Exigen que migrantes venezolanos puedan votar en unas eventuales elecciones

La decisión de la Fiscalía de la Corte Penal internacional de pasar a la fase de investigación formal del caso venezolano por la presunta comisión de delitos de lesa humanidad es un acontecimiento a celebrar, con la sobriedad y mesura del caso. Es una victoria para la lucha por la defensa y promoción de los derechos humanos, las víctimas y familiares. Una derrota a la inmunidad e impunidad de los represores a todo nivel. Un varapalo a la legitimidad del régimen chavista y su narrativa.

El oficialismo no la tiene fácil a pesar de que domina la situación. El frente internacional no deja de asestarle derrotas, generarle contrariedades; lo de la CPI viene a sumarse a las extradiciones, el mantenimiento de las sanciones, a la cada vez mayor sinergia con relación al caso Venezuela de parte de Estados Unidos y la Unión Europea. Amén de la incapacidad más que probada para gestionar con acierto y eventualmente superar la emergencia humanitaria en la cual está sumido el país. La sociedad, mayoritariamente, los quiere fuera del poder.

Esa sociedad necesita recuperar su espíritu de lucha, de combatividad cívica, esa que logró poner al régimen contra las cuerdas, circunstancia que solo pudo superar mediante el golpe de Estado de 2016.

El 21 de noviembre puede ser el revulsivo necesario para romper la quietud social, para que se exprese de manera activa, contundente el mayoritario descontento ciudadano con el régimen. Es una oportunidad a la mano que no debe ser desperdiciada; no hay otra, por los momentos, con la potencialidad de esta.

En las presentes circunstancias, votar masivamente contra los candidatos del oficialismo es más eficaz para dañarlo y complicarle la gobernabilidad que abstenerse.

El régimen se ha propuesto con el 21 de noviembre ganar algo de legitimidad democrática, fortalecerse para una eventual negociación, imponer su calendario electoral, fortalecer y consolidar sus posiciones estadales y municipales, su posición y narrativa ante la comunidad internacional; en definitiva, coger una especie de segundo aire.

Un mayoritario voto castigo abortaría la consecución de esos objetivos, ahondaría su debilidad al poner de bulto su condición minoritaria. Además, siempre es bueno romperle el saque al contrincante, impedirle materializar su plan, frustrar sus objetivos, debilitarlo.

Una derrota electoral del chavismo puede: facilitar una negociación que lleve a la salida positiva de la crisis política, hacer posible la realización de un referéndum revocatorio el año que viene.

Convoco a votar por la tarjeta de la MUD. En ella se agrupan las fuerzas políticas más grandes, representativas de la resistencia democrática, son los interlocutores principales de la comunidad internacional democrática. Eso lo sabe el oficialismo, por ello ha concentrado en esos partidos la represión, el secuestro de los símbolos, el desconocimiento de la personalidad jurídica, la inhabilitación, persecución de dirigentes y activistas.

La MUD es el actor político –a pesar de sus errores, carencias y debilidades– con capacidad de capitalizar y concentrar con eficacia el voto castigo y de protesta contra el régimen en función de avanzar hacia un cambio político a partir del 21N.

El resto de la fórmulas electorales no chavistas es un conglomerado de sectores integrado por actores políticos de diversa orientación y propósito: satélites del oficialismo, alacranes-mesitos, proyectos que se agotan en lo regional-local,  personalismos de diversa variedad. Todos tienen en común el hecho de que no representan ni el 21N ni en el futuro amenaza real para el continuismo chaviano.

Guardando las distancias de ocasión, tiempo, circunstancias y actores estamos en una ocasión que guarda similitudes con la ocurrida en 1952. La dictadura de entonces, planificó y organizó un proceso electoral con el objetivo de conseguir legitimidad democrática. En aquellos tiempos también las fuerzas democráticas estaban divididas, había como ahora partidos inhabilitados, presos políticos, exilados, violación de los derechos humanos y un proceso electoral con garantías insuficientes. Sin embargo la ciudadanía entendió que lo correcto era concurrir a los centros de votación y castigar a la dictadura. Fue una jornada memorable en la cual la fuerza de la razón se impuso a la razón de la fuerza.

Llamo a los venezolanos a emular el 21N la gesta de 1952.


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