A pesar de las cualidades del candidato Edmundo González, a quien ya nadie desconoce y del plan de gobierno que se ha trabajado durante años por varias organizaciones de la Plataforma Unitaria Democrática, donde debería concentrarse toda definición para evitar cualquier posible devaneo u obstáculo, lo que se viene y se precisa alentar más es el inmenso, el indetenible voto castigo.

El socialismo del siglo XXI ha sido un fraude contra la ciudadanía en todo sentido. Cada año basa su accionar en ofertas reiteradamente incumplidas. Especialmente las relativas a la mejora de la economía. Se percibe en el estancamiento productivo, en la elevación inalcanzable de las canastas básicas de alimentación, así como la de los otros indispensables productos para la vida cotidiana; en los bajos sueldos complementados con bonos miserables, humillantes, con bolsas de comida repartidas con igual depauperación. La ciudadanía sufre, agotada, la sobrevivencia continua.

Más allá de que algunos empresarios hayan visto elevar los ingresos de sus negocios por la entrega al régimen, son conscientes en su mayoría de la insostenibilidad de este proyecto acabador. Saben a ciencia cierta que una apertura política democrática les traerá más inversiones, más dinámica económica favorable. O sea, hasta los empresarios deberían favorecer, más allá de los dislates de su dirigencia conchupante, el cambio hacia la libertad.

Trabajadores, amas de casa, jubilados, pensionados, jóvenes a quienes se les ha cortado buena parte de su futuro, deben transformar su malestar continuo en la expresión de su opinión manifestada en el voto contrario a quienes, a quien, ha hecho la vida imposible en Venezuela. A ellos hay que sumar la inmensa cantidad de familiares de los presos y perseguidos políticos. Doblegar a esta dictadura mediante el voto debe ser un acto verdaderamente arrollador.

Por algo, como reminiscencia, Maduro y su régimen acuden de nuevo a la imagen del difunto creador de este inmenso dislate, a la figura de Chávez como protección. Se saben agotados y pagadores, en las máquinas de votación, de todo su atentado permanente contra los ciudadanos que no le van a perdonar al momento del voto la corrupción evidente, los ataques a la disidencia política, el hambre de todos estos años, la desatención en salud y servicios, el quebrantamiento de las familias. Sería peor si se permitiera votar a cada venezolano que está pasando roncha afuera, a sabiendas de que la roncha es mucho más leve que la de adentro.

El pase de factura viene, pero hay que alentarlo más. No basta con exhibir las cualidades opositoras, se hace imprescindible remarcar los hechos nefastos que han conducido a la muerte de compatriotas, a la huida en estampida de compatriotas, a la prisión injusta de compatriotas, al hambre y al sufrimiento de la gran mayoría de la explotada población que sufre. Incentivemos también y más el voto castigo. Una chispita basta para ello.

 


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