En la víspera de la Navidad y a pocos días de concluir el año se suele echar la mirada atrás y hacer balance. Lo que se pudo hacer y lo que está pendiente, en lo personal y en lo colectivo.

Venezuela sigue siendo un país en los huesos, con salarios de vergüenza, más de dos centenares y medio de presos políticos, millones de compatriotas alejados de sus familias abriéndose paso en un centenar de ciudades alrededor del mundo y un cráter institucional tras 25 años de depredación del régimen en el poder.

Depredación es sinónimo de robo, saqueo, rapiña, despojo, pillaje. No es exageración: no hay ni un solo asunto público -educativo, sanitario, económico, de seguridad, de conexión con el futuro, de aplicación justa de la justicia- donde quienes mandan puedan obtener tan siquiera la calificación de aprobado.

Pero en 2023 ha habido un cambio. Al menos de la atmósfera política. Si la política, en letras muy pequeñas, nos sumió en esta tragedia aún sin final, la política, en mayúsculas, entendida como la participación decidida y sostenida sobre todos los hombros y organizaciones de todo tipo, nos tendrá que sacar a flote. Un cambio que aún no llena los platos vacíos sobre la mesa, pero que alimenta la esperanza de que algo puede ocurrir en el 2024.

A principios de este año que expira, incluso a finales de 2022, era palpable el desánimo generalizado de la población, golpeada por la indolencia oficial y también por la conducta de una buena parte del liderazgo político opositor, incapaz de entenderse y de ofrecer un mensaje creíble de cambio político.

Tras el fin del denominado «interinato» -cuyo balance continúa siendo un deber- empezó a tomar cuerpo desde febrero pasado el proceso que condujo a la realización de la primaria, bajo el comando sereno y amplísimamente reconocido de la Comisión Nacional de Primaria, presidida por el doctor Jesús María Casal.

La primaria, como lo señala María Corina Machado, la candidata electa casi casi por aclamación  (92,3% de los votos) en los comicios del 22 de octubre, abrió otra etapa en la lucha por la recuperación democrática del país. Una tarea que en palabras de la líder de la oposición supone «la construcción de una ruta cívica que nos conduzca a unas elecciones libres y justas en el 2024».

No hay que llamarse a engaño. La ruta electoral es «compleja y enfrenta múltiples amenazas», advierte María Corina Machado. Lo cual es perfectamente comprobable en el comportamiento de la cúpula gobernante que a pesar de las evidencias de su calamitosa gestión, está aún cerrada a ofrecer condiciones justas para la competencia electoral.

Pero hay que valorar lo logrado. Resulta obvio que el régimen acusó el golpe de la primaria, que trató de asimilar con el insólito referéndum consultivo sobre la reclamación del Esequibo respondido con  la indiferencia generalizada de los votantes. Dos clamorosas derrotas en dos meses.

La iniciativa política ya no le pertenece al régimen, fruto de aciertos opositores y desaciertos oficialistas, a la inversa de lo que ha sucedido por largos períodos. Al calor del liderazgo de Machado es posible construir la alianza nacional que propone, junto a una poderosa fuerza electoral para cuidar cada voto que se emita, conquistar adhesiones internacionales de gobiernos y líderes convencidos de la utilidad de un régimen democrático en Venezuela y presionar, entonces, la negociación que conduzca a las elecciones libres y justas.

La esperanza activa hay que vivirla con los pies en la tierra. Sin prisas y sin desmayos. Nada puede desviarnos del camino del cambio que merecemos.


El periodismo independiente necesita del apoyo de sus lectores para continuar y garantizar que las noticias incómodas que no quieren que leas, sigan estando a tu alcance. ¡Hoy, con tu apoyo, seguiremos trabajando arduamente por un periodismo libre de censuras!