La policía en el estadio de Lima agredió a la selección Vinotinto cuando se acercó a los fanáticos / Foto EFE

Los líderes políticos en Venezuela dejaron pasar una excelente oportunidad de solidaridad y apoyo emocional con nuestros compatriotas en Perú en el reciente encuentro de fútbol eliminatorio para el Mundial y el episodio oficial de xenofobia pura y dura antes, durante y después en el estadio de Lima.

Desde tímidas alertas hasta una ausencia total de pronunciamientos ante el comportamiento de la policía de Perú contra los fanáticos venezolanos y los miembros de la selección nacional.

En ese combo de mudez brilló también la posición oficial del gobierno venezolano que solo se dedicó a enviar algún mensaje tímido de aupamiento sin atreverse a pisar el terreno de la condena contra la xenofobia. Presidencia, embajada, federación, etc., prefirieron mantener un discreto silencio ante una conducta que solo se expresaba en ciertos niveles y que ahora ha escalado hacia programas en las redes y la televisión, y que se elevó hasta unos organismos oficiales como la policía y la dirección de migración, desde donde se ha combinado misoginia y xenofobia en partes iguales para nuestros nacionales venezolanos. Ahora, en traspaso de una barrera donde debe privar la cordialidad y la camaradería: el deporte. Ese clima deportivo que debe recrearse cada vez que se enfrenta la selección venezolana contra la peruana es el que debe prevalecer siempre; desgraciadamente no fue así, para perjuicio de los jugadores venezolanos y sus seguidores, quienes fueron hostigados y acosados desde la misma llegada de la selección. Esa fibra patriótica y nacionalista que se levanta en cada encuentro es un punto común para quienes hacen gobierno y quienes lo adversan, y es un lugar de coincidencia en la identificación con compatriotas fuera de nuestras fronteras con todos los padecimientos inherentes, pero también con la emoción de alzar emocionalmente a nuestros atletas desde cualquier lugar del mundo.

El tema deportivo con los colores de Venezuela no tiene partido político, ni tarjeta electoral ni debe verse cualquier postura frente a un ataque al venezolano como una manera de arrimar brasa demagógica a la sardina de sus preferencias políticas frente a una futura elección en el año 2024. Es simple sentido de pertenencia con los 4 puntos cardinales que ponen a encajar la emocionalidad de llamarse venezolano. Como si se estuviera frente a una arepa en Austria, destapando una hallaca en Qatar o si se estuviera oyendo un joropo en Japón.

El gobierno peruano tiene todo el derecho de establecer sus protocolos de seguridad ante un evento que puede desencadenar situaciones desagradables de orden público que pueden escapar del control de las autoridades; hasta allí todo eso se acepta. Las medidas de prevención y corrección para el control de multitudes no se anuncian ni se alardean, mucho menos se especifican contra un determinado sector social en abierta calificación discriminatoria y xenofóbica; y sobre todo después de una tensa situación como la que se ha vivido en Lima contra la población venezolana. Hay que controlar oficialmente todas las posibilidades de violencia y su escalada, pero no hay que alentarla subjetivamente ni desplegarla provocadoramente contra una nacionalidad en particular donde la emocionalidad en bandos está a flor de piel y a punto.

La estimación de la migración venezolana en Perú es de 1,6 millones, de los cuales más de 75% reside en Lima, la capital, con una población mayoritariamente joven. Un capital humano que aún mantiene raíces en Venezuela y que no ha terminado de desprenderse en intereses emocionales con la nación de origen.

Captura de pantalla

El deporte, como la cultura, las letras, las ciencias, las tradiciones, el lenguaje, la gastronomía, la música, sus costumbres son parte de la identidad nacional y se engranan en un sentimiento de pertenencia a una comunidad histórica y social, que se corresponde en mayor medida con todo aquello que está –en el caso de Venezuela- entre Castillete, Punta Playa, la Isla de Aves y las cataratas de Huá en la actual superficie venezolana que incluye adicionalmente al territorio del Esequibo. Basado en esa idea de la nación venezolana que está tatuada en el corazón de cualquier compatriota en una representación fuera de las fronteras, ese punto de encuentro solo tiene tres colores ayuntados en la igualdad de las franjas de ese jirón patriótico. El amarillo, el azul y el rojo cada vez que se ondea.

El liderazgo nacional, con algunas excepciones que se vieron en redes, tiene una deuda con los venezolanos en Perú. Y particularmente con su selección de fútbol. La Vinotinto con el empate frente a Perú se acreditó un punto para la tabla de clasificación del Mundial. Este es un buen momento para que los líderes venezolanos obtengan tres puntos dejando de lado el sectarismo, la ceguera, la intolerancia y el fanatismo político; y unirse frente a un tema que trasciende: la unidad nacional.

Todavía hay tiempo para reivindicarse, para pronunciarse y para difundir la denuncia.


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