Francia Márquez, vicepresidenta de Colombia | Foto AFP

En las elecciones presidenciales colombianas del año pasado Gustavo Petro y Francia Márquez se convirtieron en los líderes de izquierda más votados en la historia de Colombia. En la consulta interpartidista previa a la contienda electoral, Márquez había alcanzado una votación de 780.000 de sus conciudadanos, una cifra de votación bastante más abultada que la de otros candidatos con trayectorias más destacadas.

La segunda de a bordo en el Ejecutivo del país vecino logró colocar el lema del “Vivir sabroso” en la palestra pública de su país no sin levantar suspicacias, críticas, incomprensiones y malentendidos. También este planteamiento llevó a la líder afrocolombiana a ser ingresada en la lista de las 100 personas más influyentes publicadas por la revista Times.

La joven representante del Cauca compartía los tres ejes de gobierno que inspirarían el gobierno de su compañero de fórmula, el hoy mandatario colombiano. Pero no le ha resultado a la defensora de la diversidad étnica y luchadora antiracista ser aceptada por las élites de su país. Los ataques al “Vivir sabroso” se volvieron cosa de todos los días. Es que se trata de una abstracción difícil de entender y, por lo consiguiente, de poner en marcha.

DW ha tratado de esclarecer estos conceptos para beneficio de su mensajera, pero es preciso reconocer, con la mejor buena voluntad, que esta tarea de simplificar y poner al alcance de los individuos estas abstracciones filosóficas es una cuesta harto empinada. El medio alemán dice que “para ella este ‘vivir sabroso’ que propugna es un ‘sentir pensar’ dinámico para aplicar por parte de la población afrocolombiana. Se refiere a ‘vivir sin miedo, se refiere a vivir en dignidad, se refiere a vivir con garantía de derechos’ en su parecer. Es una suerte de reivindicación para su comunidad ante las adversas condiciones de exclusión y violencia que ha sufrido en la historia y el presente de Colombia. En este concepto del ‘vivir’ se incluyen al mismo tiempo muchos elementos contextuales como la relación con la naturaleza, la comunidad, las costumbres y las propias tradiciones del pueblo negro en sus entrañas, reflejando su configuración en la vida diaria y en el quehacer cotidiano”.

Con esta batería en su morral, la líder se ha cargado con la responsabilidad de vender, a través de Diálogos Regionales Vinculantes, la estrategia de gobierno de Petro y su Plan Nacional de Desarrollo a las comunidades del interior del país donde ella tiene el mayor arraigo. La dignidad sería, según ella, el objetivo central en las luchas por la “vida sabrosa”.

En su beneficio, es preciso decir que la discriminación racial y la desigualdad social sí se encuentran en el centro de la propuesta de Márquez, pero esta resulta ser tan alambicada que no encuentra espacio para ser parte de planes y proyectos concretos, medibles y sobre las cuales sea posible rendir cuentas. DW lo coloca en términos lapidarios cuando afirma que la promesa de «vivir sabroso” no va a poder cumplirse en una Colombia con altos niveles de polarización política y desconfianza social entre los diferentes estratos de la sociedad.

Todo ello responde más a una visión emocional del mundo que explica que la joven dirigente no calce del todo con el ideario de los políticos de un país complejo en donde los problemas terrenos cotidianos del colombiano de a pie son muy demandantes y donde, en medio de la violencia incrustada a lo largo de varias décadas, la dignidad suena a quimera.


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