Todos los medios coinciden que Castillo tiene los días contados. El pueblo clama una renuncia o una vacancia cuanto antes, de este señor que ha hecho tal vez de los peores gobiernos de la historia del Perú. Un pan con mango, una presidencia al tun-tun, la expresión gráfica de la falta de idoneidad y de la improvisación. Estas últimas son grandes cualidades si quieres hacer stand-up comedy, pero no si quieres liderar a todo un país, en medio de una crisis económica, laboral y de salud. De que se tiene que ir, se tiene que ir. Pero, ¿y después?

Los medios, como mencionaba líneas arriba, dan por vencido a Castillo, incluso La República, el diario oficial de los fujitraumados y el diario extraoficialmente oficial del oficialismo. Algo no cuadra. “No lo sé, Rick”. De pronto todo parece acabar y de manera fácil. Un personaje sería clave para vislumbrar una posibilidad: el saliente ministro del Interior, Mariano González.

Ayer y anteayer, González se ha paseado por todos los medios de comunicación cual reina del baile. El ex titular fue despedido de sus funciones por organizar un equipo de investigación encargado de buscar a los prófugos de la justicia. Esa es la versión que nos cuenta. De pronto, todos se han olvidado de que González fue ministro de Castillo. Cambiar de bando es así de fácil en el Perú.

¿No será que González es un títere de la izquierda caviar? Esa serpentina izquierda que pensó que haría cogobierno y terminó más despechada que Candy, al ver que sus símiles más extremistas no le daban ni media bola. Esta podría ser, entonces, una jugada maestra de esos caviares para poner a su alfil. O a su “alfila”, para calzar dentro de sus delirios de inclusión.

Se va Castillo y entra Dina. De pronto todo se arregló. La primera mujer presidente del Perú. El discurso cambia. La narrativa cambia. Francke vuelve al ministerio de economía para “salvar al país” con políticas basadas en la envidia que siente al ver carros de lujo, aumentando los impuestos en un país que tiene 80% de informalidad, debido a los altos impuestos. Chabelita entra de ministra de Trabajo y quien opine contrariamente será tildado de racista, clasista y misógino. La Sunedu se potencia aún más para imponer la ideología de género como lonchera de Kinder. De pronto el Congreso baja su desaprobación porque así lo dicen las encuestas y volvemos a un gobierno repletito de caviares hambrientos por su menú favorito: empleos en el sector público y asesorías.

Que se vaya Castillo, pero antes Dina.

Artículo publicado en el medio peruano El Reporte


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