Foto Luis Morillo / cronica.uno

Confieso que en estos días no me han faltado llamadas telefónicas y mensajes por las redes sociales para intercambiar ideas y preguntarme por la situación electoral en la UCV. Que cómo está la cosa. Que cómo la veo. Cuáles son los candidatos a uno u otro cargo. Qué apoyos tendrían. A quién le veo más chance. Por quién votaría. Cuáles aspirantes están ligados al régimen chavista. Que si es o no posible la unidad para contener al oficialismo. Y en medio del torrente de esas y otras cuestiones, un comentario llamó de una manera muy especial mi atención: el afán desmedido de poder que podría estar presente en algunas candidaturas.

¿Voracidad de poder en la UCV? Le pregunto a uno de mis colegas en respuesta a uno de sus mensajes. Sí, me respondió inmediatamente. Pudiera estar anidada allí, en el comportamiento de ciertos personajes y grupos que en la actualidad hacen vida en ella. Ciertamente, no solo debemos inquietarnos con la que ha exhibido el chavismo a lo largo de los últimos veintitantos años en los más diversos ámbitos de la vida del país, con su enorme y despiadada carga destructiva. Somos conscientes de que igualmente en nuestra institución tal propósito de control desproporcionado por parte del régimen ha sido notorio y devastador por distintas vías. No solo lo sabemos, lo sufrimos en demasía.

Asimismo –continúa mi interlocutor– no hay que perder de vista algo a lo que no debemos restarle importancia, más todavía en las actuales circunstancias: la insaciable sed de mando de conocidos personajes y factores de poder de nuestra casa de estudios, cuando pretenden, en ciertos casos, prolongar de manera considerable su permanencia en el ejercicio de cargos directivos; y, en otros casos, mantener el sello de su influencia e intereses en la gestión de aquellos candidatos de su preferencia que resultaren electos. Ambiciones de tal naturaleza, al ser satisfechas repetidas veces, alimentarían progresivamente esa voracidad que nos produce tanta preocupación.

Señales inquietantes de lo que no queremos más para nuestra UCV. El mejor antídoto para enfrentar las implicaciones de tales signos es el fortalecimiento de la autonomía de pensamiento de quienes formamos parte de la comunidad universitaria, para lo cual, como bien lo ha sostenido el profesor Víctor Rago Albujas, aspirante al rectorado, es fundamental dejar atrás las viejas prácticas e “impulsar el debate de ideas sobre los temas neurálgicos de la agenda universitaria”, a fin de construir “los consensos que aseguren la gobernanza de la institución y su funcionamiento con razonable eficacia”.

En realidad, parafraseando al citado candidato: las próximas elecciones universitarias no son como las otras. Las elecciones de autoridades de la UCV no han de ser para prolongar la agonía universitaria con la máscara de la normalidad que de modo cínico promueve el régimen de Maduro. La institución y el país reclaman nuevos actores y nuevos horizontes.

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