La xenofobia representa un conjunto de desviaciones y fanatismos conductuales que no dudo en denominarlos como los más perversos que puede tener el “ser humano”. En la xenofobia, no solo es la pérdida de sindéresis lo que se apodera del individuo o grupos de personas, sino que en tales acciones lo que se busca es imponer una condición de raza superior o mental sobre otras supuestas condiciones políticas, económicas, sociales, culturales, religiosas y hasta esotéricas.

En tal sentido, como venezolano, e incluso estoy seguro de que mis palabras representan el sentir de millones de connacionales, condenamos enérgicamente las infelices declaraciones de la “parlamentaria” peruana Esther Saavedra cuando afirma: “Todos los venezolanos malos o buenos tienen que salir del Perú”¹, porque además de generar una bazofia discursiva llena de mentiras y medias verdades, pretende acusar a todos los emigrantes de nuestro país que por diversas razones –que ella omite ante su claque– han decidido establecerse en esa nación hermana, fundamentalmente por causas derivadas de una inmensa crisis en la cual el madurismo ha sumido a Venezuela.

El francés Michel Foucault (2000) en su obra Defender la sociedad planteaba en una impecable argumentación que este tipo de discurso no buscaba la conciliación y menos el consenso, sino por el contrario, lo que trata de imponer es un “derecho” basado en la disimetría, a través de una “verdad” ligada por la fuerza. De hecho, Foucault no define este tipo de mensajes como polémico sino como beligerante, porque su finalidad está asociada con el enfrentamiento ante otro, y en este caso, es obvio que ese “Congreso” no solo ha perdido legitimidad, sino que ahora disuelto sus “iniciativas” se quedan en un vacío político y jurídico porque la constitucionalidad peruana, y lo más importante, el pueblo y sus componentes militares apoyan al presidente Vizcarra, aunque este no sea de nuestro agrado, precisamente por las medidas y la xenofobia que ha surgido contra muchos venezolanos.

Por ello, no es casualidad que Foucault (ob. cit) también señale el discurso de la “guerra perpetua” (p, 62) como una forma de victoria de lo histórico y político sobre lo filosófico y jurídico, y esa sinrazón desde nuestra perspectiva es parte de un entramado que se ha dispuesto en el pensamiento de oportunistas “intelectuales” que terminan siendo los genuinos autores de la barbarie del odio y la ira sobre los pueblos, cuando son estos quienes “asesoran” a la clase dominante en cada uno de los pueblos.

O sea, que el problema de la xenofobia que está afectando a millones de venezolanos, y en especial sobre quienes están en Perú o pretenden ingresar a ese país, no tiene una connotación basada en principios de eticidad, y menos en defensa de los propios peruanos ¡No! Es la lucha por el poder y la demagogia que existe en nuestras sociedades con tal de alcanzar el control político a partir de supuestos históricos. De hecho, no dudaría en establecer relaciones entre las palabras de esta “congresista” –¿o ex congresista?–  y el discurso del madurismo, en virtud de que estos nunca están basados fundamentalmente en lo filosófico y jurídico, sino en un determinado momento “histórico” en el que, por supuesto, lo que debe prevalecer es el interés político sobre cualquier otro razonamiento, aunque este último tenga más peso y trascendencia sobre los seres humanos. Y esa ha sido una estratagema por la cual esa historia que muchos dicen “defender” es la que ha generado millones y millones de muertos en nombre de la “libertad de otros”.

Mientras la xenofobia se apodera en los peruanos contra los venezolanos, el madurismo –como si ellos fueran inocentes de semejante emigración– condenan al gobierno de Vizcarra por tales hechos, y lo más grave, mientras usurpan el poder en Venezuela se lavan las manos ante la hiperinflación, la destrucción de la salud y la educación, así como el colapso de servicios públicos esenciales como agua, luz, gas y transporte, aunado con permanentes violaciones de derechos humanos, y lo peor, convertir el “salario” de los trabajadores y pensionados en el más bajo del planeta, cuando apenas es de 2 dólares mensuales.

La xenofobia si algo ha dejado positivo –entre todo lo negativo– es que ha destruido los atenuantes del régimen, porque al escuchar a Maduro pedir una limosna de 200 millones de dólares a Guterres y Bachelet para traerse, según él, a “todos” los emigrantes venezolanos² del Perú, se comprueba por qué ha huido del país cerca de 20% de la población. El “gobierno” ni siquiera tiene tal cantidad de dinero para que regresen esos ciudadanos que dice “defender”.

Condenamos la xenofobia de la casta política peruana sobre los venezolanos en ese país, pero dejamos en claro que esa es la analogía de lo que el madurismo hace día a día contra millones de personas en la patria de Bolívar.

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¹ https://www.aporrea.org/venezuelaexterior/n347313.html

² https://www.aporrea.org/venezuelaexterior/a282901.html

Referencias

Foucault, M (2000) Defender la sociedad. Buenos Aires. Fondo de Cultura Económica de Argentina

 

 

 


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