Foto Pixabay

Hoy, en Escandinopla, un hombre sabio me hizo un regalo… tan oportuno y tan bueno.

Mi amigo Gonzalo H. me contó este relato y lo quiero compartir:

 

Una vez, un niño se encontró en el jardín del balcón de su casa con una crisálida

y se maravilló al descubrir que algo se movía adentro.

Era la mariposa afanándose en salir de allí. Pero, él no lo sabía.

Buscó unas tijeras y cortó la crisálida que cayó sin más hasta estrellarse allá abajo.

Por supuesto, no hubo más crisálida, ni tampoco hubo mariposa.

 

Dejemos a la crisálida que siga su curso, pues.

Su solo nombre despierta encanto y curiosidades.

Aceptémosla,

accedamos a ese sortilegio suyo que nos habita.

Permitamos que su fuerza nos haga casa y nos levante

Vayamos al encuentro oportuno con las mariposas

 

Volemos

Estás ahí, ¿verdad que sí?


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