No sé cuántas veces he dicho en estas notas quincenales que el Estado venezolano y el gobierno chavista a través del cual el Estado hoy habla, más que una realidad es una verdadera ficción.

Da la sensación de fortaleza y de irresistibilidad interior por su vocación represora y por el desarrollo de mecanismos conducentes a la represión como todo régimen autoritario, pero en realidad es profundamente débil.

No es una condición que emerge cuando asume Maduro el gobierno después de la muerte de Chávez, todo comenzó muy temprano justo cuando el régimen que se inaugura en 1999 se propone liquidar las instituciones democráticas. Las mismas instituciones que permitieron que llegaran al poder.

Toda la arquitectura estatal: la justicia, los aparatos de seguridad del Estado, el Poder Legislativo, las Fuerzas Armadas, la colonización del sector público por la FAN.

Así mismo el desmantelamiento del aparato productivo y del sector público de salud y educativo, Pdvsa, la quiebra por desconfianza y manejo doloso de la institución del voto, la división de la sociedad entre buenos y malos, patriotas vs vendepatrias y la instalación de enclaves autoritarios a lo largo y ancho de la sociedad civil, mediante la operación de armar a sectores civiles, sobre todo a delincuentes con la pretensión de la defensa de la revolución terminó por confeccionar un modelo de sociedad en que el Estado pierde entidad, pues de la sociedad misma emergen poderes que asumen el carácter de “poder dual” que actúan de manera paralela al Estado oficial.

Lo que ha ocurrido la semana pasada en Caracas es la demostración que el Estado y el gobierno venezolano son irreales, que no abarca ni controla el territorio y el espacio público devenido en privado usufructuado por bandas criminales que se autonomizan del gobierno, que inicialmente había acordado con ellas.

Además de ceder soberanía de espacios a grupos irregulares, el Estado dejó de ser una referencia identitaria para una parte de la  población.

¿Qué le queda al gobierno? Manejar lo que mejor ha hecho desde que es gobierno: la irresponsabilidad organizada, que remite a  señalar que la responsabilidad de lo que ocurre. ha ocurrido y seguramente ocurrirá en el futuro, como siempre es la culpa de otros:  de los colombianos, encabezados por Duque; del imperio, por supuesto no faltaba más; y la guinda de siempre, Leopoldo y Guaidó y la llamada derecha lacaya, quienes además de ser los malos más malos del país, según el gobierno,  internacionalizan su maldad y el gobierno los ha señalado, nunca perderemos la capacidad de asombro con lo que se inventa desde el régimen, que ellos son cómplices del asesinato de “nuestro amado Jovenel Moïses”, tal como lo menciona Maduro, que por cierto, a pesar del amor que ahora le profesa, nunca lo había mencionado, nunca le había enviado una nota, una cartita, un saludo o una mera certificación que un tipo con tal nombre era presidente de Haití

Al contrario, Moïses había roto con Maduro al reconocer a Guaidó, lo que le valió por parte del gobierno venezolano una acusación de sustraer fondos de Petrocaribe.

Maduro y su gobierno nos ofende todos los días, todas las horas y minuto a minuto, porque de verdad nos interpelan como si fuéramos idiotas e imbéciles.

Así que nuestra primera obligación, antes de recuperar el país, es recuperar lo que no tenemos desde hace rato: un gobierno que rescate la entidad del Estado y su razón.

 


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