrecida, desordenada y en franco retroceso en cuanto a la construcción del conocimiento, palanca poderosa e indispensable para la explotación racional y científica de nuestros recursos naturales?

¿Cómo y cuándo la dirección política y militar del Estado venezolano se ocupará de identificar y sancionar a los corruptos, rescatando con efectividad el dinero robado en los últimos 20 años?

Son estas una modesta parte de los reclamos urgentes de nuestra población a la dirección del Estado venezolano, del presente y el futuro inmediato.

 


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