Iré «directo al grano», como suele decirse de acuerdo con el lugar común. Vuelve el insigne maestro de las letras españolas Antonio Muñoz Molina al desafiante y complejo reto de narrar lo imposible. Esta vez se trata de su más reciente novela cuyo sugerente enunciado titula un «enigma». Volver a dónde. Novela. Seix Barral editores, septiembre 2021, Barcelona-España, 332 páginas.

La escueta sinopsis que a modo de prolegómenos da inicio al torrente de un poco más de 3 centenares de páginas intenta sintetizar a mi modo de ver infructuosamente el extenso y dilatado entramado temático de la novela; empero, no nos detengamos en esa pequeñas bagatelas e insuficiencias de la editorial y vayamos a lo nuestro que en el fondo es lo que le interesa al lector.

Puede decirse, sin temor a yerro alguno, que la novela de Muñoz Molina es la primera gran novela de la pospandemia que se escribe desde los más recónditos socavones de la mnemósine  teniendo como eje transversal de su poderoso discurso narrativo un tempus mnémico  fundado en la nostalgia de una arcadia paradisíaca y feliz que el novelista sitúa en la niñez del sujeto actancial novelesco.

En la novela, la dimensión temporal del relato de largo aliento, tres meses son suficientes para recuperar y aprehender con vigorosos y potentes recuerdos un pretérito familiar que sirve de coartada narrativa para rememorar el devenir retrospectivo de una España que se resiste a desaparecer del todo en el volkgeist que representa una familia campesina que persiste en el imaginario de la parentela paterna del narrador. Los atardeceres y los ocasos desde un balcón del Madrid acezante de una nueva normalidad planetaria aparentemente sin precedentes en el pasado de los siglos cercanos a la contemporaneidad sanitaria que padece la especie humana en este recodo de la civilización occidental llamado Europa. La memoria y sus corolarios (los recuerdos) se erige en este plausible artefacto narrativo en un leit motiv  que «vuelve con el ritmo de infatigables olas y son lobos aullantes en la noche que cubre el desierto de nieve», como en el poema “Preludio” del clásico solitario y suicida José Antonio Ramos Sucre. Una efemérides memorable del calendario cristiano como lo es el 13 de junio, Día de San Antonio de Padua, mismo del topónimo del narrador Muñoz Molina sirve de pretexto para que el «yo narrador» efectúe una llamada telefónica a su madre con el propósito de felicitarle encontrándose con la súbita e insólita sorpresa de una madre abstraída, con la mente como en blanco, escindida de sí misma; acaso un atisbo de un inminente Alzheimer que planea en lontananza en la mente de la madre. A todo evento, es imperativo categórico insoslayable del narrador a las velas del barco de la memoria para no sucumbir al naufragio que acecha a todo ser vivo aquejado de temporalidad… esa enfermedad incurable que pende sobre las cabezas de todo animal de costumbre sometido a los dictámenes del tiempo histórico que es el tiempo de toda novela que se precie de tal. El narrador se apresura sin pérdida de tiempo y cita a modo de intercalación paratextual al indiscutible padre de la novela moderna Don Quijote de La Mancha  donde… «suena el cuerno de un pastor que lleva de recogida una piara de cerdos». El confinamiento y el literal aislamiento por los deletéreos efectos tanatocráticos que deja tras de sí la pandemia global  que asuela a la especie humana obliga a los humanos a avenirse con las últimas casamatas de homo rationalis-ludens: la presentización del pretérito por la memoria; a eso es lo que llaman los hermeneutas de la novela un ars narrandi.  Si Juan Carlos Onetti estuviera vivo estoy plenamente seguro de que se habría levantado de su sempiterna cama de lecteur y, a no dudarlo, no vacilaría en llamar por teléfono a Muñoz Molina para susurrarle un guiño al oído por la existencia del puerto de Santa María, esa topofilia de la invención novelada que se prolonga y extiende hasta nuestros melancólicos días signados por el interminable asedio del virus de Wuhan.

En estos tiempos de hiperconectividad en tiempo real y de interaccionalismos plurisubjetivos, de interacciones dialogales a través de insospechadas e insólitas plataformas digitales de comunicación, el novelista confiesa preferir mil veces la tradicional llamada telefónica por voz prescindiendo de la ultrasocorrida videoconferencia o videollamadas porque, según él, estas últimas le restan ese no se qué de intimidad a la comunicación bidireccional entre hablantes que sí garantiza una simple llamada telefónica.

Un balcón en las horas vespertinas del Madrid asediado por «la peste negra»  del virus de Wuhan, desde donde el narrador reinventa el parque El Retiro, la Puerta de Alcalá, Cibeles, la Gran Vía, con una perturbadora capacidad persuasiva en lo tocante al manejo y pleno dominio del minucioso detalle en la descripción de tramas y subtramas que van fluyendo en las torrenteras riadas del narrar. La plasticidad verbal del estro narrativo que mana del poder linguístico de Volver a dónde es tan solo un rasgo distintivo que atrapa al lector para no soltarlo por largos folios una vez que el autor se apodera de la atención del leyente. Una pequeña muestra de ello es esta perla: «Madrid tenía amplitudes desiertas y llenas de silencio como de una ciudad báltica en invierno, de antigua capital austrohúngara en un país comunista de los años cincuenta». Así describe Muñoz Molina el Madrid espoleado por la pandemia. La lectura gozosa y placentera de esta novela también contiene ex aequo inquietantes pasajes donde el lector es sumergido en estados de sensación de encierro y aislamiento donde la cancelación de la vida regida por sus normalidades automáticas se convierte en una aplastante realidad que apabulla y desconcierta la dinámica socio-antropológica conocida hasta la llegada de la nueva poshistoria.

«Yo nunca había oído tantos gorriones en el centro de Madrid». Incluso, bandadas de vencejos se desplazaban a sus anchas por los cielos de Madrid… La veracidad y verosimilitud del relato jamás juega en desmedro de la belleza lo narrado. Aplaudo a rabiar y a pie juntillas, enhorabuena, el advenimiento al mundo de esta pieza narrativa fundamental de la Obra abierta y en constante forja del universo novelesco de una de las más sólidas voces del actual panorama narrativo de habla hispana.

 


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